Capriles no volverá a ser presidente
Por José Arcadio Hernández
@arquiarc
En recientes semanas se ha llevado a cabo lo que bien podríamos llamar un “RCP político” a Henrique Capriles, un conjunto de acciones que podríamos (quizá) sospechar coordinadas, que comenzaron con la sobredimensión que Maduro le dio en cadena nacional a unas poco relevantes declaraciones de Capriles acerca de nuestro Esequibo, a lo que le siguió la amplísima difusión de un controvertido programa económico del segundo, publicitado con toda la fuerza que la MUD y sus amigos tienen, y una reunión con el Secretario General de la OEA, el señor Luis Almagro, y las consecutivas reacciones exageradas de Jaua y compañía. Las puestas en escena han incluido la demagógicamente renovada imagen física de Capriles, al igual que entrevistas y comentarios de algunos de sus aliados más prominentes, como César Miguel Rondón, Luis Vicente León, Rafael Poleo, y demás.
Estos recurrentes ejercicios de resucitación no dejan de llamar la atención. Desde el estupor causado por aquel escrito del eminente historiador Elías Pino tildando a Radonski de “líder fundamental” y la defensa a rabiar que hizo de personajes inenarrables como Julio Borges o del ya olvidado Ramón Guillermo Aveledo (que pasará a la historia por haber tenido el tupé de llamar a Alfredo Romero mentiroso), los esfuerzos del status quo opositor por sacar a flote la imagen de Capriles son, cuando menos, curiosos o sospechosos. Aunque, siempre, en vano.
Capriles es el pasado, por un sinfín de razones políticas insalvables, y el reducido sector furibundamente caprilista debería terminar de entenderlo, al igual que su máximo líder, por el bien del país, de la oposición toda, y de la democracia que todos queremos refundar.
Capriles fue presidente de Venezuela, cuando menos en una oportunidad, incuestionablemente, y en circunstancias peculiares, porque su popularidad no fue sólo suya. No se puede negar su papel protagónico en la historia reciente venezolana, pero tampoco se puede negar su irreversible declive. En un momento determinado acumuló seguidores no sólo por lo que era, sino por lo que representaba.
Capriles para poder ganar las primarias para las elecciones presidenciales de 2012 contó con el generosísimo apoyo de su “hermano” Leopoldo López, endoso de sus votantes sin los cuales no habría ganado la contienda. Y luego de ganar las primarias contó con el también generosísimo apoyo del resto de los candidatos, de todas las fuerzas políticas vivas opositoras, de la propia Mesa de Unidad Democrática. Es decir, Capriles para ese preciso momento no era un hombre, era la oposición misma encauzando todas sus fuerzas en un solo punto.
Pero después de las primarias el proyecto unitario se quebró, y dio paso al Capriles caudillo, al proyecto personalista típico venezolano. Capriles Cristo caminando solo, El Flaco recorriendo Venezuela a lo Carlos Andrés Pérez, a lo Hugo Chávez. Primero Justicia se hace de la MUD, y la unidad se quiebra, lo que más adelante nutriría el proyecto libertario de La Salida y unificaría las esperanzas de la gente en la Resistencia, pero eso ya es otra historia.
Luego de ello, la inhabilitación de facto de Capriles como representante legítimo del colectivo opositor se fraguó con una serie de errores políticos incorregibles, que cronológicamente podríamos citar:
1. Las dudas existentes sobre las elecciones contra Chávez en 2012, pero sobre todo la certeza de la victoria de Capriles contra Maduro en 2013, y su incapacidad para cobrar un triunfo que era en realidad del Pueblo venezolano entero.
2. Su capitulación, al lanzarse a la reelección para gobernador de Miranda ese mismo año, al asistir a Miraflores legitimando la presidencia de Maduro: famosa es la foto del apretón de manos.
3. Su rechazo a apoyar el movimiento popular que en lo sucesivo buscó y ha buscado el regreso a la democracia, a solidarizarse con todos los torturados, encarcelados y perseguidos de la disidencia, a los estudiantes, dirigentes, familiares de la Resistencia venezolana, y su apoyo implícito al gobierno con públicas reuniones con personajes acusados (por algunos) de responsables de las masacres, como por ejemplo Rodríguez Torres.
Es en este lapso de tiempo específico que Capriles pasa a ser historia contemporánea. Deja de representar a una mayoría del país para pasar a ser santo patrón de un selectísimo y pequeñísimo sector de la oposición, empoderado por distintas razones que no expondremos acá. Capriles pasa de ser esperanza nacional a liderar las aspiraciones de un pequeñito grupo solamente. Esa es una verdad que no podemos negar, y que forma parte de una verdad mucho más grande: la división opositora.
Y no se quiere con esto negar la influencia que Capriles tiene sobre algunos venezolanos, ni tampoco atentar contra su humanidad, puesto que quizá es un hombre de bien, pero tampoco podemos darle la espalda a aquello que está ante nuestros ojos, no podemos obviar su caducidad como líder.
¿Pero entonces por qué el empeño de ciertas personalidades en revivir su imagen? ¿Con miras a cuáles elecciones? ¿Con cuáles objetivos? ¿Con qué intenciones?
Hipótesis al respecto las tenemos todos. Su comprobación las dará el tiempo. Pero lo tangible es que, con toda seguridad, la memoria colectiva no le perdonará muchas cosas a Capriles, por lo que cualquier aspiración presidencial de su parte es pura ilusión y esfuerzos perdidos.
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