Yo no soy de oposición

Por Gabriel Reyes

@greyesg

 

 

 

Siempre me ha parecido un concepto antipático y poco entusiasta identificarte con etiquetas que denotan intuitivamente una acción negativa, aún cuando oponerse signifique una acción digna de reivindicación social o política. Ser opositor significó para mí algo a partir de 1998 cuando entendí que no estaba de acuerdo con el proyecto político que era presentado como una ilusión para un pueblo que votó en su mayoría vengando resentimientos y buscando el cambio que nunca llegó, al menos para bien.

 

Hoy en día, el concepto de «oposición» ha madurado en mis reflexiones y me obliga a suponer dos ideas fundamentales, la primera que «oposición» supone una acción por lo que no existe o no debe existir «oposición pasiva» y por otro lado que si el plan del oficialismo es el programa de gobierno, se cumpla o no, la «oposición» debe ofrecer un derrotero diferente, claro, sencillo, transparente que permee a todos los venezolanos para que se comprenda que «la oposición representa una opción». Lamentablemente hasta hoy, ninguna tolda política de oposición, juntos o por separado ha sabido vender al país este proyecto de país alternativo en cápsulas potables que nos enseñe que hay algo más que el voto castigo como estimulante de un cambio necesario.

 

Entonces, siempre surge la pregunta de qué es lo que tenemos, y mi respuesta ha sido consistente al referirme a que en Venezuela el disenso democrático es representado a través de la resistencia focalizada, que por estar dispersa y atomizada es aplastada por la acción represiva de un gobierno que no admite el pluralismo de ideas y ha tratado por más de tres lustros imponer una visión hegemónica de una utopía cleptocrática que ha envilecido a unos cuantos sobre la pobreza de muchos.

 

Sin embargo, hoy tengo razones de peso para decir que yo no soy de oposición porque este concepto pertenece a un juego donde oficialismo y oposición son caras diferentes de la misma moneda en un discurrir ideológico que solo existe en el juego democrático, ese juego que en Venezuela no existe porque tener elecciones no es tener democracia. Entonces, me parece que al definirme como parte de la oposición legitimo a la otra cara de la moneda que definitivamente ha planteado una situación diferente al ejercicio digno de las libertades individuales y colectivas.

 

Yo soy demócrata y al definirme como tal, dejo ver que en la otra cara de mi moneda existe un antónimo claro y preciso que representa la verdadera realidad de la Venezuela que vivimos. 

 

Por esto apoyo la idea urgente de nuclear la resistencia alrededor del esfuerzo mancomunado por comunicar con eficacia un país posible que despierte la esperanza del apático, que motive al incrédulo de los políticos de oficio, que convenza al militar institucional apegado a nuestras leyes y que definitivamente le enseñe a nuestro pueblo que después de esto hay futuro, hay país y hay progreso.

 

Esa es la tarea, y por esto creo que es tan importante redefinir nuestra esencia existencial, nuestra identidad política y el contexto de la misma. Yo soy demócrata, y sé que tú también lo eres. Entonces trabajemos por construir esa Venezuela donde quepamos todos y donde el otro lado de la moneda siempre esté enmarcado en el respeto a las diferencias.

 

¡Amanecerá y veremos!

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