La sangre del colibrí
Por Tulio Álvarez
@tulioalvarez
El recurso de suspender una elección en las actuales circunstancias sería un suicidio político para uno de los regímenes más desprestigiado del Planeta. Ya llegó la hora de plantear urbi et orbe, como lo han hecho las autoridades colombianas en instancias internacionales, la magnitud de los crímenes que se cometen aquí. Lo que ha llevado a Maduro a una agitada gestión para ubicarse al mismo nivel de Kim Jong-un, Robert Mugabe o Aleksandr Lukashenko, solo para ejemplificar.
Se trata de reconocer a un país plagado de prisioneros políticos reos del simple delito de manifestar su opinión o adversar a un régimen conformado por narcotraficantes, corruptos y asesinos. Y los que no lo son pero los apoyan no venden la conciencia, tal como lo advierte mi hermano Jaime Ballestas, solo la alquilan para poder usarla de nuevo en otra ronda.
Analicemos por un instante la relación de acontecimientos propiciados por el régimen. Primero ese ¿Cuánto Vale el Show? que se tradujo en el alarido de guerra “Obama deroga el Decreto”; seguidamente, el quiebre rápido del Esequibo que previamente había sido entregado a Guyana por “solidaridad socialista”; después, escarceos con Colombia que terminan en un Estado de Excepción en la frontera, lo que en realidad debería ser una “declaratoria de normalidad” porque este desastre lleva años y es producto de la complicidad de las autoridades venezolanos que participan del contrabando, secuestros, vacunas y narcotráfico. El Estado de Excepción tiene más sentido político que jurídico al distraer la atención de la crisis económica al campo de lo político y aplicar la regla básica del totalitarismo: «Buscar un enemigo externo al cual culpar de su fracaso».
Finalmente, el testimonio universal de la injusticia que constituye la condena de Leopoldo López. Lo dijo el mismo líder martirizado, antes de oír su sentencia: “Usted, Provisoria, está más atemorizada que yo” porque, en realidad, la que seguirá siendo juzgada por los siglos de los siglos será ella. Sin embargo, tenemos que aceptar una cierta cualidad personal para asimilar esa vibra negativa universal y el desprecio unánime que origina su asquerosa sentencia. La mujer debe tener un aguante sobrenatural o debe valorar mucho lo que obtiene ejerciendo ese cargo. De hecho, tiene ese mérito de los irresponsables dispuestos a todo por el momentáneo beneficio.
La verdad, todo les sale mal y van en caída libre. Por eso insisto en que hasta suspender las elecciones sería lo que en ellos podría calificarse como “autosuicidio colectivo”. No existe una expresa limitación a los procesos electorales por la existencia de un Estado de Excepción; sin embargo, la consecuencia de ese acto tan impactante se traduce en la posibilidad de restringir garantías y es precisamente en este punto en el que el acto electoral se hace inviable. Se trataría de la limitación de las condiciones de participación como el libre tránsito y la libertad de reuniones, base de cualquier campaña. Pero repito, una suspensión del acto electoral sería la formalización, la certificación que ellos mismos harán de su régimen autoritario, criminal, incompatible con la comunidad democrática internacional.
Un país sin elecciones, precisamente en el momento en que todo apunta a un triunfo aplastante de la oposición a pesar del fraude electoral, aunado a la denuncia del Pacto Interamericano de Derechos Humanos y la salida del sistema internacional, no dejaría dudas y propiciaría una reacción en cadena que produciría el aislamiento en Venezuela. No es que otros países nos van a sacar de la tragedia en que hemos caído pero al menos no seguirán siendo el sustento de esta gavilla.
No olvidemos el servicio que han prestado canallas como Samper, quien gustosamente acepta que lo vinculen al narcotráfico y a las FARC pero que ahora ruega que silencien que es amigo o socio de sus rojos criollos; o Gaviria, otro que participó como coach de tercera en el equipo rojo. Hoy se le oye cantar en las calles de Medellín que aquel truhan, Secretario General de la OEA y aliado de Carter, era otro que se parecía a él… Esto sin contar el club de vividores y chulos brasileños, argentinos, nicaragüenses, bolivianos y pare usted de contar, dispuestos a justificar cualquier crimen siempre que les den lo suyo. En cuanto a los cubanos, ellos son más previsivos y ya apuntan hacia otras tetas.
Este sistema opresivo está tan podrido que comienzan a llegar los hedores a las narices de antiguos aliados. Los socialistas serios, los hay en Europa y existen evidencias de que algunos sobreviven en América, guardan cuidadosa distancia tratando de que el mundo olvide algún coqueteo inconveniente que tuvieron en el pasado con esta mezcla de autoritarismo con totalitarismo. La aberración judicial contra Leopoldo López es una imagen que el “viejo veterano internacional”, me refiero a Roy Chaderton en el sentido que utilizamos los carupaneros el término, no podrá borrar en la OEA.
En mi opinión, evidentemente política más que jurídica, ante el costo de suspender la elección, el régimen aplicara los mecanismos tradicionales de ventajismo y fraude en su máxima expresión y estudia los escenarios que atemperen los efectos de la derrota en diciembre. Todo para reflejar que siguen siendo un ensayo democrático de revolución sin violencia. Buscaran a toda costa un escenario en el que no exista mayoría calificada de la oposición y, a todo evento, ya anteriormente han vaciado de competencias a la Asamblea Nacional mediante la aprobación de una Ley habilitante que delegue las más importantes atribuciones del cuerpo legislativo. De manera que el triunfo de diciembre sea más simbólico que real.
Por lo pronto, a Leopoldo lo condenaron a más de 13 años acusándolo del crimen que esta caterva de delincuentes ha ejecutado todos los días, durante 16 años, contra la sociedad venezolano. No estará mucho tiempo más tras las rejas. El nivel de los jueces y fiscales que se constituyen en verdugos es de tal perversión que si Andrés Eloy Blanco estuviera con nosotros tendría que decir: “Aunque sin odios ni rencores hijos míos, tendréis que cobrar a los hijos las cuentas de sus padres ruines…” Y en algunos casos la cuenta será mucha más alta de la que cabe en el cuerpo de un colibrí.
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