¿Viveza Criolla?

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Dentro y fuera de Venezuela es mucho lo que se ha dicho respecto a nuestro gentilicio, la mayoría de las veces desde una perspectiva ahogada por una profunda crisis que vive o vivió el país. Los descalificativos son casi infinitos, pero probablemente resumidos en algo que los venezolanos hemos mal llamado la “viveza criolla”.

Desde políticos hasta académicos, han resumido el motivo de nuestros tropiezos como nación en esta viveza criolla. Los primeros, pretendiendo evadir parte de la responsabilidad que les corresponde y los últimos, en un intento de dar una explicación superficial  a un tema complejo.

Esto no es como Suiza, reclaman unos pocos, los otros exclaman en USA no pasa eso, algunos dicen “este es un país maravilloso, con un montón de gente de mierxa”, la mayoría de estos argumentos que si bien respeto, no comparto, son el producto de no haber salido del país o  del haber visitado otros países por unos pocos días, desconociendo la realidad que sólo conocen quienes viven en estas naciones.

Hay quienes realmente piensan que en los países desarrollados las cosas funcionan bien porque su gente es una mezcla de la Madre María de San José con José Gregorio Hernández. Pues en mi opinión las cosas no son así y el error estriba en tomar por causa los efectos. Desde hace año y medio estoy cursando un postgrado en Vancouver, una ciudad Canadiense que en los últimos años ha sido elegida en repetidas ocasiones como una de las cinco mejores ciudades del mundo para vivir. El transporte público pasa puntualmente por cada una de sus paradas, pidiendo disculpas y permitiendo viajes gratis en ocasiones, cuando ocurren retrasos de más de 5 minutos; la electricidad sólo ha fallado una vez, el año pasado, porque una tormenta tumbó el cableado de más de 5 cuadras; todos los productos que necesites y los que no, están disponibles en el mercado, independientemente de que éste sea un país petrolero y los precios del petróleo se hallan desplomado como es noticia en el mundo; transitar por las calles de noche sin siquiera pensar en quien está a tu alrededor es algo rutinario. Pero realmente no creo que los habitantes de esta ciudad sean más o menos que los habitantes de La Pastora en Caracas.

Drogadictos, estafadores, chanchulleros para resumirlo con palabras criollas, abundan en esta ciudad. Sólo basta intentar alquilar un apartamento o buscar trabajo y desplegar tu acento de extranjero para abrir la posibilidad de ser víctima de toda clase de marañeros que en cualquier lugar del mundo abundan. Oígase bien: CUALQUIER LUGAR. Las fallas en el sistema aunque son excepcionales, ocurren, pero la forma de resolver las fallas es tan rápida y eficaz que la normalidad se rescata en un abrir y cerrar de ojos. El otro día ante una falla en el metro (bastante excepcional) observaba a la gente -que comúnmente es bastante organizada, hacen filas, dan paso a ancianos y niños- desesperarse y empujarse los unos a los otros para tomar el tren, y la verdad es que la escena me recordó a la estación de Plaza Venezuela a eso de las 6:30 p.m.

La pregunta que no dejaba de hacerme es ¿qué causó que personas que normalmente siguen ordenadamente las reglas, las rompieran esta vez? Y la respuesta no puede ser otra cosa que el sistema. Imagínense por un momento que los habitantes de Vancouver, tengan que levantarse a las 3:00 a.m para recoger la poca agua que les va a llegar el único día a la semana dispuesto por las autoridades para ello; a las 5:30 a.m esperar el metro en Palo Verde y rezar todo el camino para no ser víctimas de un asalto; al llegar a sus trabajos, con muchísimo trabajo acumulado y con poco tiempo para hacerlo, el jefe decida mandarlos a una marcha en contra de todo lo que piensan; a las 5:00 p.m luego de la marcha, en vez de ir a descansar tengan que ir a continuar una cola que su vecina le estaba haciendo porque llegó el pollo en un PDVAL, que luego de cinco horas de pie, le informan que el pollo se acabó, por lo que tendrán que volver a su casa sin comida; tener que tomar un taxi porque a esa hora no hay transporte público, y el taxi les cueste el equivalente a cuatro días de sus salarios; al llegar a su casa le informen que a su papá se le subió la tensión porque desde hace dos meses que no consiguen el Benicar; enciendan el televisor para alejarse un poco de esa realidad y el canal del Estado les informe sobre los cinco motores que el presidente diseñó para seguir reforzando la Venezuela potencia que él y su partido han construido en estos últimos 17 años.

No es muy difícil imaginarse qué pasaría con los habitantes de Vancouver ante esas penosas circunstancias. La viveza no es tan criolla como nos han hecho creer incluso extraordinarios autores como Arturo Uslar Pietri y José Ignacio Cabrujas entre otros, es un mal que afecta a cualquier país del mundo, y el único remedio posible es construir instituciones que funcionen, donde las quejas sean resueltas; las elecciones disminuyan las tensiones políticas; las policías aseguren los espacios públicos; los políticos resuelvan problemas en lugar de crearlos. La verdad, como venezolano me enorgullezco de ver en mi gente una solidaridad y una esperanza infinita, que a pesar de no ser parte de las noticias y pese a las terribles circunstancias que vivimos hoy en día, es uno de los rasgos más marcados de nuestro gentilicio. Que no se nos olvide que los países no son sus gobiernos, son su gente, su cultura, sus paisajes y todo eso que nos hace venezolanos.

Víctor Bolívar
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