Arráiz: hombre, vida y literatura

Por Mariana Zambrano

@zam_mariana

 

 

 

¿Cuántas personas pueden alzar la mano y asegurar con certeza que conocen la obra de Antonio Arráiz y, más aun, su vida? Desde mi punto de vista serán pocos. Para aquellos que no han tenido la suerte de cruzarse con sus novelas, cuentos o ensayos hemos dedicado este artículo. Y, para los que saben de la amplia creación artística de este escritor, nuestras palabras endulzarán su memoria.

 

La vida y la obra de este escritor estuvieron siempre ligada por una sola cosa: su inmensa pasión por Venezuela.

 

El barquisimetano nació en 1903. El estado Lara, no solo fue su cuna, sino también su hogar durante sus primeros años de vida. Se conoce que los padres del escritor fueron el doctor Juan Arráiz y Concepción Mujica de Arráiz. Como todo muchacho de la época Arráiz se vio envuelto por dos grandes sueños: ser actor y aviador. Para materializar sus anhelos y bajo el dominio de carácter aventurero viaja en 1919 a Estados Unidos, contando con tan solo 16 años de edad. En medio de ese riesgo, el joven lee y se hace conocedor de la poesía del famoso escritor Walt Whitman. Sin embargo, tras no haber logrado sus metas en el norte, regresa en 1922 a Venezuela.

 

 

Arráiz se relaciona más con la poesía después de mantener amistad con el conocido Luis Enrique Mármol. En este instante, vida y literatura se funden hacia una misma dirección dentro de la vida del joven.

 

La primera obra de Antonio Arráiz fue Áspero, publicada en 1924. Con ésta el joven escritor fue catalogado como un revolucionario dentro del mundo de las artes, ya que fue uno de los primeros en romper con el canon modernista que venía dominando la literatura de nuestro país. Al mismo tiempo, es considerado como uno de los predecesores del vanguardismo venezolano.

 

Desde el inicio, Arráiz se distancia de las formas tradicionales, es cierto, pero a su vez agrega una nueva visión y un nuevo estudio dentro de las letras del país: la auténtica dedicación a su tierra. Desde el principio, el escritor se centra en el continente americano, exaltando su propia esencia. Lo vemos en América:

Canto a mi América virgen.

Canto a mi América India

sin españoles y sin cristianos.

Canto a mi triste América (Arráiz, 1985; pág. 5)

 

Áspero  por lo tanto funciona, así como llegó a catalogarlo Arturo Úslar Pietri como un libro que lleva al hombre “al concepto de ser americano” (Uslar Pietri citado por Liscano, 1966; pág. 10). Una vez entendido esto, Arráiz no se queda tranquilo y dirige su mirada en Venezuela. Trabaja de manera incesante. Su poesía se va cerrando cada vez más para hablarle al hombre de su país. El poeta siente un cariño por su gente, su cultura y su continente. Como ejemplo de esta mirada podemos considerar otro poemario, Parsimonia del año 1932. Arráiz canta su pasión así:

Quiero estarme en ti, junto a ti, sobre ti, Venezuela,

pese aun a ti misma.

Quiero quedarme aquí, firme siempre,

sin un paso adelante, sin un paso hacia atrás.

He de amarte tan fuerte que no pueda ya más,

y el amor que te tenga, Venezuela,

me disuelva en ti.

Quiero ser de ti misma, de tu propia sustancia,

como roca;

o quizá echar hondas, infinitas raíces,

enterrarme los pies

como árbol

y plantarme en ti, de tal modo

que no me conmuevan (Arráiz, 1987; pág. 57)

 

En el verso observamos que no sólo se trata de una referencia al país, sino que prevalece en el mismo una mirada personal del escritor, donde los sentimientos por Venezuela son los primordiales detonantes del poema. Dicho interés –según la crítica– movió al escritor a una misión que comprometiera a todo un grupo, es decir, sentía que su trabajo debía enmarcarse dentro del “interés colectivo”. Esto fue motivado, en parte, por las experiencias que vivió Arráiz alrededor de los años treinta. Hechos que influyeron de manera notable en su literatura. Toda la obra de Arráiz, toda su concepción del ser venezolano está estrechamente ligada a su vida y éste comenzó a transmitir dichas ideas y sentimientos desde Áspero.

 

El mismo Juan Liscano, gran conocedor de la amplia gama literaria de Antonio Arráiz, manifiesta que las 40 composiciones que conforman el primer poemario del escritor funcionan como la base principal de lo que será el resto de su trabajo artístico.

 

Para 1938 se publica ―estando Arráiz bajo prisión― Puros Hombres obra en la cual, haciendo uso de la prosa, expone lo que fue estar encarcelado. El interés por este tema estriba en el confinamiento que sufrió durante su juventud en la cárcel La Rotunda, del año 1928 hasta 1935, por su participación y manifestación en la conocida semana del estudiante. La represión estudiantil fue dictada por el entonces presidente y dictador de Venezuela, Juan Vicente Gómez. Arráiz fue liberado, al igual que muchos otros escritores y presos políticos, tras el fallecimiento del mandatario en 1935, siendo éste último el gobernante que ha permanecido por más tiempo en el poder  (1908-1935).

 

Arráiz, después de ser puesto en libertad, no estuvo conforme y trabajó, así como en Puros Hombres, en un volumen de cuentos que, tras la máscara de la inocencia, revela la lucha de dos modelos sociales, Tío Tigre y Tío Conejo (1945). Este libro, no solo rescata personajes del folclore tradicional y algunas historias de la narrativa oral, sino que, haciendo uso del humor, nos demuestra que la esencia del venezolano reside en su propia manera de tomar la vida.

 

La predilección que sentía Antonio Arráiz por Venezuela no se estancó en una mera idealización de la misma, sino que también contaba con un motor que lo impulsaba a ir más allá de la crítica o descripción de crudas realidades. En 1940, ya de edad madura, se dedicó a escribir bajo una perspectiva más pedagógica —originada por el hecho de trabajar para niños y jóvenes— en la obra Culto Bolivariano, la cual consistía en rescatar y organizar ideas de El Libertador y la importancia que, según el propio Arráiz, tenía esta figura dentro de nuestro país. A partir de este trabajo, más allá de ser un escritor, logró consolidarse como un maestro sin aula. 

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