La degradante agonía de la MUD

La MUD, de gestión autoritaria y no democrática, que manda pero no dirige, agoniza. Sin embargo, se resiste empecinadamente a morir. Y así, como si nada hubiera pasado,  sus jefes se limitan a exhibir una falsa disposición a rectificar sus estrategias, pero sin siquiera insinuar la posibilidad de que al fin alguno de ellos vaya a admitir su responsabilidad por haber caído una vez más en la habitual trampa electoral del régimen. Se trata de la reiterada e impropia conducta que los ha llevado a hacer causa común con Nicolás Maduro desde que en 2014 acusaron a la dirigencia estudiantil, al Leopoldo López de entonces, a María Corina Machado y a Antonio Ledezma de querer precipitar al país por el despeñadero de una violencia ciega y culpable. Una conducta tan impropia que ahora la MUD se apresta a dar tres nuevos saltos mortales.

El primero simplemente aspira a encontrar alguna sinuosa forma de justificar que los 5 gobernadores beneficiados con las adjudicaciones hechas por Miraflores el 15-O juren sus cargos ante la espuria Asamblea Nacional Constituyente, sin que ello implique reconocer la legitimidad constitucional de un organismo que no pasa de ser una unidad funcional del PSUV. Poco les importa a los dirigentes de la MUJD que el 16 de julio más de 7 millones de venezolanos les dieron el mandato expreso de desconocer esa supuesta Constituyente. La dialéctica, incluso la de los partidos políticos de la oposición (recuerden aquella incisiva observación de Manuel Caballero según la cual ningún partido político venezolano es marxista pero todos son leninistas), sirve para todo.

El segundo salto futuro de la MUD en el vacío depende exclusivamente de esta artera  maniobra. Lo cierto es que a la MUD no le importa que estos 5 presuntos gobernadores se crean lo que en ningún momento son ni serán. Lo que de veras cuenta para la alianza es que el régimen les reconozca un poco de poder y algo de presupuesto. Y, sobre todo, que la MUD, como agente electoral de los partidos que la controlan, no se pierda ningún episodio del perverso juego electoral diseñado por Hugo Chávez y sus asesores cubanos en 1999 para gobernar “democráticamente” hasta el fin de los siglos. En este caso, y por inverosímil que parezca el objetivo, para no perder la oportunidad de conquistar algunos espacios, por insignificantes que sean, en las próximas elecciones municipales.

La tercera y sin la menor duda más decisiva pirueta de la MUD será regresar cuanto antes a República Dominicana para reanudar sus conversaciones con los representantes del régimen, no suspendidas hace algunas semanas, sino apenas pospuestas temporalmente, mientras se realizaba la burla electoral del 15 de octubre. No en balde el propio Jorge Rodríguez, en declaración publicada por el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, en su edición del pasado 11 de octubre, anunciaba con una gran sonrisa en los labios, que “después de las elecciones nos vamos a sentar a terminar el acuerdo de convivencia en el que ya hemos avanzado muchísimo los sectores de la derecha venezolana y las fuerzas de la revolución.”

Estas palabras son categóricas, pero ningún vocero de la MUD las ha refutado a pesar de que ellas muestran, con bochornosa franqueza, la verdadera naturaleza de los diálogos sostenidos entre el gobierno y la oposición oficial desde aquella infame Mesa de Negociación y Acuerdos servida en 2003 por dos mediadores de postín, César Gaviria y Jimmy Carter, hasta estas últimas rondas, promovidas por José Luis Rodríguez Zapatero y Ernesto Samper, colaboradores de muchísima menos jerarquía y condición, con el único propósito de alcanzar acuerdos beneficiosos para ambos bandos. Para eso, precisamente para eso, cada vez que en la agenda política del régimen surge un obstáculo, intervienen diversos mediadores comprometidos con la tarea de facilitar un encuentro que les permita al gobierno y a la oposición oficial, llámese Coordinadora Democrática o MUD, superarlos sin mayores contratiempos.

Mientras tanto, los venezolanos de a pie, o sea, los que sufren a diario las devastadoras consecuencias de una crisis global y sin precedentes en los anales históricos de Venezuela, despiadadamente acosados por unos y otros, se ven cada día más condenados a vivir en una noche larga, desesperada y degradante.

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