Entre lavanderos te veas

El oficio de lavandera ha gravitado en el imaginario venezolano,  desde la colonia, como un acto íntimo y decoroso. Las lavanderas coloniales y también las decimonónicas, acompañaban sus jornadas con cantos, y esto, hacía más sublime el oficio de lavar, al punto  que, los académicos de la música los han categorizado como cantos de trabajo, es decir, el asunto de lavar no es tan malo, al contrario, dignifica al ser humano.

Pero hay más, lavar también se convirtió en  una metáfora de la pureza espiritual,  lo ha dicho la iglesia, el pecado original es una  mancha que se lava con el bautismo, en otras palabras, el lavado, es sinónimo de limpieza del alma traducido como honradez y decencia  y que nada tiene que ver con lo material, pues este tipo de limpieza lo que trae es paz y tranquilidad. Pero si bien los cristianos lavan el pecado original con agua, los paganos (o más bien pagadores) lavan justo con billetes verdes. ¿Quien iba a imaginar en la colonia, que la palabra lavar adquiriría varios siglos después, un significado tan distinto al que tenía para las lavanderas?

Ahora bien, el punto está en el objeto lavado, si se lava ropa, tendrá un agradecimiento doméstico, y si lo que se lava son  pocetas, de igual manera es un trabajo loable porque esto se traduce en salud, aunque  la poceta sea ajena. Así que no hay que escandalizarse con los venezolanos en el exterior  que ejercen oficios como este, y menos cuando el pago por ese gran trabajo, sea miles de veces mayor, que lo que gana un profesor universitario durante un año en Venezuela. Solo tienes que lavar, utilizar bien el detergente, el desinfectante, etc., y luego te vas a descansar, pero si eres académico (en Venezuela) debes preparar las clases, hacer extensión,  investigación, sacrificar fines de semana y siempre llevar esa carga como una cruz a cuestas, por 5 ò 7 dólares mensuales, ahora, de lo que sí hay que escandalizarse es de esas lavadas de dinero que reproducen  empresas de todo tipo y que aparecen de la nada.

Hay lavadas de lavadas, no es lo mismo ejercer el trabajo de lavar pocetas con dignidad para levantarse junto con la familia, que lavar  negocios oscuros, y es que así como la limpieza es sinónimos de claridad, la suciedad es sinónimo de oscuridad. Se ha puesto de moda desde hace más o menos veinte años lavar dinero, pero ¿qué significa esto? Muy sencillo, toda la compra y venta de productos ilegales, prohibidos etc., como la droga, por ejemplo, produce mucho dinero, sin embargo, depositado en los bancos o en bóvedas privadas, no tendría tanto rendimiento, como si se invierte en  objetos valiosos, bienes muebles, o grandes construcciones, empresas, entre otras cosas, que sí se revalorizan y además, le da una justificación al dinero mal habido.

Pero cada lavandero tiene su estilo. Pablo Escobar, lavaba millones de dólares  con la construcción de casas, escuelas, canchas deportivas y hospitales para los pobres, más que lavar, Pablo purificaba espiritualmente el dinero que adquiría de la droga. Sus obras eran como un acto de contrición. El Robin Hood colombiano, le llamaban,  por un lado mataba y por otro, daba vida.

El Chapo Guzmán, también tiene su estilo, en Badiraguato es considerado un santo porque entre otras cosas, construye iglesias, abre puestos de empleo con la siembra y cosecha de marihuana y amapola, empleos que aunque no son fijos, les mitiga el hambre a las familias por breves periodos.

Pero el lavado de dinero va más allá de la filantropía exculpatoria, en el terreno de la política corren ríos de billetes verdes, la mayoría de las campañas presidenciales o locales, son grandes lavanderías, todo el mundo lo sabe, para nadie es un secreto que América del Sur es un gran cuarto de lavado; Brasil, Venezuela y Argentina, son campeones olímpicos en lavandería y aquí viene otro estilo de lavado. Una empresa bien  constituida, y supuestamente seria como Odebrecht  recién ha puesto el dedo sobre la llaga, y tal parece, que no dejó hueso sano en toda Latinoamérica; presidentes, empresarios, hijos de políticos, campañas políticas, y pare usted de contar, asistieron a la fiesta con muy buen jabón y todos salieron limpiecitos como un sol. Odebreth hizo todo el ciclo de una lavadora: restriega, enjuaga y por último, tuerce.

En fin, en estos tiempos postmodernos cualquier cosa puede ocurrir de la mano que mece la cuna, desde una obra social y humanitaria, hasta presidentes aparentemente demócratas.  

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