Una dictadura de sondeos

Ilustración: Yanel Sánchez.

La Sudeban ha ordenado limitar el acceso a las plataformas bancarias, desde el exterior. Así lo refiere una nota de prensa,  interesadas tanto o más las autoridades en la data personalísima de los usuarios, que en la tramitación de las remesas del exterior por las casas de cambio.

Data a la que no ha podido acceder o tiene algunas dificultades para lograrlo, pues, si algo ha prosperado en Venezuela, son los servicios de (contra) inteligencia del Estado que, bien presupuestados, no debemos subestimar, aunque los presumamos por momentos colapsados. En regímenes como el que transitamos, está negada toda privacidad excepto tratemos de los prohombres del poder y sus relacionados.

Precaria, quizá la era de la abierta interconectividad no ha finalizado por estos lares, debido a la provechosa manipulación que le da un vuelo distinto a la dictadura, comparándola con otras obscurantistas del pasado y del presente, más allá de las fronteras; al indispensable pulso de la opinión pública que le permite acertar en sus más variadas maniobras, pues, al fin y al cabo, se trata de una dictadura de sondeos que no pudo imaginar Lenin; y, un elemento decisivo, ensaya un vasto drenaje emocional que, de otro modo, convalidaría y reforzaría la protesta real, viva y palpable que no ha podido neutralizar  o derrotar. En éste último caso, es el mayor temor, no cabe duda que la brutalidad represiva ha de darle alcance a sus propios y minoritarios partidarios, a  los que sabe inconformes y desesperados, intentando administrarlos por una múltiple bonificación: pronto a deshacerse el dinero selectivamente depositado, por la realidad hiperinflacionaria, sólo desea ganar días o meses para el zarpazo final.

Hubo intentos muy serios de condicionar y controlar hasta el correo electrónico, por 2015, a través de la Asamblea Nacional que monopolizaban, so pretexto de regular el comercio electrónico, pero – advertida – la oposición tuvo el tino de preverlo y abortarlo, a pesar de la conducta pasiva y resignada, difícil de igualar con la prudencia, en relación al sector privado especializado en el ramo. Por lo demás, vocacional y vorazmente mercantilista, las camarillas del poder prefieren hacerse del negocio, en lugar de confinarlo a un Estado que dividendo alguno les reportará. Acotemos, ha sido más útil y eficaz la compra de una televisora de noticias de la que se sirven, sirviéndole al régimen que desea aparentar el libre juego de las ideas, que los canales absolutamente en manos de la burocracia del Estado que nadie ve, salvo los programas que convierten los informes de (contra) inteligencia en un espectáculo.

Medidas, como las adoptadas por las autoridades bancarias, se extenderán de un modo u otro, pero arriesga demasiado la dictadura de generar una masiva desconfianza hacia los medios que les son políticamente útiles, mejor dispuestos para vociferar la guerra económica, prever reacciones de la población y, estigmatizando a la oposición, bajar la  línea de acción a sus seguidores. Cierto, buena parte de la población no está directamente conectada, en las postrimerías del mercado de la telefonía móvil celular, pero las noticias corren y llegan a punta de bytes, siendo más peligroso que lo hagan por radio-bemba, la emisora que anuncio la luminosa madrugada del 23 de enero de 1958.

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