Doctor Yaso: Héroes en los hospitales

Por Madeleine Navas

@madenavas

 

 

 

“Ser payaso es una profesión como cualquier otra, con todas las características de compromiso y responsabilidad que tiene cualquier profesión.” Elisa Borrell

Doctor Yaso – Payasos de hospital es una asociación sin fines de lucro creada en febrero de 2005, cuyo propósito general es aliviar el sufrimiento de niñas y niños pacientes de los hospitales. Sus pilares fundamentales son: la humanidad, respeto, vocación de servicio e igualdad. Con diez años de trayectoria, celebran el lanzamiento del calendario 2016 que ya está a la venta y en el que, diecisiete celebridades venezolanas participaron.

 

Guayoyo en Letras tuvo la oportunidadde conversar con Elisa Borrell, representante y voluntaria activo de Doctor Yaso, productora del calendario en el que participan distinguidos personajes de Venezuela, con la finalidad de mostrar la labor que hacen. También es la coordinadora de la sede de Guatire – Guarenas.

 

Guayoyo en Letras: ¿Cómo inicia Doctor Yaso?

Elisa Borrell: Tras las Vaguadas en el Estado Vargas, una pareja de actores profesionales con un pequeño grupo de teatro, se les ocurrió la idea de ir a los refugios donde estaban las víctimas de esa situación tan terrible,  para ver qué podían hacer desde lo que sabían hacer: la actuación (son payos profesionales). Así nace Doctor Yaso, nace en los refugios. Se dieron cuenta de la aceptación de las personas, el cambio de ambiente, los niños que tras esa situación comenzaban a sentirse mejor, y las familias se integraban un poco más.

 

Luego se une un tercer miembro, Franklin Romero, y entre ellos empiezan a visitar diferentes lugares, no solamente los refugios, también empiezan a hacer algunos toques en los hospitales; se dan cuenta que definitivamente ese movimiento era mucho más grande y comienza a sumarse más gente. Así deciden entrenarse para ser payasos de hospital y luego crean de una manera más formal Doctor Yaso. Hoy en día somos más de 2000 voluntarios a nivel nacional.

 

Venezolanos que emigraron por diferentes razones y voluntarios activos se llevaron el proyecto y bueno, estamos creciendo. Tenemos tres sedes internacionales: Miami, que acaba de abrir, Panamá y República Dominicana que ya tienen dos años de apertura. Y tenemos 24 sedes a nivel nacional.

 

G.L.: ¿Cómo fueron los primeros años? ¿Ha sido difícil conseguir voluntarios?

E.B.: Conseguir voluntarios nunca ha sido difícil, porque los venezolanos tenemos en común que somos gente buena, conseguir voluntarios y gente que se suma gracias a Dios nunca ha sido un inconveniente para nosotros. Al principio obviamente, como todo comienzo, es muy difícil hacerles entender a los demás qué es la misión del payaso dentro de un hospital. Nos costó un poco la aceptación de los médicos y las enfermeras, de alguna manera entender que el payaso forma parte de un proceso de sanación y no somos un estorbo. Sí costó al principio, pero hoy, gracias a Dios los médicos nos reconocen como parte de ese proceso, nos piden ayuda, nos extrañan cuando tenemos días sin ir a los hospitales. Ya formamos parte de ese equipo, de todo lo que engrana un proceso de salud.

 

G.L.: ¿Qué necesita un voluntario para ser parte del equipo de Doctor Yaso?

E.B.: Para ser parte del equipo lo que se necesita es tener entre los 18 y 99 años, básicamente. Si tienes más de 99 tienes que tener un permiso especial, así decimos nosotros (risas). Pero en principio cualquier persona mayor de 18 años con ganas de hacer algo positivo y de dar amor. No tenemos ningún tipo de perfil o característica particular; una de las razones principales de Doctor Yaso es que aquí cabemos todos. Nosotros somos un maravilloso punto de encuentro de gente que piensa y que es diferente, y eso para nosotros es maravilloso. Imagínate, hoy en día somos 2046 voluntarios formados, lo que quiere decir que hay una diversidad que además le da ese color particular que tiene Doctor Yaso.

 

G.L.: ¿Qué significa Doctor Yaso?

E.B.: Celebrar la vida cada instante, porque la vida es lo único que nosotros tenemos que defender ante todo. Y la vida obviamente puede llegar a ser muy dura, y la adversidad puede dominar situaciones en algún momento. Pero he aprendido en Doctor Yaso que la adversidad no se niega, porque el hecho de que yo sea Payaso de hospital no quiere decir que no sé que estoy en un hospital, lo sé, nosotros decimos que la adversidad es una señora que tomamos de la mano de manera consciente y la invitamos a jugar. La invitamos a ser partícipe de nosotros.

 

G.L.: Dentro del hospital… ¿cuál es el trabajo de Doctor Yaso?

E.B.: Nosotros trabajamos desde la improvisación. Es un arte que se aprende como todo, y que no es tan complicado como parece. Dentro de los hospitales jugamos con todos, porque todas las personas que están ahí forman parte del mismo proceso de sanación; eso quiere decir que jugamos con las enfermeras, con el personal administrativo, el de mantenimiento, con los médicos y con todas las personas que están ahí. Y dentro de las habitaciones que digamos que es la labor como tal, lo que tratamos es de desdramatizar ese ambiente que es la parte que realmente tiene que ver con nuestra labor. ¿Cómo lo hacemos? Bueno, jugamos con ese paciente, jugamos con sus acompañantes, porque el acompañante para nosotros es tan valioso como el paciente y, jugamos desde la improvisación, no tenemos nada preparado, no tenemos un show preparado, ni un talento específico. Nosotros decimos que el payaso es todos los colores, por lo tanto se sabe todas las canciones y todos los cuentos… un payaso de hospital nunca dice que no a la petición del paciente. Nosotros jugamos con lo que haya en la habitación, por eso no podemos tener nada preparado.

 

Y no es necesariamente nuestra labor hacer reír, porque la alegría a veces no tiene nada que ver con la risa eufórica, la alegría es más un estado de ánimo, entonces a veces nos toca estar ahí acompañando. Nuestro proceso es más de acompañamiento que de hacer una fiesta. Para eso nos entrenan.

 

G.L.: ¿Cuál es la finalidad de los calendarios?

E.B.: El calendario de Doctor Yaso, que además es uno de los proyectos más importantes que tenemos dentro de la organización, tiene dos objetivos principales: el primero es que para nosotros es una ventana que le muestra al mundo nuestra labor, el calendario son fotos reales en situaciones reales, no son fotos posadas, son pacientes que obviamente nos dan su permiso para tomarles las fotos en ambientes hospitalarios. Las personalidades que aparecen dentro del calendario son venezolanos en su mayoría que deciden apoyar a Doctor Yaso y van a un proyecto que se llama Doctor Yaso Por Un Día; se hace un pequeño entrenamiento donde se les explica lo que es ser un payaso de hospital, y luego entra a una habitación del hospital con un voluntario de una de las sedes a nivel nacional que tiene más experiencia.

 

El segundo objetivo es que la venta de este calendario es nuestra forma de obtener recursos porque nosotros somos sin fines de lucro, por lo tanto obviamente vivimos de nuestros proceso de captación de recursos y este es uno de los mecanismos que usamos. Vendemos el calendario y el costo va directamente al crecimiento y al entrenamiento de los demás voluntarios.

 

G.L.: ¿Doctor Yaso tiene una edad limitada de pacientes?

E.B.: No, digamos que en principio, nuestra prioridad son los niños, las áreas pediátricas, porque obviamente consideramos que es los que más lo necesita este proceso de producir endorfinas para sanar, pero nosotros estamos entrenados para jugar con pacientes en estado de hospitalización, lo que quiere decir que ahí caben todos. Primero vamos al área pediátrica, dependiendo de los payasos y del tiempo visitamos otras áreas de los hospitales, además, casi todas las sedes a nivel nacional tiene dentro de sus visitas oficiales ancianatos, orfanatos, casas hogar de niños, vamos a los refugios, hemos hecho actividades dentro de las cárceles con las familias. Realmente en principio Doctor Yaso somos payasos de Hospital, hoy en día con todos estos procesos que hemos tenido somos un payaso social que desdramatiza los ambientes donde la adversidad es la que está dominando. Hoy en día vamos un poco más allá de los hospitales.

 

G.L.: ¿Conocen la historia de los pacientes a los que visitan?

E.B.: No, nosotros nunca preguntamos qué tiene el paciente, jamás. Nuestra razón de entrar a una habitación es que el foco deje de ser la enfermedad, y que el foco comience a ser el payaso, ese pedacito de alegría. Como mi visión es que cuando yo estoy allí no existe enfermedad porque para un payaso la enfermedad no existe, no preguntamos qué pasa, nos concentramos en celebrar ese momento desde la alegría. Nosotros estamos en los hospitales por la vida, no por la enfermedad.

 

G.L.: ¿Qué es lo que les da fuerzas cuando están dentro de la habitación?

D.Y.: Todo comienza desde el principio, para mí ese niño quiere jugar, un niño siempre quiere jugar. Más allá de la enfermedad está el niño y está comprobado que los niños son los menos conscientes de lo que está pasando, porque no lo entienden. Todo comienza desde donde yo juego, usamos la técnica clown, que es la técnica del payaso, una técnica de actuación.

 

Yo no veo a un niño que está enfermo, yo veo a un niño que quiere jugar, en unas determinadas condiciones, solamente él sabe hasta dónde puede llegar.

 

No soy capaz de entrar a una habitación y decir lo que está mal, si el niño está muy enfermo o sano. No jugamos nunca desde la compasión.

 

Cuando se está en un proceso de hospitalización, lo que te está pasando no es opcional,  ni el médico, ni la enfermera, ni el dolor son opcionales. Tienes que estar allí y punto. El payaso sí es opcional, por lo tanto, cuando entro a esa habitación le entrego a ese paciente una varita mágica en el que le doy el poder de decidir sobre el payaso, no llegamos a imponer un juego.

 

G.L.:¿Son bien recibidos por los pacientes? ¿Y por sus familiares?

D.Y.: Si. Sin embargo para mí es una bendición que un paciente me diga que no. Porque tratar de convencer al paciente que me deja entrar para mí es un juego maravilloso, porque cualquier cosa es un juego. Nos pasan dos cosas: primero que hay muchos padres que nos dicen “a mi hijo no le gustan los payasos” y descubrimos que en la mayoría de los casos que a quien no le gusta los payasos es a la mamá y al papá y no al niño. Cuando es un niño más o menos grande, que tiene un poco más de consciencia, dos o tres años para arriba, nosotros le preguntamos es al niño si podemos pasar, si el niño me dice que sí y su mamá que no, convenzo a la mamá, pero realmente quién tiene el poder es el paciente.

 

Cuando un paciente me dice que no para mí es un milagro, es una oportunidad de hacer diez millones de juegos que tienen que ver con ese “no quiero”. Sin embargo lo respetamos, no forzamos la barrera, si un paciente dice que no, es no, nosotros somos opcionales y él tiene el poder. Si no convencemos a la mamá, también lo respetamos.

 

G.L.: Para finalizar ¿cuál ha sido la experiencia que te ha dejado el corazón arrugadito, que te ha marcado más?

D.Y.: Hay muchas, pero hay una en particular que la tengo como una talismán siempre. Una visita que hice en el Pérez de León en Petare. No tenía mucho tiempo jugando y mi compañera tampoco, no llegábamos al año. Empezamos a jugar con un niño que tenía unos tres años, su mamá nos dejó jugar con él, pese a que ella tenía una cara súper seria, intentábamos involucrarla pero estaba renuente a todo. El niño no se reía, no quería nada, nos veía con una cara de rabia increíble y nosotros así como bueno, hay un punto en el que tampoco puedes obligar al niño a que juegue, él nos miraba mucho, nos miraba el vestuario y la nariz. A mí se me ocurrió sacar el burbujero porque además las burbujas son el santo que todo lo puede (risas), y empecé a sacar burbujas y esas cosas típicas de ese momento y el burbujero no funcionaba, no entendía qué pasaba… yo empecé a pelear con el burbujero y me di cuenta que el niño empezaba a reírse con la malicia de que mi burbujero no funcionaba. Jugaba con eso, soplaba a propósito para que no salieran burbujas, se lo coloqué a mi compañera, al niño y a la madre y nada. Él empezó a reírse y a medida que iba jugando desde la torpeza, mientras más torpe hacía el tema de las burbujas más se reía. Entró una enfermera a preguntar qué pasaba porque no era normal que él estuviese riéndose así y ella salió aún más asustada de la habitación, seguimos jugando, el niño se caía para atrás de la risa. La mamá estaba llorando muchísimo, y me asusté terrible porque dije “estoy haciendo algo mal”. Seguí jugando con él, trataba de integrar a su mamá y dentro de su sollozo y su llanto me dijo: “no sabía que mi hijo se podía reír”.

 

Eso es mi talismán, como mi bandera, mi recordatorio, inclusive a nivel personal. Cuando estoy en una situación complicada, recuerdo que ese niño no podía reírse, no sé qué tenía ni por qué no podía reírse. El llanto de la madre era de asombro, cuando me dijo eso, mi compañera y yo nos miramos la cara y dijimos “entonces esto hay que explotarlo hasta donde podamos porque es un momento único”.

 

Llegó la enfermera con el doctor que lo trataba y no pudieron entrar a la habitación, se quedaron en la puerta. Volteo y veo al médico llorando y ahí dije: “esto definitivamente es un milagro para ellos” y ser partícipe de eso para mí es una bendición que todavía llevo conmigo y lo llevaré siempre.

 

Llegó el momento en el que teníamos que terminar la visita, incluí a la mamá en el juego y le entregué el burbujero para que siguieran jugando para poder irnos. Cuando salimos de la habitación el médico no me dijo nada, solo me abrazó, fue un abrazo desde la celebración del milagro.  

 

Fue en ese momento cuando me conecté realmente con la vida desde mi alma y mi corazón.

 

Esas palabras “no sabía que mi hijo se podía reír”, no las voy a olvidar nunca, son mi bandera, ¿por qué no voy a poder tener la fuerza para hacer tal cosa si ese niño se pudo reír?

 

Si la felicidad tiene ojos, son los de esa madre… si la felicidad tiene forma, es ese niño riéndose…

 

 

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