EDITORIAL #121: SIRIA

Cuando en 2011 comenzó la “primavera árabe” y en Siria las primeras protestas de jóvenes estudiantes empezaban a tomar las calles, el régimen de Bachar El Asad decidió reprimirlas con una ferocidad inédita, incluso mayor a la que ocurría en Libia por parte de Gadafi.  El gobierno de Asad no solamente se valió de sus métodos tradicionales, como sus servicios secretos y policiales, sino también usó a su Fuerza Armada y su armamento más potente para barrer las calles de sus opositores y del pueblo que protestaba. Asad y los suyos apostaban a que una reacción violenta y rápida sería suficiente para destrozar a sus opositores junto a cualquier intención de revolución que pudiera existir. Se equivocaron.

El gobierno sirio no contaba con la valentía de su pueblo, lo cual fue incentivando una organización y acción guerrillera que estos últimos días no solamente llevó la guerra a las calles del mismísimo Damasco, sino que logró incluso penetrar hasta el círculo más intimo de los Asad. La semana, pasada un atentado suicida acabó con la vida de su ministro de Defensa, Daoud Rajha, y otras dos personas de la alta cúpula del gobierno: uno de ellos, el cuñado de Asad, Asefl Shawkat, viceministro de Defensa y casado con su hermana Buchra.

Los últimos días han sido confusos en Siria. Aunque el gobierno intentó reaccionar de manera inmediata al atentado nombrando un nuevo ministro de Defensa y rearmando su cúpula de seguridad, hay diferentes versiones incluso sobre el paradero del mismo Asad, tanto que algunos afirman que se encuentra en Latakia, una ciudad al noroeste del país debido a la convulsión en la que se encuentra Damasco y a la pérdida parcial del control de la capital por parte de sus fuerzas.

Siempre es difícil pronosticar lo que puede ocurrir en una situación tan inestable y delicada como la presente en Siria. Sin embargo, cada día que pasa la cercanía al fin se hace más evidente. Si algo está claro hoy, es que en Siria la dictadura sigue siendo tan salvaje como siempre, pero está más débil que nunca. 

Lo más delicado y que debe llamarnos a una profunda reflexión es que, con el paso del tiempo, esta historia será recordada por dos características igual de trágicas: la violencia inhumana de un gobierno contra su propio pueblo y el silencio imperdonable de muchos otros alrededor del mundo.  

Miguel Velarde
Editor en Jefe
@MiguelVelarde
mvelarde@guayoyoenletras.com
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