LA DEMOCRACIA Y LAS LUCHAS IMPRODUCTIVAS
Por Gabriela Amorín
“Lo difícil es la paz –observa el filosofo Alain el 7 de julio de 1914- Lo escaso es la razón. Y quiero rendir homenaje a la prudencia, porque ninguna locura es prudente, ninguna pasión es prudente. Y es posible drogarse con el heroísmo como con la morfina”[1].
Las condiciones que determinan cuáles países son considerados potencias y cuáles no, parecen haberse estado modificando durante la historia de la humanidad. Los países concebidos, para ese entonces, como más poderosos, eran aquellos que gozaban de numerosos territorios dominados, gran extensión territorial, ejércitos cuantiosos y una importante infraestructura militar, el desarrollo económico era proporcional a las conquistas territoriales y un gran porcentaje de los beneficios obtenidos eran dirigidos a la defensa nacional.
La ineficiencia y destrucción causada por estos sistemas políticos e ideologías obsoletas, las calamidades producto de las numerosas guerras, el desarrollo de tecnologías de la comunicación que fueron permitiendo a los pueblos estar más y mejor informados, la propia voluntad de estos, cada vez más exigentes, generó enormes presiones a los estados y gobiernos permitieron el desarrollo y expansión de las democracias en la mayoría las naciones; “…los liderazgos que pedían la movilización total de la sociedad se daban cuenta de que ésta, a su vez, exigía compensaciones de su sacrificio y tener voz y voto en la paz…”[2].
El desarrollo de la democracia como principal forma de gobierno en el mundo, ha modificado los patrones y las variables según las cuales se determina cuáles países pueden ser denominados potencias y cuáles no.
Pareciera que, luego de la Segunda Guerra Mundial, las naciones comprendieron la necesidad de su desarrollo integral y que, aunque el progreso económico es fundamental, éste depende de diversos factores que deben equilibrarse y ponderarse según las condiciones y circunstancias particulares.
Los cuantiosos gastos asignados al “campo improductivo de los armamentos”[3] y a la defensa nacional desde principios del siglo XX hasta hoy en día (algunos pocos Estados), ha jugado en contra del bienestar social, pues la obsesiva necesidad de poseer los ejércitos más poderosos, abarca enormes cantidades del PNB de los países y esfuerzos que, si fueran apuntados a otros sectores realmente productivos, se lograría un progreso notable.
Actualmente pareciera que la concepción de potencia va más ligada al progreso socioeconómico que al ámbito militar y ha quedado claro que el segundo depende del primero.
Estas potencias han notado que los enormes costos militares deben equilibrarse, no únicamente con inversiones productivas sino atendiendo las necesidades sociales; es fundamental la determinación de prioridades en la administración de un país, para lo cual deben estar muy claras las condiciones y circunstancias del mismo, pues “la manera de alcanzar el equilibrio estará siempre fuertemente influida por las circunstancias nacionales, no por alguna definición teorética del equilibrio”[4], es decir, que los sistemas políticos deben estar adaptados a las culturas, condiciones, historia, etc., de los países y no al revés; no podemos impulsar la agricultura en Siberia pues su ubicación geográfica lo hace imposible, aún cuando la ideología exija un sistema agrícola y beneficie al campesinado, como el intento, siempre fallido, de la URSS.
Deng Xiaoping, líder máximo de la República Popular China, quien emprendió las reformas económicas de liberalización de la economía comunista, expresó que para el desarrollo de China deben impulsarse cuatro modernizaciones: la agricultura, industria, ciencia y por último defensa. La comprensión de esta tesis, aplicada por diversos países luego de la crisis de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, promovió el desarrollo de algunos países como por ejemplo Japón, quienes prefirieron abandonar el concepto americano de progreso y adoptar uno más eficiente. Japón consiguió aumentar su capital debido a los pocos gastos en defensa, el fomento de industrias de desarrollo tecnológico, paralización de las anticuadas industrias, implementación de alta tecnología en la agricultura, fabricas con robots industriales, implementaron obsesivos sistemas de control de calidad lo cual les permitió tener una economía poco dependiente de la importación y una gran demanda interna. La tecnología permite hacer más eficientes los procedimientos y, por tanto, obtener mayores beneficios, que luego pueden ser destinados a la atención de las necesidades sociales (la principal obligación de los gobiernos).
De igual modo que Japón, Alemania a logrado ubicarse también entre las primera potencias utilizando un sistema similar. Ambos incrementaron su inversión en investigación y desarrollo para crear bases económicas sólidas, pero entendieron que para esto es importante tener un sistema educativo fuerte. La tecnología solo puede conseguirse si existen personas especializadas que dediquen sus esfuerzos a la investigación y para desarrollar una educación de tal nivel, es necesaria una importante inversión económica. Observamos entonces que la relación entre tecnología y formación académica es recíproca.
Del mismo modo que Alemania, “el milagro japonés” se basó principalmente lograr altos niveles de educación universal y gran número de profesionales (ingenieros, principalmente). Se dedicó a generar conciencia social a favor del trabajo duro, fidelidad a la compañía, identificación con los valores nacionales, compromiso y solución de diferencias pacíficamente. Al mismo tiempo fomentó el ahorro para inversión y no el consumismo que promueven los Estados Unidos, con sus increíbles políticas de créditos y proteccionistas, que están dañando el sistema económico y deteriorando la calidad de vida del americano.
Unión Soviética (1945) había vencido a la Gran Alemania gracias a una mayor producción militar-industrial, pero lo consiguió mediante una drástica reducción en todos los demás sectores. Todo hace pensar que es más conveniente mantener políticas disfuncionales o ineficientes, que confesar el fracaso del prehistórico sistema comunista y eliminar los excesivos controles.
Tomando en cuenta lo anteriormente analizado y la relación recíproca que establecí entre el fomento a la educación y el impulso de la investigación y aplicación tecnológica, encontramos que estos elementos sólo pueden llevarse a cabo si existen las condiciones propicias, en este caso la libertad y los beneficios que otorgan los sistemas democráticos.
No era posible que el régimen de la URSS lograra un completo desarrollo económico y social con las políticas autoritarias y hostigantes de Stalin. “…el terror que infundía el sistema restringió la innovación, experimentación, la discusión franca y la crítica constructiva. La actitud de extrema lealtad y obediencia al sistema “salvaba el pellejo”; pero no contribuía al crecimiento de una economía compleja”[5] y las grandes purgas tuvieron resultados económicos graves: el personal capacitado de Rusia escaseó y produjo gran déficit en la fuerza de trabajo. El intento de “comunistizar” a los campesinos y al sistema agricultor, en lugar de permitir la explotación agrícola individual, entorpeció la producción y llevaron al régimen a graves dificultades económicas. Anexando a todo esto el colosal gasto en cuestiones militares que demandan estos sistemas autoritarios, podemos dejar una idea de la situación social que viven estas naciones.
Democracia no significa únicamente un sistema de elecciones libres y universales, libertad de expresión y respeto a los derechos humanos. Es democracia una sociedad donde exista seguridad de todo tipo para los ciudadanos (personal, judicial, económica), que asegure el bienestar y la calidad de vida, que los esfuerzos de cada uno se traduzcan en beneficios, que los derechos sean respetados y los deberes se hagan cumplir, una sociedad que proporcione los recursos para que cada individuo se desarrolle libremente dentro de un marco legal justo. Luego de aclarar esta concepción personal de democracia y analizar ciertas situaciones históricas, concluí que, en primer lugar, la democracia no necesariamente tiene relación con el sistema ideológico aplicado, puede desarrollarse una democracia tanto en sistema socialista (socialdemocracia) como un sistema liberal (demócrata liberal).
No puede existir democracia si el pueblo cumpliendo con sus deberes, el gobierno no le otorga a éste sus beneficios. No puede existir desarrollo, si un Estado no asegura el futuro a los ciudadanos. No puede existir desarrollo, si los estados no otorgan a los pueblos las posibilidades para desarrollarse libremente; No existe democracia ni progreso, si los objetivos de los gobiernos son personalistas en lugar de apuntar al avance colectivo.
La exclusiva inversión en defensa no permite a los gobiernos dedicar tiempo y recursos al mantenimiento de la democracia y ese es, precisamente, el reto de los Estados del siglo XXI, más allá de una lucha de potencias, es encontrar el equilibrio entre todas las necesidades de cada país y cada pueblo, sin abandonar la democracia.
[1]NOUSCHI, Marc. Ob. Cit., p. 71.
[2] KENNEDY, Paul. Auge y caída de las grandes potencias. Barcelona, 2004, p. 450.
[3] Idem, p. 828.
[4] Idem, p. 695.
[5] Idem, p. 512.
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