EL PASADO DE LA LIBERTAD EN VENEZUELA.

Por Nassin Castillo

 

180px-Páez by Lewis B. AdamsGeneralmente la historiografía latinoamericana es muy pródiga en críticas a los esquemas estatales del pasado, especialmente por su incapacidad de garantizar estabilidad y afrontar los desafíos que, con mayor o menor frecuencia dependiendo del país que se trate, el caudillismo y, visto en retrospectiva el “state building”, representaba para las élites gubernamentales que asumieron a principios del siglo XIX el reto de levantar Estados nuevos transformando radicalmente los procedimientos e instituciones coloniales.

 

La “construcción” del Estado en Venezuela fue un proceso traumático y sangriento, pero también cercano a un ejercicio fallido. Durante años algunas de las mentes más brillantes (Santos Michelena, por ejemplo) se desvelaron, sin saber realmente qué dimensiones tenía y dónde sus límites exactos,  ante el problema de cómo establecer un orden social “estable” con una población reacia a aceptar autoridades de una ciudad lejana que algunos ni siquiera habían escuchado nombrar. De esta forma nuestros primeros años son de fronteras variables y un problema básico del orden social que no se resolvió durante mucho.

 

Partimos de 1830, ya que antes Venezuela como Estado-Nación no existía, y aunque para que esta unidad nacional se de en forma efectiva hay que esperar más, podemos entender que luego de la separación de Colombia (la “grande”), Venezuela como república y su gente como ciudadanos de Venezuela, es decir, los habitantes venezolanos de cualquier territorio y sus gobiernos (que al final también son personas venezolanas) “parten” de septiembre de 1830.

 

Páez, muy disminuido hoy día, excepto (y como siempre) para hablar de sus méritos militares, conoció una gran verdad durante sus campañas: que los caminos son la clave para la integración del territorio. En sus campañas los caminos, o más bien la falta de ellos, le separaron de llegar a Oriente, y como a muchas personas antes y después que él, no era agradable hacer un viaje de semanas hacia una ciudad portuaria para luego ir a otro puerto y retomar el camino que le llevara a su destino final ya que no había vía directa entre tales poblaciones. Durante su gobierno se darán los primeros pasos reales para el establecimiento de una red de caminos. Si bien es cierto que Páez utilizó el camino de la dictadura y la perpetuación en el poder, no es menos cierto que a esto no escapó durante el siglo XIX más que por voluntad propia el General Soublette, y ni el mismísimo Bolívar (para algunos el sol de Latinoamérica y el mundo) puede escapar a estos reproches.

 

michelena santosAsí como la libertad de tránsito existió, el proceso de hacerla más efectiva se demoró más tiempo, la prensa libre y la libertad de expresión también sufrió. Aquellos períodos donde Leocadio Guzmán polemizó con Juan Vicente González son acaso uno de los momentos históricos más pintorescos y complicados. No entender que esas disputas eran parte de la libertad de expresión como también lo era el respetar la opinión de terceros trajo consigo nuevamente la visión (heredada del bolivarianismo) de que cualquier crítica es traición y como tal debe ser castigada. La prohibición de la prensa libre, la prisión para articulistas (entre ellos el polémico Guzmán), muestran un derecho poco respetado si se toma en cuenta que este no fue un hecho aislado.

 

Otra libertad muy golpeada, aunque se piense lo contrario, fue el derecho a propiedad (para muchos la base de cualquier otra libertad junto al derecho a la vida). La verdad es que durante años las propiedades gozaron un cierto respeto por parte de un gobierno nacional incapaz de aplicar sus decisiones en todas partes, pero generalmente no de los muy capaces caudillos regionales, quienes en las relaciones de poder que entonces predominaban, muestran algo semejante a una microfísica del poder orientada hacia la preservación de las estructuras caudillistas de dominación.

 

Vemos ya 3 libertades muy importantes, a las que haría falta agregar las de asociación y participación política, también muy vulneradas durante nuestro pasado, nos dejan con una visión complicada que requiere ocupar numerosas líneas adicionales. Es una lástima que no contemos con mecanismos o indicadores de libertad contrastables de forma sistemática entre los países. A lo más contamos con las leyes, decretos, y decisiones de entonces, pero esto implica tomar, mucho más que hoy, en consideración el trabajo que cumplían o no los Estados en hacer cumplir las mismas.

 

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