VENEZUELA: “PAÍS DE ENGAÑADOS, PAÍS DE IGNORANTES”
Por Alexander Gamero
Después del 7 de octubre pareciera que para algunos (o para muchos) el país quedó dividido en dos grupos: unos, engañados por desconocer al país o directamente por sus dirigentes, creyeron que podían ganarle a Chávez en unas presidenciales; y otros, por su ignorancia, “decidieron” inconscientemente quedarse en el subdesarrollo y la miseria y decirle no al progreso.
No hay ni que decir que esto constituye una simplificación absurda de la realidad. Pero vamos por partes.
Los “Ignorantes”
Todos hemos escuchado el discurso. “Es que ellos son pobres, mediocres y se conforman con poco, hasta por una harina pan le dan su voto a quién sea”. La explicación más simple es la que más adeptos parece ganar. El problema es que no está ni cerca de explicar el fenómeno Chávez.
Si bien hay una conexión utilitaria y pragmática real entre los electores chavistas y su líder máximo, no es esa la única. Hay un grupo del chavismo que está convencido de que es el Presidente el único capaz de gobernar el país y llevarnos a la patria nueva; porque sólo él parece entenderlos realmente, sólo con él se identifican personalmente; porque es él quién les dice las verdades sin tapujos, que su situación es culpa de otros que se llevaron lo que a ellos les tocaba; porque ataca directamente sus problemas básicos, aún cuando de forma deficiente e irregular, atendiéndolos bien cerca de la casa con módulos de barrio adentro y mercales.
El último párrafo lleva intrínseco lo que los politólogos llaman la desesperanza aprendida. Voy a ilustrar esto con un ejemplo, cortesía del blog de Edgar Baptista:
“recordaba que en los días de campaña fui a todas y cada una de las parroquias de Caracas, tocando las puertas de las casas y preguntándole a la gente: “¿cuál es el principal problema que considera le afecta a usted y a su familia?”, esperando que me mencionaran el rosario de problemas que ya yo conocía y a partir de ahí presentarle la alternativa de Capriles, pero para mi sorpresa habían personas que me decían con total naturalidad: “ninguno, aquí todo está bien”, “sí hace falta esto o aquello pero ya lo van a traer”, me negaba a irme con eso y los increpaba “¿usted no considera que la inseguridad es un problema?” y me respondían “Eso siempre ha sido así”, “Eso no lo va a cambiar nadie”, “Eso no es cuestión de un gobierno, eso viene de la casa”. (…) resulta que la mayoría de la gente nunca ha creído que reclamarle esas cosas al gobierno sea una opción, simplemente porque el gobierno nunca se las ha garantizado.”
Además entonces de la conexión emocional directa con el líder, el chavismo se ha aprovechado de algo que se ha venido gestando por décadas, quizás desde la misma concepción de nuestra república democrática: el gobierno se ha encargado de dejar claro, por inacción o por mención directa, de que “no puede” satisfacer las necesidades básicas de la población (para lo que fue electo), ni siquiera con el chorro de ingresos petroleros. Ha estado siempre presente la semilla del populismo en su sentido más clásico: el de unos dirigentes que sí se preocupan por el pueblo, resolviendo aunque sea parcialmente algunos pocos de sus problemas, en contraposición a otros gobiernos elitistas que prácticamente desconocían su existencia.
Si bien es cierto que el movimiento político liderado por Chávez estaría en condiciones muy distintas hoy en día si el barril de petróleo costase menos de 20 dólares (como en 1999), no se puede concluir que el componente utilitario de su conexión con las bases sea el único, aunque si juega un rol importante. Esta salvedad tenemos que tomarla en cuenta si queremos planear y ejecutar campañas aún más efectivas.
Los “Engañados”
El grupo de los llamados “engañados” corresponde a los opositores al gobierno. En primer lugar, están los que cantaron fraude “electrónico”, liderados por personajes folclóricos pero con cierto peso político como Pablo Medina, Yon Goicoechea o hasta Jaime Bayly. Más allá del irrespeto implícito a la labor de varias decenas de miles de testigos (más del 90% se quedó con el acta de su mesa, incluso en centros con el 100% de votos para Chávez), esta actitud demuestra un desconocimiento de nuestro sistema electoral. Por excéntricas, vamos a tomar las declaraciones de Bayly para desmontar el argumento.
El afamado periodista habla de que el Presidente Chávez “tenía” que ganar contundentemente, de allí la “necesidad” de los 8 millones. Además, siendo el CNE un ente parcializado, el gobierno podría “hackear” el sistema, y cual mala película de dictadura africana “decidir” cuál fue el resultado y anunciarlo inmediatamente. En primer lugar, las máquinas en cada mesa no se pueden “hackear”, ya que están desconectadas durante todo el día y para modificar su software se requieren varios códigos que están en manos de actores políticos distintos (y antagónicos) y del CNE. Además, la llamada verificación ciudadana de más de la mitad de las mesas, representa un escudo estadístico que impide la modificación de los resultados de forma electrónica; si escogemos la mitad de las mesas de todo el país por sorteo, abrimos las cajas, contamos los votos que los propios electores verificaron e introdujeron en las urnas, y comparamos estos resultados con las actas automatizadas, entonces que por favor el respetado periodista nos explique dónde está la posibilidad de “modificar” a voluntad los resultados.
Bayly también habla de que el voto no es secreto, pero él no es el único. El mismo gobierno se ha encargado de “traslucir” que sabría por quien votaron sus empleados y los beneficiarios de sus programas sociales, en un ejercicio clásico de coacción electoral. Y en esta elección tuvo una pincelada más descarada, al poner la captahuellas conectada de forma directa a la máquina de votación. Sin embargo, el secreto del voto sigue estando garantizado, ya que la máquina almacena los votos en un orden distinto al que se emiten. Aún si se tiene una lista cronológica de votantes, del estilo “el señor Pedro votó de primero y la señora María de última”, no se podría saber por quién votó cada quien; sólo el total de votos para cada candidato en esa mesa. Un ejemplo más contundente es que de entre los 6 millones y medio que votaron por la unidad hay, evidentemente, empleados públicos. Hasta ahora no ha habido ni una denuncia de alguien a quien hayan despedido del trabajo por no votar por Chávez…
Por supuesto que existen excepciones, en centros donde literalmente había armas de fuego y se obligaba a los electores a mostrar su papeleta, para luego entregarles un combo del bicentenario; pero por muy traumáticas y dantescas que resulten tales experiencias, su valor estadístico para más de 15 millones de votos no es muy significativo.
Ahora bien, el elector opositor común y “de a pie” tiene razón en estar frustrado. Como mencionamos en un artículo anterior, nos encontramos el 8 de octubre con un país que nos parece desconocido. Pero eso no es todo. La reacción del Comando Venezuela a todas las aberrantes técnicas desleales que usó el gobierno para incrementar su votación y desmotivar a los opositores, desde el mismo Henrique Capriles Radonski, han sido, por decir poco, muy tibias. Y es que no se puede calificar de “triquiñuelas” las incesantes horas de cadenas, la coacción directa del gobierno a quienes dependen financieramente de él, el uso de los recursos del Estado para movilizar una cantidad importante de votantes ese día, la inyección directa de dinero público a la campaña sin ningún tipo de contraloría, el retraso descarado en la estación de información al elector en centros de tendencia opositora, entre muchas otras.
Hay un artículo interesante de Carmen Beatriz Fernández, que usando sólo números duros y sin tomar en cuenta la desventaja en la campaña, concluye que la votación “real” y legítima de ese día habría sido Chávez 7.5 millones de votos, Capriles 7 millones de votos. Y esto considerando solamente los votos que fueron a las tarjetas que “abandonaron” la coalición opositora a última hora para convertirse en votos nulos o ir a Reina Sequera, y la cuestionable validez de los votos “remolcados” a partir de las 4 de la tarde.
Todos sabemos que esos no fueron los números que publicó el CNE. Y más allá del loable esfuerzo que hicimos los testigos y voluntarios, es también cierto que muchos electores se la jugaron al votar contra el gobierno: creyendo que podían perder su misión o su puesto de trabajo. No podemos, entonces, decirles que “todo está muy bien y vamos a votar” sin reservas; tampoco podemos darle una patada a la mesa y no participar en las elecciones. Tenemos que ser claros en nuestras exigencias de un sistema electoral más justo, como quizás han sido María Corina Machado o hasta Diego Arria; y acompañar nuestras denuncias con acciones de calle. No podemos seguir viendo a nuestros electores como niños de escuela a los que hay que suavizarles una realidad que no entienden. Deben conocer ellos toda la información que tanto costó generar con testigos que hasta arriesgaron su vida para defender cada voto. Y se les debe convencer de que sólo votando podemos transitar hacia un país mejor. No hay otra alternativa.
Recordemos que este CNE es el legado de un parlamento unicolor, ya que la oposición se retiró del juego en 2005. Es precisamente consecuencia de no haber defendido siempre el voto como única alternativa viable y moralmente correcta.
Ni engañados, ni ignorantes, ¡VENEZOLANOS!
Pareciera entonces que somos nosotros, quienes tuvimos la oportunidad de estudiar, los verdaderos ignorantes. Si empezamos por tratar de entender a quienes piensan distinto, con humildad y madurez, podemos dejar de ofender a la otra mitad de los venezolanos (algunos lo hacen hasta con orgullo), y seguir construyendo el camino hacia la Venezuela de los venezolanos.
Ahora bien, elección tras elección el gobierno se ha encargado de darle a la política un carácter completamente electoral. Siendo su objetivo cantado permanecer en el poder indefinidamente, usa ingentes recursos y muchísimo tiempo en campañas electorales. En ese terreno la oposición está en franca desventaja.
En la cancha en la que tenemos que jugar, porque además de ser la indicada moralmente es en la única en la que tenemos chance de ganar algún día, es en la de la política en su sentido más amplio. Ésta puede verse como que surgió cuando un grupo de personas, así como nosotros, decidieron ponerse de acuerdo para solucionar sus problemas comunes.
Es evidente que solucionar problemas dista notablemente de hacer campaña. Para pasar del país de “engañados e ignorantes” al país de venezolanos, tenemos que involucrarnos en las luchas cotidianas de la gente. Sin cargar perennemente la bandera del partido, ir con la gente a exigir que pongan la luz o llegue el camión de agua, que mejore el servicio de transporte; ayudarlos con asesoría técnica y legal sin ser pretenciosos, y sin tratar ni por un momento de quitarles el protagonismo en su lucha. Esto es un camino de años, que requiere muchísimos sacrificios y un esfuerzo que parece poco realizable; pero es la única vía para transformar Venezuela. Parece que con el resultado adverso del 7 de Octubre se nos olvidó que llegar al poder es un medio para resolver nuestros problemas, y para reencontrarnos con esos otros venezolanos que ahora vemos tan lejanos; ganar las elecciones está lejos de ser un fin en sí mismo.
Ahora bien, quienes no están en política también deben aportar. Es muy fácil escudarse detrás de una cuenta de twitter, una columna de opinión, o una llamada telefónica a un programa de televisión para darles hasta con el tobo a los dirigentes. O, como Ricardo Sánchez, abandonar la Mesa de la Unidad y no quedarse a luchar para cambiar su estructura: “Una campaña presidencial marcada por el sectarismo y la exclusión en lo organizativo, por la desconexión social en la propuesta, por la ausencia de originalidad en el proyecto, por las falsas expectativas generadas” dice el joven diputado suplente de UNT. Evidentemente hay espacio para mejorar en la unidad, pero la forma de hacerlo es quedándose en el terreno de juego y negociando con el capitán, el DT, el árbitro y los demás jugadores; nadie ha ganado nunca un partido quitándose la camisa del equipo y abandonando el estadio.
Fuera del activismo también se puede contribuir. Actos no considerados “políticos” en sí mismos, como participar en las reuniones de la Junta de Condominio, en las reuniones de Padres y Representantes de la escuela – o ahora en los consejos educativos del sistema comunal –, en el consejo comunal de la zona (y un largo etcétera), pueden marcar la diferencia. Si logramos convencer a algunos venezolanos que aún ven en el Presidente de que nosotros también queremos resolver sus problemas, y podríamos de hecho hacerlo mejor, lograremos eventualmente llegar al poder; y una vez en él seguir trabajando para construir la Venezuela de los venezolanos, no la de los engañados o ignorantes.
La pelea es peleando
Estamos frente a un gobierno con características neo-dictatoriales, que usa y seguirá usando técnicas cuestionables para permanecer en el poder; pero seguir luchando es posible. Tenemos ahora, a diferencia de hace unos pocos años, una dirigencia unida y más o menos coherente, una Asamblea Nacional multicolor, alcaldías y gobernaciones de oposición de donde han surgido los liderazgos nacionales; y más importante aún, son esas instancias del poder regional y municipal las que han permitido demostrar que sí se puede gobernar mejor y cumplir las promesas de salud, seguridad, educación y empleo.
Sigamos luchando contra este injusto sistema electoral, pero sin la mezquindad de creernos unos héroes nacionales por abstenernos de votar. Decir “yo no voto más” con el pecho inflado y la cabeza en alto no nos va a llevar a nada, como ya se ha demostrado en el pasado, y definitivamente no nos va a acercar al elector chavista. Las únicas veces que hemos logrado que HuGoliat (como lo llamó The Economist) se tambalee han sido votando, como en el referendo constitucional de 2007. Tengamos entonces la claridad y la madurez política para repetirlo este 16 de diciembre, y tantas veces como sea necesario. La Venezuela de todos los venezolanos así nos lo exige.
Twitter: @AlexGameroG
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