YO NUNCA VOTÉ

Por Juan Luis Landaeta

 

Dedo-votarYo nunca voté. Yo nunca supe lo que pesa un dedo. Nunca supe resolver ni honrar las causas de saberme electo. La demora en punto de las agujas del relojero. Yo siempre: esquina de la bolsa. Yo siempre: las orejas y el rincón. Yo siempre: opinólogo del día, del tráfico, de la salud de los congéneres. Yo siempre de los que aman la humanidad con miedo a su gente, yo siembre bombitas de agua en el carnaval, yo siempre piedra y esconde tu mano, yo siempre blanco, rojo, yo siempre en detrimento de cualquier ficción de nación, yo el alpha y el omega del abecedario, yo siempre ombligo nutrido, ¡centro del mundo y su mando! Yo siempre acalorado por la opinión del traicionero, yo siempre vomité después sin votar primero.

 

Últimamente he estado esperando los minutos, para invitar a los difuntos a acudir a las urnas, yo, asistente de preferencia antisocial para el electorado, buenísimo bueno de ocasión, el yo demócrata maldita rima con hipócrita, funciona muy bien hasta que pierde uno idéntico a mí, el otro yo que se parece a ti en la pantalla del televisor.

 

La verdad es que silbas como el que más y parejo, alardeas de la fulana fuerza de la unión, votaste por el flaco al mirarte en el espejo, usaste boina blanca, chemises blancas y chaleco marrón, tan adeco adicto al color rojo de los preservativos, tan cena de navidad en un orfanato de niños que te preocupan lo mismo que el semáforo y su cambio de color. Y no he querido por no querer, arrasarte en tu terreno hasta perder la nada al alcance de las manos. Óyeme, es que antes ni sangrar, ni la llaga en el dedo, ¿de verdad tiene sentido hablar de la dichosa unidad antes de Ramón Guillermo Aveledo?

 

Aun sobrio haciendo eses desde aquella tarde del siete, en que juramos que a más nadie le daríamos la mano y operaria sin paces el contrabando, aun tomando en cuenta que los objetivos de momento, aun con los errores amen de aquel tropiezo, no hay ni se ha tenido muñecas de hielo, ni comacates, ni peluches alzados, ni Museo Militar.

 

Te digo, no votar es autocensurarse, ponerse la ropa cuando tocaba desnudarse, patear la mesa antes del postre y el habano, entregarse a la salud de otra ruleta del casino, perderlo todo sin haber entrado al parque donde se remojaban las barbas de tu vecino.

 

Tanto los sin par de Caurimare y los otros plus ultra del dinero dorado a la luz del sol,  las señoritas sin maquillaje, la dama y el vagabundo en el callejón, el vendaje en los ojos de la injusticia que hoy me grita: ¡hoy no!, la fe de errata de las cacerolas, el ruido que hace ruido y casi ni se nota, el olor al rigor fétido, el General y la Mala Hora, la crisis en el rictus de la señoritas, el resultado previo del juego, el ente rector, la decisión desintegradora de la máquinas totalizadoras, totalizantes, arrasadoras, terribles, cheerleaders sin porras ni desodorante. Perder el juicio no es como perder las elecciones, no es lo mismo el círculo del vicio que el cuadrilátero, la baba, el fuego, el veneno y los dragones.

 

vintage clockSe me hace matarile el asunto cuando me señalan las notas, con un rifle siempre gana en voz baja la baja intención, todo es trampa, mis hermanos, todo es trampa mientras no gane yo. Y en el carrusel del turno, en la foto con los dientes, corregirse con un cántaro los récipes, la recomendación es coincidirse, la mesa de la unidad entre nones disidentes, tú más yo sin tú: todo es mejor que tu actitud.

 

Porque de los tan agachados, tan mediodías en sombras, tan relajados, tan si me dicen no me nombran, tan hilacha, tan aguja sin hilos, tan rebelde, tan imberbe, tan joven, tan Prados sin Este, tan pillo, tan lindo y tan bella, somos lo máximo: no nos merece Venezuela estoy harto. La verdad es que ni la talla de la camisa, ni el brillo, ni la sonrisa nos quedaron ni quedarán grandes. Las promesas son promesas y no nos promete nada el que jura que nos cuidará mañana y tarde. Poliformes, sintéticas y desechables, las risas de un candidato se las comen los cables, en los edificios, los patios, las ciudades ¿Quién le cree a las creencias electorales? ¿Cuál voz sino la del error? Además de ayer, los pecados, la parálisis, ¿cuánto saben de matemáticas los letrados de Datanalisis?

 

No puede ser que la estampa de la ventana, sea harina de otro costal. Ni que el dieciséis cuando amanezca, no se seque la receta de la abstención. Es un ensayo (os lo juro) brillante y de primer mundo lo de abstenerse. Pero para mejores opciones, mejores posiciones las del mundo que para salvarse, oscurece. Nadie que se bañe con agua fresca se quiere helar, nadie que tenga en su frente dos dedos dejará de decidir, tanto a ti como a mí nos gusta ganar, de un tiempo a esta parte te noto más frio a la hora de ejercitar el ejercicio electoral, no ensucien que al fin algún gesto de unidad, al menos somos uno para bien o para mal.

 

El cuándo y el dónde, así sea que no vote, que no sienta en sí el llamado, ejercer su derecho a tener el dedo violáceo. Aunque cueste apartar la mente y el sin embargo de la noticia, así nos cueste como siempre, tomar nota, disimular la prisa. De la locura en el revés de los peinados, de los duques que hablan y opinan sin haber votado. Del sentimiento ausente, de la democracia, las mayorías, el ojo por ojo el diente por diente, el usted no me señale con su dedo morado.

 

(Visited 140 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras