EL FRACASO INSTITUCIONAL

Por Nassin Castillo

 

 

TSJ1Entre cohetones y globos de deseos amaneció Caracas el primero de enero de 2013, para quienes venimos del siglo pasado, el vértigo con el que se mueve este mundo aún nos asombra. En cuestión de lo que parecen horas en la memoria se fue el año 2012, y empezamos los 365 del calendario occidental si se quieren más trascendentes para, al menos, el resto de la década. Parece común ver la cotidianidad a la velocidad de un tweet, especialmente cuando está referido a la coyuntura que mantiene a millones de personas atentos a los próximos anuncios de un presidente encargado sobre un presidente enfermo.

 

El número de mensajes que circulan, de artículos que se escriben, así  como de las noticias que se emiten por los medios de comunicación actuales no tiene parangón en la historia venezolana. Pero la importancia de este asunto no radica en el tráfico en los medios de comunicación, esto es más bien un indicador. El hecho de que un presidente enfermo tenga al país en vilo habla de dos cosas principalmente:

 

    1. Nuestra incapacidad de construir instituciones plenamente vigentes y respetadas por enormes mayorías del país. Lo único que se respeta institucionalmente es el irrespeto institucionalizado. Esto es terrible para nuestras esperanzas republicanas, en visto de que asumimos que el deber político es crear instituciones cual constructor de hogares, hemos fracasado hasta hoy dotando esos hogares de un respeto recíproco de su “propiedad” en cuanto hogares.
    2. Lo trascendental que ha sido la presidencia de Chávez para el país. Apenas hay una memoria lejana de aquellos años en los que Chávez no estaba presente para quienes, como yo, no llegamos a los 30 años. Esto no quiere decir que su trascendencia se deba a elementos buenos o malos, sino a la importancia de los mismos para el destino del país. Lo que suceda o deje de suceder en Venezuela se debe a lo que decida o no Chávez, he ahí su trascendencia.

 

El Chavismo fue muy efectivo desmontando las estructuras de poder organizadas durante casi un siglo en el país. Los contrapesos de la Asamblea (entonces Congreso), el Concejo Nacional Electoral (entonces llamado Concejo Supremo Electoral), e incluso órganos menos politizados como el sector castrense y el Tribunal supremo de Justicia se han manifestado que están y estarán en defensa del proyecto político chavista. Esto habría sido impensable, incluso en tiempos de Gómez, donde se sentaron las bases de una incipiente, pero a la larga permanente, institucionalidad en áreas importantes para el país.

 

Pareciera que al ciudadano común, por usar algún término para ese conjunto tan difuso como inasible conceptualmente, poco le interesa este tema, y es que no podría ser de otro modo, Venezuela, como cualquier país del mundo, cualquiera, no está habitada por esas grandes mayorías de ciudadanos que se muevan en torno a la noción de la institucionalidad. Por ello se requiere que las élites políticas lo hagan, son ellas las que al final detentan el mando en una república (mas no el poder total).

 

Si a las élites políticas e intelectuales no les preocupa ni se ocupan en denunciar la falta de institucionalidad democrática, entre varias más, si la mayor preocupación es no estar en el mando para poder aprovechar esa falta de institucionalidad, al estilo chavista pero “bien intencionado”. Si les interesa valerse para “bien” de esa incontable (¿?), merecida (¡¿?!) y suficiente (¡¡¡¿?!!!) riqueza petrolera para darnos felicidad, riqueza, bienestar, entre muchas otras cosas, a los más de 28 millones de habitantes del país; pues el futuro no dejará de ser rojo porque se le coloque un mantel blanco, amarillo, anaranjado o azul encima.

 

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