DEUDAS Y DEUDOS: VENEZUELA
Por Juan Luis Landaeta
Esta es pues, la historia de la muy patria mía que no es de nadie, el oficio de la algarabía en el medio del desastre, el ejercicio innecesario de siempre elegir peor, la promesa, la profecía de ser siempre un pueblo hijo de un libertador, la maña del moño y del copete, la injerencia, la playa, los cohetes, La Carlota, los aviones perdidos en el agua de los buques, las turbinas escondidas de Jimmy Ángel, las caraotas, el arroz, el sur y la yuca, la chicha, lo poco Incas, lo muy Caribes, la fogata, el fuego y el fogón, el carbón, las minas y Manoa, el hambre, los niños, los lagos y las olas, Michelena Pombo, Schomburgk y laudo al revés, frontera, papita maní y tostón, orden nacional: fuera de control.
La lanza, el balancín y la peluca. Las ganas de irse sin huir y no quejarse nunca, el palacio, la garra y el salón de los espejos, los golpes de estado, doctrina Betancourt, los plebiscitos y Don King en el Poliedro. El juguete breve y aprendido de la democracia, el discurso nuevo de paquete como los estrenos, el Valle, los Notables y los medios, los verdes, los rojos, los adecos. La Asociación de Ganaderos, las esquinas calientes de las plazas, los años 60 y la guerrilla con guerrilleros, los techos rojos de Caracas, a cada santo su esquina en el centro de la capital, los viejos y nuevos desusos como “planificar”, el hueco del breve espacio en que no estás, la trova, Karina, De Vita, Quintero y Soledad. La Catira, la Maestranza Cesar Girón, las dictaduras, las espuelas, las fincas, el origen incierto de ciertas carteras, las banderas con su mix de estrellas, una más o una menos, la tremenda facilidad del como vaya viniendo vamos viendo, la devoción a los santos, a los brujos, a las yeguas, a las misas, a las frutas, a las deudas.
Somos el cliché, la moda y el olvido, Los Melódicos, Dudamel y la Billo´s. Selemar, Zara, el mal, Bares de Catia, los Leones, lo seco y lo alto de la fuente de Plaza Venezuela, la basura rodando en el viento de la ciudad de Coro, la historia del Mono Jujuy en los predios, las alturas del Auyantepui, los pemones, los garimpeiros, somos la abstención electoral y la tiranía de la mayoría, somos la cantata municipal sudando ante su jefe al mediodía, somos los disfraces de cadetes, mi cuchillo entre tus dientes, McDonald’s veinticuatro siete, Cueva del Guácharo, teatro y Monumental, orquídea de cobre, oro y uranio en el ramillete. Somos venezolanos como muchos moteles (de paso), la historia, santo y seña de la novela, Delia Fiallo y Lupita Ferrer, el drama, el brillo de los zapatos de Raul Amundaray la cara triste de la mesa llena donde ya no ha, ni bozal ni quince ni ultimo, Sabana Grande y Paseo del Lago, Tamanaco, Richie Ray y Celia Cruz. Somos Alfredo Sadel y la Trepadora, Amador Bendayán por no decir de los agudos peregrinos al peregrino del pan, Guacarán, Balandra Isabel, difunto y yo, carreteras incompletas, Agustín Lara, Lucho Gatica, cómo sea que caminen las caraqueñas, moros judíos con cristianos, erre ce te ve, ve te ve y canal cuatro.
La Primerísima, Gilberto Correa, los cirujanos, el bótox, las tetas, los pómulos hinchados, las aletas del pez y Mimí Lazo, las tascas y sus aceras, el Gabo en Caracas ¡abajo cadenas!, Boves y Calabozo, las pulperías, las diarias botellas de Anís el Mono en las droguerías, la tienda Gucci en el alma de la necesidad, el metro, el sonrojo, el Aladdín y sus jacuzzis con espejos en vez de cielo, somos antena parabólica en los noventa, somos niños que suben el rating con déficit de atención, todos andamos los pasos de las botas de Bolívar sin tachuela, somos (porque queremos) ser hijo del macho pero no de Manuela, somos sus altares, sus velones y sus velas, la mujer del cine en la pantalla con cicatrices, somos el carro nuevo y la escarcha en el pecho de las actrices, somos Ronda y Discovery Channel, somos el dame un segundo y permíteme un chance, el hampa serio del estacionamiento del universitario, las clases del colegio de moral y deber ciudadano, somos el alarde y el reloj del nuevo multimillonario, somos su hijo el ministro, somos el niño sin parque de contrabando.
Somos las orquídeas, Simón Díaz con y sin Caballo Viejo, somos el Dinner in Caracas de Aldemaro Romero, la mala costumbre de llegar de últimos porque los últimos serán los primeros, somos solidarios y obstinados con el mundo, opinamos desde el mentón del murmullo y todo okey si miramos a los barrios de noche y de lejos, creemos en la misa del petróleo que se bate en el subsuelo, somos el reino del prefijo y la carestía, somos canasta alimenticia y muy dólar paralelo, somos torres, avance y convenio operativo, somos domingo, miércoles y lunes con martes festivo, somos unos diablos y también danzantes, somos los reyes de la fiesta inventándonos disfraces de citadinos, maestros del mambo, cansados de despedirnos cada año de Ilan Chester y de Yordano.
La contaminación sónica y el tacón de la varices, el altísimo copete de su excelencia, el Zar de la Belleza, somos los buques (como pasos) perdidos con los nombres de las reinas Miss Universo, somos el país de las monedas sin caras, sin reverso, somos castos como los burdeles más visitados, somos casas de empeño, los Templos del Centro, el paraíso del salta y el “no sea tímido, arrójese” el mapa coloquial de lo ajeno: me gusta ese tajo ¡exprópiese!
Somos Chiquinquirá y Pilín León, Súper Sábado Sensacional, Cumaná y el temblor, las Salinas, La Escondida, La Mulera, dale a tu cuerpo alegría, Macarena, sáltense los jueces para la sentencia, somos el Lago de Maracaibo y la lemna, la Isla del Burro en el Lago de Valencia, la Aviación, el ataque de Ovnis sobre la conciencia, somos el aquí estamos y aquí seguimos, somos los primeros clientes de una horda de bandidos, somos la Casa Natal sin noticias del recién nacido, somos la montaña de Manuel Cabré y Armando Reverón, somos el precio del barril de crudo, la opinión de algunos ñángaros y la buena educación, somos Carreño el del Manual y somos el piano de Teresa, la pulga y el piojo de Serenata Guayanesa, yo nací en esta ribera del Arauca Vibrador, somos los cuatros y el liquelique, la pornografía de las encuestas, la Ley y el Legislador, somos los rulos de Ruddy Rodriguez y James Bond, Orimulsión y diamantes, los Cardenales y el Magallanes, María Lionza y la danta, refinerías que refinan lo que se destila y se decanta, la noticia de un país que tiene que nombrarse primero según sus distancias: puerta América y Caribe, arribo de sol, palacio del contraste y la imaginación, ronda más novecientos mil kilómetros, como siempre, casi un millón, más que meridiano de Puerto Ayacucho e Isla de Aves, un mundo nuevo, a decir del Notable, escuela sin modus operandi los somos todos, Venezuela con la obligación de no ser nadie.
Seguidores de las fotos del Archipiélago de los Roques, adeptos al mírame pero no me toques, no me pidas dinero, sabandija, Feria del Sol, del Valle y de la Chinita. La Cordillera que se baña en la desembocadura, somos otra falla majestuosa de una placa tectónica, el limón huérfano en el mediodía del urinario de la carretera, los conciertos primero de Salserín y luego de los Hermanos Primera, somos los mismos que cantan a Alí y después se van a la Rinconada a tentar la billetera, la salsa de Así es el Maní o viceversa, las columnas del Paseo de Los Próceres, la letra molde, la letra impresa, la letra muerta. Somos cada sol desde el ultraje, cada ciudad rica que tenga un Petare, un costo, un piso, un hotel, una corona de laureles, un Cacique, un Cantevé. Somos eso, breves en exceso, como brillo devuelto desde el mar, escamas, rosario de perlas desde Margarita a Cubagua, Welser, Prieto, Uslar, Garmendia, Cabrujas, titular, López, Herrera, Pearl Harbor, los golpes, los destierros, la libertad.
Somos los hijos y los hermanos y los compadres y los abuelos, somos el programa no apto para menores sin supervisión de sus representantes, somos lo que sea que a diario salte desde la cascada del Salto Ángel, la lengua enrrollada en su origen, somos el Sol de los Venados, Popy, Renny y Daniel Sarcos, los F16 sin repuestos, el homenaje al soldado asustado en el Museo, los dueños de El Dorado, los novios mancos de las Amazonas manchados de onoto. Somos el resultado de todos los encuentros, la mira fija de la flecha perdida, la unión que queda después de los trajes, somos “antes de la peluca y la casaca fueron los ríos, ríos arteriales” somos la multitud, somos lo que no puede ser nadie y todos con venir pueden ser, la turbina, el arranque, el fuselaje, el País Portátil, la coordenada, un país después de sus playas, el paraíso que besaron buscando la tierra nueva los barcos, las galeras, pequeña muerte del sufijo peyorativo de Venecia, venezolano puede ser solo aquel que acepte ser cualquiera y no le importe la huella en tinta de su pasaporte.
Vestidos y vestidas, corridos y corridas, plazos y plazas, lamento y lamenta, ciudadanos y ciudadanas, prófugos y prófugas, libres y libras, chivos y chivas, bancos y bancas, solteros y solteras, amas y amos, luceros y luciérnagas, ambos y ambas, estimados y estimadas, llamados y llamadas, carreteras y carreteros, ropavieja y ropavejeros, cantas y canto, caballos y yeguas, finalmente: venezolanos de Venezuela la deuda, el deudo y el infarto, ocupando el nombre de un país mientras tanto.
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