TODOS SOMOS CHÁVEZ. POR JAVIER IGNACIO ALARCÓN

Por Javier Ignacio Alarcón

 

La verdad no existe.

Todo es un juego[…]. Y no se juega

para obtener la verdad,

sino para ganar…

Jorge Volpi

En busca de Klingsor

 

yo soy chavez 4Quizá podríamos darnos la tarea de recolectar cada uno de los fragmentos de este discurso político. Tal vez sería la tarea apropiada: juntar todas las partes, ordenarlas, darles un sentido, recortarlas, hacerlas un todo coherente que nos ayude a entender lo que tenemos enfrente. Así veríamos cómo aparecen fragmentos incoherentes, cómo las palabras se vacían de su contenido, se transforman, se reemplazan unas a otras. Aparecería ante nosotros un caos y perfilaríamos en él un concepto, una idea, una definición. Uniríamos las estrellas de este universo, dibujando constelaciones, de manera arbitraria, para entretener a quienes desean predecir el futuro.

 

Los analistas tendrían una tarea: enseñarnos cómo las estrellas nos hablan de nuestro porvenir. Los conceptos serían reconstruidos, los argumentos volverían a mostrar su fuerza lógica, la justicia volvería a ser ciega, las leyes imparciales e inamovibles. Podríamos llegar a pensar que toda esta incertidumbre, el caos que ahora nos envuelve de manera abrumadora, no fue más que una ilusión generada por la decadencia del mundo: el miedo nos cegó momentáneamente.

 

Hemos omitido la posibilidad de leer el gobierno bolivariano como una novedad. Suponemos que es sólo uno más en la larga lista de dictadores venezolanos (y latinoamericanos), otro caudillo, otro populista. Como solemos hacer, optamos por buscar una esencia detrás de las diferencias que separan al actual presidente de sus antecesores.

 

Y sin embargo, tenemos un ejecutivo que se hace presente en su ausencia. El mito, en este caso, no parece ser una deformación de la realidad, sino el contenido que ocupa un vacío. No necesitamos a Chávez, no necesitamos al presidente, ni siquiera necesitamos el acto (un mero formalismo, a fin de cuentas): el discurso ha quebrado las formas institucionales, ha desbordado su estructura y ha inundado las calles. ¿Ha sido inconstitucional? Algún analista oficialista lo dijo: eso no importa, no es una cuestión legal, sino simbólica.

 

Irónicamente la mayor derrota de la oposición no provino de la inconstitucionalidad, sino de la fuerza ideológica de un discurso que aun hoy, de manera ingenua, desprestigian. Afirman que es anacrónico e impertinente.

 

incertidumbre¿Cómo se reconciliara la figura “real” del presidente con el mito que se construye en torno a su ausencia? Nos encontramos frente a una política que es puro simulacro, una ilusión. Tenemos un personalismo sin persona: el discurso de la oposición se anula un una reducción al absurdo de la que hoy, con la ausencia del presidente, no puede escapar. Así mismo, el oficialismo tiene entre sus manos una fuerza discursiva que, una vez desbordada, parece disolverse en las calles, perder su vigor. La fuerza simbólica de la juramentación colectiva y de la afirmación pseudoreligiosa “todos somos Chávez” queda estéril sin la figura del presidente.

 

Una pregunta se ubica en el centro de este caos, es el eje en torno al cual giran todos sus elementos: ¿ha muerto el presidente? Sin una respuesta, todos los fragmentos que deseamos recoger y reunir en un discurso coherente quedan suspendidos, tensos frente al vacío que hoy por hoy ocupa la silla presidencial. Pero esa tensión se va disolviendo, desaparece. Lo que tenemos frente a nosotros es una pantalla en blanco, que nos muestra su potencialidad infinita y que nos impide ver más allá: nos queda la incertidumbre.

 

 

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