¿LOS PRIMEROS O LOS MEJORES?
Por María Alejandra Rivas
¿Cuántas veces no viste un emocionante partido de fútbol y te quedaste con la duda de si el ganador fue el que mejor jugó?
¿Cuántas veces no viste una carrera de atletismo y pensaste que el primero pudo haber hecho trampa?
¿Cuántas veces no recordaste tu primer beso y pensaste que quizás no fue el mejor?
Hoy pensaré en mis mejores, no en mis primeros. No deseo recordar quién fue la primera persona que me traicionó, tampoco cuál fue la primera que me hizo llorar; la que me traicionó quizás no la conozco, y quien me hizo llorar no fue la misma que me vio hacerlo, eso los convierte en simples primeros.
Yo busco recordar mis mejores: aquella persona que confesó su traición y decidió alejarse es mi mejor, la honestidad cuenta. La que me vio llorar será mi mejor, no por no haber sido la causante, si no por haberme acompañado en mi momento de pena.
Hoy pensaré en mis mejores, no en mis primeros. No deseo recordar cuál fue mi primera buena nota en un examen, tampoco cuándo fue la primera vez que desperté tarde. Mi primera buena nota quizás no me enseñó nada, y esa vez que dormí de más no fue el mejor descanso que tuve, eso los convierte en simples primeros.
Yo busco recordar mis mejores: una mala nota quizás fue mi mejor enseñanza («celébrate los fracasos exitosos, critícate los exitos mediocres») y aquella vez que desperté temprano, o que simplemente no dormí, fue mi mejor descanso.
Hoy pensaré en mis mejores, no en mis primeros. No deseo recordar cuál fue mi primer amor, tampoco quién fue mi primer amigo. Mi primer amor quizás careció de madurez, y ese primer amigo no estuvo en todos mis momentos, eso los convierte en simples primeros.
Yo busco recordar mis mejores: un «Te Amo» sincero fue mi mejor afecto, mi mejor amor. Aquel que compartió conmigo mis mejores y peores momentos quizás no fue mi primer amigo, pero si fue el mejor.
Hoy pensaré en mis mejores, no en mis primeros. No deseo recordar la primera vez que vi el mar, tampoco la primera vez que cometí un error. Apuesto que la primera vez que tuve contacto con el mar moría de frío, y ese primer error ya no lo recuerdo, quizás no me dejó ninguna lección, eso los convierte en simples primeros.
Yo busco recordar mis mejores: el mar bajo la luz de la Luna disfrutando de un horizonte infinito fue mi mejor contacto con él. El haberme enamorado fue mi más grande y mejor error, porque aún aprendo de eso, sin arrepentimientos.
¿Quién no pensó alguna vez que no importa cuántas cosas hagas para los tuyos, eso no te convertirá en el mejor?
Ocúpate de dar de ti lo justo, lo necesario, lo indispensable, sin caer en las exageraciones, recuerda que vale más un detalle simple a una gran maroma. Deja que te recuerden por lo sencillo que fue llegar a ser el mejor, no por la posición que ocupas.
El primero es un número, el mejor es un valor.
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