LA DICTACRACIA
Por Ricardo Del Búfalo
El período habilitante termina ¿el…? El domingo 17, pasado mañana. Ya no puedo hacer leyes. Hasta el año que viene a lo mejor… Es para ayudar, para darle más rapidez. No es que yo le quite potestades a la Asamblea Nacional, eso está en la Constitución. Y casi todos los Presidentes que por aquí pasaron, la utilizaron; claro que lo utilizaron ellos para otros intereses (risa). Ahí está la diferencia.
Desde hace unos cuantos años, cuando un candidato opositor gana las elecciones, se le monta una gobernación o alcaldía paralela, que se encarga de continuar la política del Poder Ejecutivo. Me refiero a Corpolara, Corpomiranda, al Gobierno del Distrito Capital. En 14 años no ha habido la necesidad de hacer lo mismo con una presidencia, aunque el domingo 14 de abril el Consejo Nacional Electoral asomó la intención de legitimar a un Presidente derrotadO. Pero esto pasará solamente mientras tanto.
I
A finales de 2010, la Asamblea Nacional le otorgó al Presidente Hugo Chávez la potestad legislativa para solucionar una emergencia nacional provocada por devastadoras lluvias. Con su Ley Habilitante, pudo dictar leyes y decretos ley, que inclusive no tenían nada que ver directamente con la solución del problema. ¿Es esto democracia?
Una característica esencial de la democracia es la autonomía de los Poderes Públicos, es decir, la independencia y soberanía en la toma de decisión. En una democracia verdadera, la Presidenta del Poder Electoral no debería usar un accesorio que demuestre una parcialidad política, como un brazalete que significa “seguimos el legado de Chávez”. En una democracia verdadera, la Presidenta del Tribunal Supremo de Justicia debería decretar la “falta absoluta por incapacidad física” del Presidente de la República, cuando está en otro país curándose una enfermedad y está tan grave de salud que no ha llamado por teléfono a ningún medio informativo. Pero este no es nuestro caso. Aquí pueden celebrarse 12 elecciones al año, pero aun así no hay democracia. En toda competencia hay unas reglas y un árbitro. Pero si aquí las reglas las manda a hacer el competidor A y el árbitro juzga a favor del competidor A: ¿La competencia es justa? ¿Las elecciones son justas? ¿Existe la democracia?
La Ley Orgánica de las Comunas, que pretende desarrollar la supuesta “descentralización, la profundización del poder popular y la democracia participativa y protagónica” es una fachada demagógica que oculta una descarada centralización de poder en el Ejecutivo. Los invito a leer las páginas 7, 8, 15, 16 y 17 de la Ley del Consejo Federal de Gobierno y verán que el Presidente de la República puede nombrar una ”autoridad única” que maneje recursos de los organismos comunales y que además podrá “crear, modificar o suprimir ejes de desarrollo” de estas comunas. Esto significa que, en última instancia, lo que el Poder Popular decida, el Ejecutivo lo podrá alterar. Centralismo puro. Es una dictadura, no a través de las armas sino de las Leyes. Para emplear un nuevo término: es una dictacracia, donde el gobernante tiene el poder de dictar órdenes a los demás poderes.
II
Cuando los voceros políticos del gobierno dicen que la otra mitad del país no existe, la política se reduce al no-reconocimiento del otro. Cuando Nicolás Maduro dice en Miraflores que “aquí no va a haber diálogo con la burguesía” que representa la mitad del país, demuestra una radicalización irreversible.Así no se puede jamás construir la sociedad democrática que todos decimos querer. El contrato social debe tener aportes oficialistas y oposicionistas. Pero así no concibe la política el gobierno ilegítimo chavista.
Para Chávez, Maduro, Diosdado, Maripili, la política es guerra. Las leyes se hacen para el “pueblo bolivariano”, para el que apoya al “gobierno bolivariano”. Los otros quedan excluidos. Los oficialistas son patriotas. Los opositores son apátridas. Aunque haya milmillonarios burgueses apoyando cínicamente al “socialismo” chavista, ellos son el pueblo. Aunque una madre opositora esté viviendo en un refugio sin vivienda, es una “burguesita”. Esto no es una verdadera revolución. Aquí no hay propietarios y proletarios, sino hay leales y traidores. El que “salta la talanquera” para este lado es bienvenido con consignas. El que la salta para el otro lado es estigmatizado y abucheado. Esto es un campamento de verano.
Aunque en la sociedad civil hay —poquísimos— espacios para el diálogo y el encuentro político pacífico, cada vez más se ven episodios de violencia entre oficialistas y opositores. No solo cuentan las armas como violencia, sino también los insultos, el grito, la intolerancia de la visión política del otro. Y eso es provocado por el sesgo del discurso político oficial, por la distorsión disociada de la realidad.
La oposición no “odia al pueblo”. El chavismo se ha encargado de inocular ese rencor en los venezolanos porque de otra manera no se mantendría en el poder. Sin “yo te amo, pueblo pobre, y ellos te odian”, los voceros oficialistas no podrían llevar a cabo todos sus abusos antidemocráticos como la imposición dictacrática de gobernaciones y alcaldías paralelas. La población venezolana es demócrata. El domingo se expresó en las urnas electorales. Ayer una parcialidad salió a defender su derecho de auditoría. Hoy también protestan en la calle. Somos todavía un país. Aunque el gobierno ilegítimo chavista pretende reducir los ciudadanos a súbditos, el domingo la mitad de la nación se negó a aceptarlo.
Los fascistas del gobierno ilegítimo se han aprovechado de los prejuicios que han perdurado desde la no tan lejana sociedad de castas colonial. El gobierno chavista cree que con la lucha de clases marxista se arrancarán de raíz nuestros prejuicios clasistas, como burlarse del candidato oficialista por haber sido chofer de autobús o llamar «hijo de papi y mami» a los jóvenes de oposición, como insultar diciendo “marginal” y “sifrino”.
Desmontar esos prejuicios requerirá mucho más que un cambio de Presidente. Hará falta la revisión y reelaboración del proyecto nacional. Hará falta reflexionar sobre el sentido de la República Bolivariana de Venezuela. En esto se debe enfocar el diálogo de la sociedad civil; en los círculos académicos e intelectuales tanto chavistas como oposicionistas. Comenzar ese proyecto, no obstante, es un desafío que sí corresponde al nuevo gobierno, que no ofrece lucha de clases sino oportunidades de trabajo.
No hay victoria social hasta que siga habiendo pobreza. No hay victoria democrática hasta que los Poderes Públicos sean autónomos.
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