CUANDO LA SANGRE SE HACE COSTUMBRE.

Por Deniris Daza.

 

26452bMientras la velocidad del mundo es cada día más rápida, los avances tecnológicos en distintas áreas colman titulares y las sociedades demandan crecimiento y alternabilidad de ideas; en nuestro país luchamos desde hace ya varios años con lo que se ha tornado una interminable disputa de poder y que sin querer, o tal vez queriendo nos consume y nos aísla en un país indiferente ante lo que realmente es importante para preservar una nación, la vida.

 

La pasada semana, recién iniciaba mayo, el gremio periodístico, ya golpeado por el gobierno y sus exigencias incongruentes con la “libertad de prensa” recibe la desagradable noticia de la muerte de un joven periodista;  Jhonny Gonzalez, trabajador de un conocido diario capitalino, quien al salir de su trabajo y despojarse del hábito reporteril  fue interceptado por varios sujetos y fue asesinado sin mediar palabras, mientras su novia alcanza a escuchar parte de lo sucedido en una desafortunada última llamada.

 

Al leer el titular con el que ya se nos hizo habitual “desayunarnos” pasé por varios procesos que estoy segura comparten muchos coterráneos. El de la indignación primeramente, al tratarse de un colega, de un joven y sobre todo, de un Venezolano. Luego, el de la culpa ajena “Es que este gobierno no hace nada para acabar con esto”, y seguidamente, el de la indiferencia sentenciando con un “¿A dónde vamos a parar?”.

 

Sin embargo, durante el día reflexione por varias horas y comencé a recordar las distintas muertes de personas cercanas a manos de delincuentes, amigos para robarle un carro, un celular, por estar en medio de una balacera en el lugar menos indicado, o casos de personas que discutieron y simplemente ante una mala respuesta, una bala. Pero, ¿Hasta qué punto estamos conscientes de lo que pasa? La polarización actual y la politización incluso de las muertes, nos mantiene en un continuo letargo de indiferencia.

 

 Revisando las cifras en lo que va de Mayo, son 55 muertes contabilizadas  esto según cifras oficiales del CICPC.  Durante todo este 2013 ya cuentan 3400 homicidios, así lo informo el ministro de interior Nestor Reverol y ni hablar de los últimos 10 años en el país (por no culpar a los famosos 14 años). ¿Hasta qué punto la muerte se nos hizo costumbre? ¿Y es que acaso las balas nos preguntan por quién votamos? O ¿El delincuente te pregunta si eres chavista u opositor? Lo dudo mucho. La violencia es un problema que nos atañe a todos, porque nadie esta inmune a la muerte en manos de la delincuencia.

 

Mientras se discute a puerta cerrada en la AN quien habla y quien no, mientras Maduro promueve su gobierno de calle y la Misión A toda vida Venezuela, los números de muerte siguen subiendo y ya no será el capitalismo salvaje, ni los “yankees”, ni la voluntad divina quien acabe con un país. Serán las manos de hombres y mujeres venezolanos que dentro de las consecuencias de una sociedad desatendida se convierten en “los malos de la película” y simplemente para estos, matar es solo un arte que toma segundos y deja buenos dividendos.

 

0684 Libertad de expresionDejar de salir a la calle, caminar rapidito si escuchas una moto, mirar feo a todo el que pasa por tu lado, sentir terror si algún familiar no llega después de las 7 de la noche, dejar de comprarte cosas (si es que puedes) por pensar que te las van a robar son cosas que no deberían pasar. La tranquilidad es algo que no se negocia, y lamentablemente, aún en mi país no hemos entrado en consciencia de esto.

 

¿Dónde comienza y termina nuestra responsabilidad? ¿Quién tiene la culpa? ¿Podemos hacer algo? Son las preguntas que usualmente me hago y concluyo que… exigir es nuestra arma.

 

El artículo 43 de la constitución nacional nos dice que “El derecho a la vida es inviolable. Ninguna ley podrá establecer la pena de muerte, ni autoridad alguna aplicarla. El Estado protegerá la vida de las personas que se encuentren privadas de su libertad, prestando el servicio militar o civil, o sometidas a su autoridad en cualquier otra forma”.

 

Vivir es nuestro derecho y como tal, debemos exigirlo sin miedo y con tenacidad ante quien le toque hacer cumplir las leyes, realmente el color de su pensamiento no me interesa, solo lo pido a gritos. La paz es el único camino.

A modo de anécdota reflexiva.

Hace unos meses atrás, estando en un país Europeo me tocó la desafortunada experiencia de ir a un funeral de una amiga anciana que murió por causas naturales (que dicha), a la salida del cementerio, cuando ya todos se habían ido debo confesar que me quedé caminando por el recinto para “echar un morboso vistazo” y me llamó la atención un detalle que puede sonar perturbador e irónico. Entre todas las tumbas que vi solo dos, de cientos eran de jóvenes.  De inmediato pensé “quisiera que en mi país los muertos cambiaran de edad”. Que las madres dejen de enterrar a sus hijos. Que la gente muera de viejita. Que los jóvenes tengamos la dicha de morir con muchas canas encima y una cantidad de recuerdos. Con arrugas. Que sea Dios y no un gatillo el que te lleve al otro lado.

 

¡Basta de Balas!
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