A PESAR DEL CALOR

Por Juan Rondón

 

pareja calor1Me levanté por el calor. A mi lado dormía Guillermo, lo empujé para que se despertara y pudiésemos mover el colchón a otro lugar. Estábamos en plena sala de la casa, y por las ventanas no entraba ninguna brisa. El aire hervía, molestaba en cada inhalación, la noche era más ardiente que oscura. No noté ninguna reacción en él, así que le golpeé la cadera con mi puño. Hubo un movimiento brusco, la sabana se movió como un velamen en una tormenta, y apareció, detrás de la seda blanca, Odessa. Saltó del interior de mis sueños a la realidad.

 

—    ¿Y Guillermo? — le dije deseando que él estuviese lejos.

—    Se fue al cuarto, ahí hay un ventilador.

—    ¿Y te sacó a empujones?

—    Sí, como siempre… Dijo que ya yo llevaba rato durmiendo y que le tocaba a él dormir con aire.

—    Entiendo.

 

Mauricio se acostó boca abajo, su rostro apoyado de lado en el colchón estaba en dirección a Odessa. Ella hizo lo mismo, se miraban fijamente en la oscuridad. El calor parecía haber desaparecido. Guardaban silencio. Mauricio comenzó a respirar al mismo ritmo que Odessa, ella se reía, sonreía, detallaba todo su rostro, veía los labios de su acompañante. Un nuevo universo se creaba entre estas dos miradas, donde nacían mínimas estrellas con sistemas planetarios que poseían seres vivos. Toda una existencia entre estas miradas. Un apocalipsis marcado por labios.

 

Se distanciaron de nuevo con sonrisas apenadas. La mano de Odessa estaba muy cerca de su pecho, con la palma contra la sábana. Mientras que Mauricio tenía su mano completamente extendida, no quería que nada interviniera entre ellos. En ese silencio nocturno ambos escuchaban el retumbar de sus corazones, un ritmo hipnótico, un pequeño tambor se iba convirtiendo lentamente en el nombre del deseo.

 

Las manos se tocaron, Mauricio estaba boca arriba y Odessa se colocó encima. Se entrelazaban, él fue separando suavemente los pequeños espacios entre los dedos de Odessa. Los tanteaba de la misma forma en que entraría a un cuarto oscuro. Fue acariciando esas parte que pocos alcanzan, donde la piel es más rosa que carne. Movía los otros dedos, sosegando la posesión, como cuatro anhelantes náufragos que tocan una orilla. Ella lo miró a los ojos, con una expresión que decía “sálvame”, sin saber que le pedía ayuda al que estaba más perdido.

 

Guillermo estaba en el confort artificial dado por el ventilador. No tenía que compartir la cama, lo que le permitía dormir a todas sus anchas. Comenzó a tener un sueño, era uno que lo hundía más en su reposo, imposibilitando que se despertara prontamente.

 

pareja calor2Su visión onírica estaba fijada en dos seres, siluetas humanas en las que no podía percibir rasgos físicos, sentía en una la delicadeza de la mujer y en el otro el vacío que tiene todo hombre. Estaban dentro de una esfera y alrededor solo oscuridad. La esfera era azul como el agua, y estos seres flotaban dentro de ella mirándose, un piscis humano. Una oscilación dentro de la esfera hacía que se movieran, fluyendo dentro de una corriente que era de ellos y a la vez no. Se contemplaban flotando, no había arriba ni abajo, y eran los únicos seres existentes. Eran azul hielo, parecían estar hechos del mismo líquido de la esfera. Cada uno alargó una de sus extremidades, al tocarse hubo un reflejo rojo en toda la esfera y en sus cuerpos volvió el azul hielo. Se acercaron y sus tonos se volvieron más tibios, comenzaban a girar, bailaban sin música, un círculo dentro de la esfera. Mientras pasaban de azul a naranja, la esfera los acompañaba en sus transición de color, se movían más rápido, más excitados, se volvían naranja rojizo, la esfera estaba viva. En sus sueños, Guillermo contemplaba maravillado esta mágica imagen. Los seres no se separaban, estaban más que abrazados, unidos, se tornaron uno. El círculo ahora era rojo e incitante, se veían los esfuerzos de estos seres, compenetrándose, la fémina  alzaba su rostro, mientras que él besaba su cuello hídrico. Durante algunos instantes se convertían en un solo ser andrógeno, y volvían a separarse, y a unirse, y más profundo, y más suave, y con la rudeza de las ganas, y el naranja y el rojo, el líquido entre ambos, unidos.

 

Imperiosamente una luz amarilla nacida de su unión encandiló a Guillermo en sus sueños. Los seres habían llegado al máximo éxtasis. Cuando pudo ver, ya no estaba la esfera, nuevamente oscuridad. Comenzó a aparecer el brillo lejano de las estrellas, ocupando todo el espacio donde estaban los amantes informes. En eso, sus siluetas comenzaron a aparecer, eran cuerpos llenos de estrellas, se diferenciaban por su relieve y la cercanía a los ojos de Guillermo. Fueron tornándose más humanos, cambiaron el color estrella por pieles, claramente pudo notar a una mujer de cabello largo y a un hombre flotando, luego de amarse en el espacio.

 

Guillermo se despertó acalorado, el ventilador seguía funcionando. Ahora era el sol que había salido el que calentaba su cuerpo. Se levantó aturdido por el sueño, preguntándose si tendría algún significado. Caminó a la sala y vio a Odessa y a Mauricio en el colchón al ras del piso. Ambos cubiertos por la misma sábana, a pesar del calor.

 

 

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