EL GOLPE A MOHAMED MORSI
Por Francisco Alfonzo
El miércoles pasado las Fuerzas Armadas egipcias depusieron al gobierno constitucional y democráticamente electo del presidente Mohamed Morsi, así como detuvieron a varios de sus dirigentes miembros de la coalición política de los Hermanos Musulmanes, nombraron como presidente interino al presidente del tribunal constitucional y ordenaron la celebración de nuevas elecciones. Este particular evento, junto con las protestas en Brasil, merece una especial atención desde el punto de vista venezolano.
El golpe de estado militar fue producto de varios factores. Por un lado, luego de un año de Morsi en el poder, la población egipcia manifestaba que su nivel y condiciones de vida habían empeorado, no se sentían satisfechos con las políticas adoptadas por el gobierno democrático, en comparación con las del anterior dictador Hosni Mubarak. Es decir: el dictador tenía más contento a la población que el demócrata. Ello provocó que el pueblo fuese incrementando cada vez más sus manifestaciones de descontento y protestas públicas.
Por otro lado, Mohamed Morsi no instauró un gobierno de reconciliación y unidad nacional que tomara en cuenta a todos los factores de la sociedad luego de la ruptura del orden preestablecido y de las luchas contra la dictadura en la primavera egipcia. Morsi es miembro de la fuerza política de los Hermanos Musulmanes, quienes abogan por un régimen de gobierno en el cual lo civil y lo religioso van de la mano, sin separación entre el Estado y la religión musulmana, mismas leyes y mismas autoridades. Como consecuencia de ello y de una postura ortodoxa, los musulmanes de ese nuevo gobierno no integraron a todos los sectores de la sociedad que hace poco más de un año estaban luchando en conjunto para derrocar al dictador Mubarak. Ello creó un gran descontento entre las distintas fuerzas políticas, pues los musulmanes se hicieron con el poder e ignoraron a todos los demás en el ejercicio del mismo.
Entonces, ¿debe considerarse legítimo y loable que el poder militar haya metido sus manos en el asunto y derrocado al presidente democráticamente electo? Una respuesta absoluta a esa pregunta es imposible.
La democracia necesita de reglas claras en el ejercicio del poder. Mohamed Morsi fue electo democráticamente por un período constitucional determinado y tenía derecho a terminar su mandato. Adicionalmente, nunca es deseable que los militares se inmiscuyan en temas del ejercicio civil del poder democrático, siempre que no haya un irrespeto a la constitución ni a los derechos humanos por parte del gobierno, los militares deben quedarse en sus cuarteles.
Es perfectamente entendible que la población no haya estado conforme con la disminución de sus condiciones y calidad de vida, inclusive es deseable que cuando eso pase protesten y manifiesten su descontento (pensemos qué pasa en Venezuela, en Brasil). Esa impaciencia y ese deseo de derrocar al primer presidente democráticamente electo es un reflejo de la falta de trayectoria democrática de la sociedad egipcia.
Por otro lado, el derrocamiento de Morsi es una lección importantísima que debe ser tomada en cuenta por todos los gobiernos democráticos que asuman el poder luego de períodos dictatoriales o poco democráticos (pensemos nuevamente en nuestro país). El
hecho de que Morsi haya sido derrocado por no compartir el poder entre todos los sectores que lucharon por derrocar al dictador es un hecho histórico que merece ser tomado en cuenta con sumo detenimiento. Probablemente si en su gabinete hubiese incorporado a los líderes de todos los sectores de la sociedad Morsi seguiría en el poder.
Como se indicó, no hay una respuesta absoluta sobre lo deseable o no del golpe de estado egipcio. Pero sí hay una lección histórica que tiene que ser un referente importante para todos los pueblos y líderes políticos que actualmente viven bajo regímenes poco democráticos o autoritarios. Es una enseñanzaa la cual la sociedad venezolana y sus líderes políticos deben prestar especial atención.
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