EXCUSA CUBANA

Por Andrés F. Guevara B.

@AndresFGuevaraB

 

 

 

Por razones que escapan a nuestro entendimiento, los seres humanos tenemos la tendencia a buscar excusas para nuestros fracasos en los demás o en circunstancias exógenas. Es común, por ejemplo, escuchar al alumno aplazado que sus notas son culpa de la maestra, que no se pudo seguir la dieta por la copada agenda social, que fue imposible hacer ejercicio debido a la lluvia, que llegamos tarde al trabajo como consecuencia del  tráfico citadino.

 

La política venezolana también está repleta de excusas que buscan justificar nuestro fracaso como sociedad. No se logró sembrar el petróleo, la viveza criolla no tiene remedio, los  políticos son todos unos ladrones. Hay una excusa que, sin embargo, nos ha venido acompañando notablemente desde el inicio de la presidencia de Hugo Chávez en 1999. La influencia cubana en el gobierno venezolano.

 

No hay político, comentarista, analista o ciudadano de a pie que no haya mencionado la presencia cubana como uno de los aspectos más determinantes de la política del gobierno bolivariano. Los recurrentes viajes de altos funcionarios venezolanos hacia la isla caribeña, la innumerable cantidad de acuerdos y convenios suscritos con el gobierno de La Habana, la profesa admiración a los hermanos Castro, la denuncia constante de penetración de ciudadanos cubanos en las instituciones gubernamentales venezolanas, el canto del Himno del Bayamo por autoridades venezolanas, izar la bandera nacional cubana, constituyen hechos, conductas y acciones que, inevitablemente, refuerzan en la ciudadanía el asentamiento de la premisa de la influencia cubana en Venezuela.

 

Se corre el riesgo, sin embargo, de que la influencia cubana se convierta en el chivo expiatorio de todas las desgracias que la oposición le atribuye al régimen socialista venezolano. Con base en este razonamiento, estamos condenados a las cadenas hasta que se acabe el dominio cubano.  No hay espacio para la esperanza en tanto cuanto no seamos capaces de librarnos de la «invasión».

 

Con esta actitud, se corre el riesgo de paralizar la acción política de quienes abogan por el retorno de la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela. Porque, ¿para qué luchar si nos tienen dominados?, ¿tiene sentido vincularse a la política si absolutamente todas las decisiones se toman fuera del país?, ¿cómo cobra vida el ciudadano siendo súbdito de un gobierno ajeno?

 

La presencia cubana, adicionalmente, se ha transformado en factor polarizante. La oposición se ha enfrascado en un debate estéril sobre la conveniencia o no de la presencia cubana en el país. Nos preguntamos, ¿cuántos seguidores del oficialismo cambiaron su postura política por la presunta cubanización de Venezuela? ¿Cuánto le incide a los individuos de los sectores más desfavorecidos la diatriba cubana en la solución de sus problemas? ¿Llegará agua potable al recóndito caserío por obra y gracia de la desaparición del cubano invasor?

 

La presencia cubana es una realidad y como tal debe manejarse. Una variable esencial en nuestro escenario político, mas no una excusa para dejar de perseguir nuestros objetivos. La Venezuela presente no es el primer país que enfrenta una adversidad proveniente del extranjero en la consecución de su libertad. Venezuela adentro, existe un país ávido de un mensaje distinto a la prédica de la miseria. Un estadio de pobreza ocasionado por el socialismo criollo, hecho en Venezuela, del cual todos hemos sido partícipes. Somos nosotros los responsables de nuestro destino y del futuro de nuestro país.           

 

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