LA DICTADURA NECESARIA

Por Javier Ignacio Alarcón

 

 

 

Hace tiempo que la disidencia ha sido anulada en Venezuela. No sólo me refiero al problema de la represión política que ejerce el gobierno sobre la oposición. Este punto posee unas características específicas y ha sido ampliamente debatido (aunque a veces se pierde la objetividad y la perspectiva en la discusión). La cuestión de la disidencia es mucho más profunda, sin embargo, porque va más allá de los mecanismos de opresión de la estructura gubernamental y se enraíza en el pensamiento de los ciudadanos. Desde esta perspectiva, y este es el principal problema, ambos bandos han caído en el juego de la negación.

 

Una de las primeras formas en que apareció este fenómeno en las filas opositoras fue el voto. La necesidad que poseían quienes se oponían a la revolución de Chávez por alcanzar una victoria se tradujo en una imposición de la herramienta electoral: si querías tener una voz tenías que votar. Si no jugabas el juego, eras considerado un disidente, eras rechazado y se te advertía que no tenías derecho a expresar tu opinión: “si no votas, no te quejes”.

 

El problema se extendió a un posicionamiento político absoluto o, mejor dicho, absolutista. Lo que empezó como una imposición de la democracia se transformo en una dictadura aparentemente necesaria dentro de la oposición. Una estrategia que ya venía ocurriendo desde hacía tiempo en el chavismo fue adoptada por quienes se le oponían. La aparición de la MUD implicó la desaparición de la heterogeneidad dentro del accionar político opositor (el discurso, para bien o para mal, mantuvo relativamente su carácter abierto). Votar por la MUD era un deber de quien no estaba de acuerdo con el ex presidente Chávez, era la única posibilidad, la única vía. El único camino, si prefieren.

 

La consecuencia de estas estrategias fue la anulación de la disidencia, de la diferencia y, en consecuencia, de cualquier heterogeneidad real. El lema del PSUV, “crítica en el discurso, lealtad en la acción”, sirve igualmente para describir la manera como funciona la MUD. Cualquier forma de accionar político distinto al voto era despachado por incorrecta, cualquier posición política que no fuera la opositora (oficial) te situaba en el otro bando, voluntaria o involuntariamente: te convertía en algo así como un chavista por negligencia o un revolucionario accidental.

 

Todavía hoy experimentamos este fenómeno, todavía sigo leyendo artículos en los cuales la “opción”, la idea de hacer algo distinto a lo dictaminado por la MUD, se vuelve una seudo-tración a la oposición y, en consecuencia, a la libertad, la democracia y la decencia. La dictadura necesaria de la oposición para con sus propias filas sigue siendo su principal característica. 

 

La MUD y el sector político que, en teoría, es representado por ella, para sobrevivir, se ha visto en la necesidad de copiar las estrategias de su adversario. De la MUD al PSUV cada vez hay menos distancia, confirmando la idea de que los extremos se tocan y, en consecuencia, obligándonos a ver que la oposición es (y probablemente siempre ha sido) un extremo, a pesar de que busca dibujarse como la opción del centro o, mejor dicho, la que va más allá de cualquier ideología. Sin embargo, un discurso heterogéneo que no se vea reflejado en un accionar político que realmente permita la disidencia es vacío y sirve exclusivamente como una forma de ocultar la naturaleza real del grupo político que lo asume.

(Visited 128 times, 1 visits today)

Guayoyo en Letras