¿OBLIGACIÓN MORAL O MUESTRA DE PODER?

Por Pedro Urruchurtu

 @Urruchurtu

 

 

 

Siria y su guerra civil poco a poco parecen ir convirtiéndose en un dolor de cabeza para las potencias mundiales que, tras la experiencia en Afganistán, Irak, Libia, entre otros (incluso Egipto), han preferido “correr la arruga” y dejar que la situación interna siga su propio curso. Para nadie es un secreto que las intervenciones militares han dejado más decepciones que logros, lo cual se traduce en una gran cantidad de bajas militares, en gastos económicos elevados y, sobre todo, en un clima de inestabilidad política interna que para muchos deja entrever que, tal vez, era mejor lo que había antes.

 

¿QUÉ ESPERA EL MUNDO DE ESTADOS UNIDOS?

 

Una parte del mundo ha demandado a Estados Unidos una actuación contundente como en el pasado. Ese papel hegemónico en la conducción militar ha hecho que precisamente se encuentre en una encrucijada. El trazado de una “línea roja” como límite, refiriéndose al uso de armas químicas en la guerra civil de Siria, es lo único que podría justificar una intervención, tal como lo advirtió el Presidente Barack Obama al gobierno de Bashar Al-Assad, ya que lo que ocurre en Damasco es un asunto sirio pero exceder los límites haría que fuera un problema mundial. Al parecer la línea roja ya se cruzó tras las denuncias de supuestos ataques químicos.

 

La otra parte del mundo acusa a Estados Unidos y a las demás potencias de ser injerencistas, intervencionistas e imperiales al pretender someter a Siria a las mismas experiencias que otros países han sufrido anteriormente. Pese a ello, Estados Unidos se ha referido a que es una “obligación moral” intervenir en la situación de Siria, sea quien sea quien haya realizado el ataque químico, pues atenta contra la humanidad y el uso de estas armas está prohibido expresamente por el Derecho Internacional Público.

 

Esto ha generado dos inquietudes: la primera, referida a por qué esperar más de 100.000 muertos en el conflicto para interceder (haciendo referencia a que en el pasado se actuó de forma más expedita). Sobre ese punto, intervenir y darle apoyo directo a los rebeldes sirios, que han demostrado ser extremadamente radicales, y ayudarles a que asuman el poder como oposición, podría repetir lo que vive hoy Libia, en la que aún hay constantes conflictos y enfrentamientos pese a que ya Gaddafi no está en el poder. La segunda es que ese “sea quien sea” confirma que no importa la investigación sobre los autores del ataque, lo vital del asunto es intervenir. Estados Unidos, no obstante, acusa directamente al gobierno sirio por ser “los únicos con tal capacidad”.

 

El gobierno de Reino Unido ha tomado una posición firme en cuanto a una posible intervención militar y cuenta con el apoyo de Francia y Alemania. Todo esto en el marco OTAN donde se incluye Turquía, un país clave en el avance del conflicto por ser vecino de Siria, y por sus aspiraciones de convertirse en un país Unión Europea. Ese consenso que cuenta con el rechazo de Rusia, Irán y China (este último con un papel mediador), entre otros, hace que la solución al conflicto muy difícilmente salga del Consejo de Seguridad de la ONU.

 

Es precisamente esa casi imposible autorización de la ONU de intervenir en Siria (a diferencia de Libia, donde hubo un consenso en el seno de la organización), la que coloca a Estados Unidos, con su claro interés permanente de “exportar democracia”, frente a un gran desafío y es que un ataque militar sin autorización podría significar la repetición de la invasión a Irak en 2003 por parte del gobierno de George Bush, que trajo grandes consecuencias negativas para el país norteamericano. Lo cierto es que, a diferencia de hace diez años, hoy Estados Unidos, además de contar con el apoyo del gobierno de Reino Unido, tiene el apoyo de Francia y Alemania, opuestos en el pasado al ataque a Irak.

 

Por ello, Estados Unidos afirmó ayer que no actuará solo y que la única forma de intervenir es con apoyo de la comunidad internacional, cuestión que parece ir tomando forma a partir del apoyo de un número importante de Estados de occidente dispuestos a actuar y que conforman el llamado grupo de “Amigos de Siria”. El avance en la toma de las decisiones, desde el seno de la OTAN, demuestra que se busca una intervención en el marco de un cuerpo unido y no de Estados en particular, cuestión que podría disminuir las críticas a Estados Unidos y las demás potencias. Se convierte en una especie de “queriendo sin querer”.

 

¿QUÉ CONSECUENCIA PUEDE SUPONER UNA INTERVENCIÓN EN SIRIA?

 

Ya el asunto no se trata de intervenir o no, pues está claro que eso ocurrirá y ya hay un posicionamiento militar cercano a la zona. El asunto se refiere al cómo hacerlo y es que Siria ha prometido una respuesta sorpresiva en caso de ataques, lo que hace evaluar con cuidado cualquier posibilidad de arremetida, entendiendo que una respuesta de Siria, apoyada por Irán y Rusia, podría afectar a Israel, por medio de una ofensiva del Líbano, por ejemplo.

 

Todo lo anterior sin hablar de la fuerza que pueden tomar grupos radicales como Hezbollah en la región y un posible enfrentamiento entre este grupo y Al Qaeda, quien ya admitió que se vengará por el ataque químico del gobierno sirio. Al respecto, Israel ya está al tanto de la situación y ha movilizado a parte de su reserva a la frontera con Siria. Esto podría generar un intenso pulso en la zona que lograría desencadenar una situación mucho más caótica. Pero también surge la pregunta respecto a qué podría pasar si no se actúa y el gobierno sirio continúa avanzando.

 

Estados Unidos no ha actuado antes porque sencillamente, además del mal sabor del pasado, no obtiene mayores beneficios a la hora de intervenir. Sin embargo, el hecho de haber puesto como límite el uso de armas químicas y la confirmación de que esto ya ocurrió (la delegación enviada por la ONU aseveró que se utilizó alguna sustancia química), obliga a que deba hacer de su amenaza algo real pues de lo contrario perdería credibilidad y daría paso a que otros “enemigos” como Irán y Corea del Norte no tomen en serio las amenazas norteamericanas y se siente un precedente que les dé patente de corso para actuar sin escrúpulos.

 

Esto hace que Estados Unidos deba ejecutar, de alguna forma, un ataque que seguramente será muy limitado, intenso y breve (la Casa Blanca afirma que será, al menos, de tres días), dirigido esencialmente a blancos militares que coadyuven a la destrucción de los arsenales químicos y así evitar futuros bombardeos con este tipo de armas.

 

No queda clara aún la estrategia para atacar a Siria por lo que esto podría suponer en términos de consecuencias y el Presidente Barack Obama la semana pasada confirmó que todavía no hay una decisión sobre el ataque, lo que puede hacer ganar tiempo a los «Amigos de Siria» para sumar más aliados. Se parte de la idea de que la respuesta será por medio del uso de misiles (de crucero) pero queda la duda en torno al ataque por vía aérea pues las baterías anti-aéreas que posee Siria, compradas a las Rusia, le dan un punto a favor al gobierno de Al-Assad, quien provocó y retó a las grandes potencias al afirmar que éstas pueden generar guerras más no ganarlas. De manera que la cautela en el conflicto será decisiva y no extrañaría que cualquier ataque tenga lugar luego de que los inspectores ONU se retiren de la zona, cuidando así equivocaciones anteriores. La encrucijada en la que se topa el gobierno de Obama hará que deba atacar para hacer valer su palabra pero también deberá ser distinta para que no le sean achacados los errores de administraciones pasadas que aún le siguen pasando factura a los Estados Unidos.

 

¿VENEZUELA BENEFICIADA?

 

Aún cuando el gobierno del fallecido Presidente Hugo Chávez fue uno de los principales aliados del gobierno de Bashar Al-Assad y sobre todo cuando el discurso sigue siendo solidario ante una eventual intervención, un conflicto de las magnitudes como el que se está dando en Siria trae un impacto importante en los precios del petróleo. Esa alza en los precios, que ya se está dando, indudablemente favorece a Venezuela quien se encuentra sumida en grandes deudas con China y otros países. Un incremento en los precios, haría que el país perciba mayores ingresos y eso daría estabilidad económica y oxígeno (al menos por unos meses) para poder honrar compromisos adquiridos y poder seguir pidiendo financiamiento, lo que se traduce a su vez en estabilidad política para Nicolás Maduro, la cual necesita. Muestra de todo lo anterior es mantener un discurso anti-intervención pero se continúa abasteciendo de petróleo, por ejemplo, a Estados Unidos, con el cual se obtiene combustible para sus naves militares.

 

Al parecer, esa suerte de «cinismo moral» toca a todos los Estados y, tarde o temprano, esto trae sus consecuencias.

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