Y ENTONCES TODO VA BIEN
Por Mariana Castro
@__Marianita_
Sí… ese pudo ser un buen final feliz para ella, pero entonces despertó y se dio cuenta que seguía ahí, tirada en el fondo del abismo. Encogida, con las piedras a su alrededor en forma de escudo, nada había cambiado, excepto que ya no sentía más que rabia por quien la había dejado caer en ese horrible lugar. Sentía frío, estaba lloviendo, simplemente se encogió para poder mantener el calor en su corazón, podía escucharlo latir con un poco más de fuerza, fue en ese momento cuando miró hacia arriba. Todavía le quedaba un trecho larguísimo por escalar y ya había estado semanas tirada sin hacer nada, llorando todo lo que tenía que llorar, sufriendo todo lo que tenía que sufrir. Con el tiempo había dejado de tener tantas pesadillas, había pasado por el típico proceso de sanación, y ese sueño que al principio tenía cada noche, sobre que él volvería, se había esfumado con facilidad al quedar desmayada nuevamente en el fondo. Fue entonces cuando, con mucho esfuerzo empezó a escalar nuevamente por sí misma, sin esperar nada, simplemente escalaba, concentrada en sus propios pensamientos.
Al poco tiempo de que ella se desmayara, todos los que ella amaba empezaron a encontrarla, tirada como una frágil muñeca en el fondo. Intentaron sacarla, pero nadie podía desprenderla del suelo, no les tomó demasiado tiempo comprender que ese ascenso lo tenía que realizar ella sola cuando estuviese lo suficientemente fuerte. Y fue así como ella comenzó a escalar nuevamente, poco a poco, adquiriendo un nuevo brillo, distinto al que tenía antes de caer ahí abajo. Era un brillo que representaba su fuerza interior, un brillo que emanaba de cada poro de su piel, de sus ojos, una gran fuerza que fue sustituyendo poco a poco a las piedras que la rodeaban. Ella misma podía ser su propio héroe, ella misma podía ser su propia armadura, ella misma podía salvarse, no necesitaba de nadie más. Pero cuando le faltaban menos de cien metros para poder salir, se detuvo, algo la frenó, se quedó sentada ahí un rato.
“Pero ¿y si me vuelven a lanzar allá abajo? No quisiera volver a estar atrapada ahí, es oscuro, frío. Te sientes tan solo, no se pueden escuchar ni las voces de quienes te hablan desde el exterior, ya no sé ¿será que termino de salir?”
Justo en ese momento escuchó un jadeo del lado contrario de la pared en la que se encontraba. Preguntó en voz alta quién estaba ahí, y entonces una luz parecida a la de ella la encegueció por un momento. Había otra persona, un muchacho, no se había percatado de eso. Estaba sentado como ella en una repisa natural de piedra observándola con atención.
—¿Cómo llegaste aquí?- preguntaron ambos al mismo tiempo- me empujaron- respondieron nuevamente, ambos rieron.
—¿Habías notado mi presencia antes?- preguntó el muchacho.
—Este lugar es bastante grande y oscuro pero en ocasiones, escalando, sentía una presencia, pero pensaba que había sido mi imaginación.
—¿Eras tú quien gritaba?- volvió a preguntar curioso su nuevo compañero. Ella apenada miró hacia un lado y asintió lentamente con la cabeza- No tienes nada de qué avergonzarte, yo también gritaba. Al principio pensaba que lo que escuchaba era un eco de mi propio dolor, hasta que deduje que podía haber alguien más aquí conmigo.
—Estamos a punto de salir ¿Por qué te detienes?- inquirió ella.
—Creo que por la misma razón que tu- respondió cortésmente el muchacho.
Pasaron varios días en los que al descubrir que no estaban solos en ese agujero, hablaron día y noche sin parar, contándose cuáles fueron las razones por las cuales acabaron en ese lugar. Resulta que al chico le había ocurrido algo muy parecido a ella, en algunas cosas se parecían mucho, en otras eran completos opuestos y tenían discusiones, pero en ningún momento se aburrían de hablar ni de compartir ideas o pensamientos.
—Acércate- dijo la chica- quisiera verte un poco mejor- A lo que el muchacho se fue acercando con ayuda de las piedras de las paredes del abismo. Para facilitarle el trabajo, la chica también se aproximó, ambos se encontraron en un punto medio de la pared y se miraron con mucha atención- Sabes, no entiendo por qué te dejaron caer- dijo la chica.
—Yo tampoco entiendo por qué te hicieron eso a ti, no lo mereces- y al mismo tiempo miraron hacia arriba- ¿Me permites ayudarte a salir?
—¿Por qué me ayudarías?
—Porque veo en ti la luz que siempre busqué, y si tú estás bien, yo también lo estaré ya que yo no te dejaría caer aquí otra vez, sé lo horrible que es.
—Te dejaré ayudarme si me dejas ayudarte- sonrió la chica.
Al salir, a ambos los esperaban. Los aplausos y las lágrimas de felicidad inundaron el ambiente, no hacía falta nada más para ser feliz en ese instante, y fue en ese momento cuando ambos se percataron que tenían las manos entrelazadas.
—Sabes, puede que estar allá abajo no fuese tan malo- comentó la chica.
—Explícate.
—Gracias a estar en la oscuridad es que sabes apreciar la luz, puede que en un momento lo que tenía antes me pareció bueno, pero ahora veo que solo me condujo a mi casi destrucción.
—Ahora tenemos algo mejor- le dice el chico besando su mano- ¿ahora qué hacemos?
—Vamos a ser felices, vamos a estar bien ¿tú estás bien?
—Excelente ¿y tú?
—De maravilla.
Aprender a brillar por uno mismo es difícil, es mucho más fácil pedir un brillo prestado, pero cuando se brilla y se encuentra de pronto, sin planearlo, a alguien que brilla como tú, no hay mitades, sino un gran complemento de enteros.
Y entonces todo va bien.
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