CARACAS DESAHUCIADA

Por Norma Pérez

@normaperez9

 

 

 

Hace tres años llegué a Caracas pensando ¿qué tiene esta ciudad que todos se quieren venir a vivir aquí? Cuando vienes de vivir del interior del país, Caracas te parece ruidosa, grande y estresante. Sin embargo, con el pasar del tiempo, comienzas a querer la ciudad, a sentir que en medio de todo vale la pena tomarse un tiempo para conocerla, apreciar sus lugares y admirar su belleza.

 

Hoy camino sin rumbo fijo por el boulevard de Sabana Grande y me doy cuenta de que Caracas tiene lugares ocultos que son muy hermosos, pero el caraqueño está demasiado ocupado en correr a los supermercados, en estar alerta por los malandros, en tocar corneta para ver si la cola avanza; en lugar de detenerse cinco segundos a admirar lo que tiene alrededor.

 

Además, hay que agudizar muy bien la vista porque toda la belleza de esta ciudad la opaca la basura, los edificios en deterioro y la gente que no le importa nada y ensucia un poco más con cada paso que da. Sigo avanzando por el boulevard y noto que este sería un lugar perfecto para sentarse a conversar, a jugar, o simplemente a tomarte un café, pero también me doy cuenta de que eso solo pasaría si dejáramos de vivir a mil por hora y sintiéramos que estamos en un lugar seguro.

 

El caraqueño dejó de sentirse seguro hace muchos años y lamentablemente hoy en día son más las personas que despide en Maiquetía que a las que les da la bienvenida. No solo el caraqueño vive así, el venezolano en general tiene temor de salir a la calle, de quedarse en un lugar hasta tarde. Hoy más que nunca recuerdo esa canción de Rótival que dice “ya no hay aire en este lugar, ya no puedo respirar”.

 

Llego a la UCV y admiro toda esa belleza que nos regaló Villanueva. Siento una tristeza enorme al ver como los abusos, los maltratos y la inexistente seguridad la van deteriorando. Llego hasta donde están mis amigos y uno de ellos me sorprende con la noticia de que se va del país. Sin embargo, al pasar los minutos pienso que no hay por qué sorprenderse, simplemente es alguien más que se cansó de las colas eternas para conseguir una harina pan, de no poder sacar el celular tranquilamente, de recibir malas atenciones.

 

Quisiera que los gobernantes y los ciudadanos de este país se dieran cuenta de que Caracas tiene una enfermedad terminal y que ya está desahuciada, que es como un castillo de arena que en cualquier momento va a ceder ante tanta inseguridad y deterioro. Por ahora sigo admirando en silencio la hermosa perla que nadie ve.

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