UN PARAÍSO DEGRADADO

Por Arelis Garrido

 

 

 

Vivía en un paraíso inenarrable. Aquella vista de un mar inmenso, con tonalidades de azules; la contemplación de un cielo con todo tipo de nubosidades con infinitas imágenes que se forman en tu subconsciente y te hacen transportarte hacia diferentes escenarios; aunado al silencio inmenso que a veces perturbaba los oídos, y que se podía apreciar en casi toda la urbanización. Además, la limpieza que se evidenciaba a todo lo largo del área y la seguridad que se respiraba nos hacía sentir que había valido la pena el habernos esforzado a lo largo de nuestras vidas porque ya teníamos el premio que nos merecíamos.

 

Muchas personas lograron con tanto esfuerzo (léase prepararse académicamente hasta lograr una profesión universitaria) obtener buenos empleos, con una remuneración suficiente que les permitía tener una vida digna, adquirir su vivienda propia, su vehículo, disfrutar una vez al año de unas merecidas vacaciones, educar a sus hijos en colegios con una programación  educativa  ajustada a las leyes y sin ningún tipo de ideología política, y en los cuales se tenía que cancelar una mensualidad por los servicios prestados.

 

Estas personas o ciudadanos, que disfrutaban de este panorama, pasaron a ser escuálidos, apátridas, majunches, fascistas, golpistas o cualquier otro epíteto revolucionario, solo por el hecho de querer mejorar su calidad de vida y de ser personas con un espíritu inquebrantable de superación  y sobre todo, por tener ideas distintas y oponerse a los gobernantes de turno. La revolución Bolivariana los tilda de personas indignas creando así una división o polarización que los enfrenta con la otra parte de la población, donde existen muchas personas que les tiene sin cuidado su preparación académica y ser ciudadanos de calidad, y mucho menos de convertirse en profesionales universitarios.

 

Vemos con estupor cómo este sistema de gobierno ha estimulado a los profesionales universitarios, con o sin experiencia en su área,  lanzarse a la lucha por conseguir una visa en un país extranjero, para ofrecerles todo el cúmulo de aprendizaje adquirido en las diferentes universidades existentes en Venezuela, muchas de ellas hasta reconocidas internacionalmente. La mayoría de estos universitarios andan en busca de un trabajo bien remunerado y unas condiciones de vida acordes con los estándares que existen en esos países a los cuales quieren emigrar, ya que desgraciadamente, cada día les es más difícil obtener un buen empleo en nuestro país  y tener una vida digna,  con  comodidades y satisfacciones y aunado a esto, con seguridad personal para ellos y sus seres queridos.

 

El oasis que presenciaba con todo placer en mis fines de semana, después de trabajar arduamente a lo largo de la jornada laboral, se convirtió en un lugar sucio por la basura en la calle, sin agua, con cortes de luz escalonados y con alta presencia de seres despreciables, atentos a quitarte tus pertenencias. Nos invadieron todos los espacios, nos pusieron el barrio con sus problemas implícitos al lado de nuestras viviendas, que con tanto esfuerzo nos costó adquirir. El país se convirtió en un inmenso rancherío  con “viviendas dignas” y a todos los niveles se puede apreciar lo paupérrimo en que se encuentran la mayoría de los sectores. Todos merecemos vivir cómodamente y en cualquier escenario, pero resulta que existen unos patrones de conducta que todos no están dispuestos a seguir. Por eso se hace necesario educar a todas estas personas que provienen de barrios del país para poderlas implantar en la forma de vida de una urbanización.

 

¿Será que todos estos hechos que nos aturden, y nos quebrantan,  nos van a estimular a salir a luchar por nuestros derechos y por todo lo que habíamos conseguido a lo largo de estos años antes del arribo de la revolución Bolivariana?

 

¿Será que lograremos derrotar tanta ineficiencia, incapacidad, servicios deficientes, instituciones politizadas, aunado a la ignorancia de tantos funcionarios públicos?

 

¿Será que podemos continuar con la resistencia y con ese ímpetu para tratar de cambiar la situación actual que vivimos los venezolanos?

 

¿Será que el miedo que nos penetra hasta lo más recóndito de nuestro ser, lo vamos a superar?

 

¿Será que vamos a luchar  y no dejarles el país a estos boliburgueses que gobiernan este terruño?

 

¿Sera que vamos a permanecer en este país al pie del cañón, y luchar con ahínco y con mucha fuerza hasta ver que se vislumbren los cambios que necesariamente se producirán?

 

La repuesta a estas interrogantes es  ,  continuaremos en esta lucha y seguiremos contemplando nuestro paraíso como lo habíamos contemplado por muchos años. Seguiremos vislumbrando el inmenso mar, y contemplando la belleza incalculable de los amaneceres y atardeceres que tanta paz espiritual nos produce, ya que gracias a Dios, hasta allá no puede llegar la mano de los revolucionarios para dañar este paisaje natural  y hacerlo de su uso exclusivo.

 

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Guayoyo en Letras