LA LIBERTAD

Por Gabriela Amorín Padilla

 

 

 

Existen diversas concepciones y posturas con respecto a la libertad y a lo que ésta implica.

 

La libertad es, sin duda, una capacidad netamente humana. El hombre con sus acciones libres se va perfeccionando a sí mismo en el tiempo, es decir, es perfectible. Esto recibe el nombre de autorrealización.

 

La libertad existe, de hecho, no es algo que podamos elegir tenerla o no. De ahí que se diga “que estamos condenados a ser libres”. Aquella no es infinita, pues nos encontramos coaccionados por agentes externos desde el momento que nacemos (biológicos, históricos, culturales, etc.) y además, no podemos deshacernos de ella. La “Libertad es una tarea encomendada que debo cumplir”. Podríamos decir entonces, que ningún hombre es absolutamente libre, pero tampoco está absolutamente encadenado. Su racionalidad lo separa de la bestia y de la cosa, pues no se responsabiliza a los objetos ni a los animales por el daño que causan, éstos no gozan ni de libertad, ni de moral, ni mucho menos de la razón que le permite conocer sus limitaciones.

 

García Cuadrado expone algunas pruebas de la existencia de la libertad. Explica que nos sentimos libres cuando no estamos obligados por ningún agente externo, cuando no hay obstáculos. El hombre no busca la libertad en sí como un fin, sino se vale de ella para alcanzar el fin último, la felicidad. Es un medio para autodestinarnos hacia aquello que queremos, de este modo, somos dueños de nuestros propios actos, somos responsables de ellos. No puedo ser libre si no respondo por las consecuencias de mis actos, porque no se puede responder por algo de lo cual no se es dueño.

 

También nos damos cuenta que somos libres, cuando captamos que nuestras acciones no son necesarias, sino producto de nuestra voluntad.

 

Cuando nos vemos en la obligación de cumplir las promesas nos damos cuenta de que el hombre es capaz de autodeterminarse, de ser dueño de su futuro. Ser fiel a los compromisos es signo de libertad, responsabilidad y coherencia.

 

Finalmente la indecisión. Ante las diversas alternativas, solo es posible vencer la duda con una decisión de la voluntad. El hecho de que pueda dudar entre varias opciones y elegir la que mi voluntad desee, es otra prueba de libertad. “De aquí deriva el sentimiento de angustia, percibir diversas posibilidades en lo cual el hombre puede fracasar”.

 

Cuadrado explica varios sentidos de la palabra libertad. Existen las libertades innatas y las adquiridas. La primera es, la libertad fundamental o trascendental. Proviene de la infinita apertura del entendimiento y la voluntad humanas a todo el mundo real. Es la capacidad de amar y conocer. Todas las cosas pueden ser objeto de entendimiento y voluntad del hombre, éste es susceptible de un enriquecimiento infinito. A pesar de esto, sabemos que la libertad humana es finita, por lo tanto, no todas las capacidades pueden ser satisfechas. Hay cosas que se escapan a la voluntad, como la situación histórica o cultural, no puede elegir la felicidad, ni dejar de ser libre.

 

Otro sentido de la libertad es el libre albedrío o libertad psicológica, que también nos viene dada desde el nacimiento. Es la capacidad de autodeterminarse según unos fines elegidos por sí mismo hacia algo que la inteligencia nos presenta como bueno. No es solo la capacidad de elegir, sino de autodeterminarse al bien.

 

Entre las libertades adquiridas están, la libertad moral y la libertad social o política. La primera tiene que ver con la capacidad de autoperfección, de la que hablábamos al inicio del ensayo. Es el perfeccionamiento de las personas por medio de los hábitos morales y virtudes. Tiene que ver con el buen uso de la libertad de elección. En este ámbito de la libertad nos damos cuenta como las elecciones humanas van configurando su estructura como persona, en este caso, en el campo de la moral. Nuestra inclinación natural al mal no asegura la buena utilización de la libertad, por ello existe la moral. Obrar bien supone una integración entre la voluntad y la inteligencia, quiere decir obrar por lo que la inteligencia me presenta como bueno, independientemente de las inclinaciones sensibles o pasionales. El aspecto más importante de la libertad moral consiste en educar esas tendencias naturales, supone un autodominio para no ser esclavizado por ellas.

 

“Las inclinaciones naturales instintivas no son completamente perversas, pero existe una tendencia moderna a exaltar lo placentero y natural como una fuerza vital que no ha de ser reprimida”. No debemos olvidar que estamos conformados por una parte pasional y una racional, debemos convivir logrando armonía entre ambas y no dejándonos someter por ninguna.

 

Por último, encontramos la libertad social o política. Consiste en: la capacidad de intervenir en la vida social y política sin prohibiciones, en que los propios proyectos vitales puedan realizarse y que sean estimulados o promovidos por la sociedad. El nivel de libertad es proporcional a la cantidad de proyectos que sean promocionados. Es indispensable para asegurar la libertad social, un orden social justo y humano, además de la integración entre la autoridad y la libertad personal, así mismo, la sociedad debe ser promotora de la responsabilidad individual, pues una verdadera autoridad política trata a sus súbditos como seres libres, capaces de responder por sus acciones.

 

Cuadrado explica algunos defectos de la libertad política o social. El permisivismo es uno de ellos. Es la tolerancia extrema por parte de las autoridades sobre acciones que no se tienen por buenas. En este caso, la autoridad del Estado es reducida en detrimento del autentico bien común de la persona. Se olvida con esta concepción, que existen unos criterios propios y objetivos del orden social y que no todo es tolerable. Este tipo de tendencias pueden desembocar en anarquías o desordenes sociales, en los cuales, no se resguarda la vida de los ciudadanos ni se respeta su dignidad.

 

Por otro lado, García Cuadrado expone el autoritarismo como tendencia opuesta a la anteriormente citada. Se utiliza en algunos casos para evitar desordenes sociales, pues la autoridad se considera por encima de la libertad para evitar que los ciudadanos hagan mal uso de su libertad. El Estado se convierte en un protector de las libertades, aplicando prohibiciones excesivas. Ciertamente, el bien común es garantizado, pero a costa de disminuir la libertad de los ciudadanos. Esta tendencia termina por constituir personas con poca iniciativa y escasa conciencia de la responsabilidad personal, además muchas veces, el Estado no busca garantizar el bien común, sino su propio bien, degenerando en sistemas totalitarios donde solo unos pocos son favorecidos.

 

Otras formas de concebir la libertad o posturas filosóficas ante ésta son el liberalismo, el determinismo y el existencialismo.

 

En el liberalismo, la libertad es entendida como mera elección. Se desentienden de los valores objetivos y basta con la elección para ser libre, independientemente del bien o mal elegido. Se busca la libertad como el fin último y no como un medio para obtener lo que se quiere. Se rigen según la siguiente premisa: “Cada uno es libre de elegir lo que quiera, pero siempre que los demás no se vean perjudicados”.

 

Una de las críticas al liberalismo, es la negación de la inclinación natural hacia el mal que hay en el hombre. Supone que el hombre es naturalmente bueno y confía en su buena voluntad. Además niega los valores objetivos, el único valor es la autenticidad y da por bueno que todos buscan su propio interés.

 

Existe entonces una tendencia contraria al liberalismo. Se trata del determinismo, en el cual no existe la libertad porque el hombre siempre elegirá por la razón más fuerte, la cual es independiente de su voluntad y “el futuro está unívocamente determinado”. Pero resulta contradictorio, pues de hecho, sabemos que determinar el motivo más fuerte, depende de la voluntad. De este modo, la premisa determinista carece de sentido. Además, para los deterministas no existe la responsabilidad. No somos merecedores ni de premios ni de castigos porque no somos dueños de nuestras acciones.

 

Cuadrado establece la distinción entre el principio de causalidad, en el cual todas las acciones tienen una causa,  y el determinismo. Todo aquello que es libre, no quiere decir que no tenga una causa, sino que su acción no está determinada por ella, es decir, la causa no es necesaria. Obrar libre no es inmotivado, la causa la determina la voluntad personal. La causa de que me tome unas pastillas es que tengo una enfermedad y deseo curarme, sin embargo, tengo la libertad de tomarlas o no. “La decisión es siempre libre en cuanto que la voluntad no está determinada desde fuera de manera violenta”. A pesar de que la libertad humana está siempre condicionada por factores muy diversos, estos solo juegan el papel de obstáculos para poner en juego mi libertad, pero no nos encontramos esclavizados por estos.

 

García Cuadrado expone un punto medio entre el liberalismo y el determinismo, según el cual, algunas acciones (ni todas, ni ninguna), son fruto de la libertad de elección. También dice que nuestra elección puede ser errada o acertada, es decir, podemos elegir bien o mal y como somos dueños de nuestros actos, debemos tener en cuenta la responsabilidad como un elemento que le da mayor valor a la libertad.

 

Finalmente, y durante todo el transcurso del texto, García Cuadrado va explicando el existencialismo como una tendencia filosófica que plantea una postura ante la vida y una visión distinta de la libertad.

 

El existencialismo niega la naturaleza humana, pues el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo, y después se define. “El hombre es para si mismo, su propio proyecto de existencia”.  Comienza por no ser nada y solo será después, tal como se haya hecho. Así pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre es el único que no solo es tal cómo él se concibe, sino tal como él se quiere, no es otra cosa que lo que él se hace. En fin, la premisa existencialista es: “la existencia precede a la esencia”.

 

El hombre está solo, huérfano y con una enorme piedra sobre sí, piedra que los existencialistas revelaron, razón por la cual fueron vistos como pesimistas. Es mucho mejor llevar los males sin saber de ellos, cual autómatas, ¿a quién le gusta saber el peso y el color de la piedra que lleva sobre su espalda hasta la cima?, como lo escribió Camus en El mito de Sísifo, “A partir del momento en que sabe su tragedia comienza”[1]. Los existencialistas no eran pesimistas, ni sombríos, solo eran realistas. Renovaron no solo la vitalidad de aquellos hombres con brío de acceder a sus innovadoras propuestas, sino la conciencia de saberse vivos, dueños de sus actos y de sí mismos, y por si fuera poco, la dignidad de todos y cada uno de los hombres, la posibilidad de ejercer libremente y con conciencia de ello, la humanidad que nos fue arrebatada a principios del siglo XX y nos había convertido en marionetas de un Dios no sólo ficticio sino caprichoso.

 

No solo niegan la existencia de una naturaleza humana determinada y la idea de las verdades universales, sino que llenan al hombre de una enorme angustia, consecuencia de no conocer su destino y dejar éste en sus manos; la nada, el vacío del futuro, un porvenir desconocido y cambiante, relativo y subjetivo que, para Albert Camus es el “absurdo”: la vida sin sentido, para Sartre, es la “náusea”.

 

El hombre ha sido traído al mundo arbitraria e involuntariamente y una vez en él, es completamente libre, su coacción yace en el hecho de que no puede elegir no ser libre (como anteriormente fue comentado). Esto no debe verse como algo traumático, ni como un factor que impulse al quietismo que tanto critica y teme Sartre, sino al vitalismo de saber que nuestra existencia tiene valor en este mundo y que solo aquí podemos ser libres y ser, “La angustia no impide obrar al hombre, al contrario, es la condición misma de su acción”[2]; mejor lo expone Camus, “Hay que imaginarse a Sísifo feliz”[3]; dentro de esta pesadez que genera la vida, aún podemos encontrar de qué y en qué sentirnos dichosos.

 

 

 

Gabriela Amorín Padilla

@Graby_

gamorin@guayoyoenletras.com

 



[1] CAMUS, Albert.

[2] SARTRE, Jean Paul.

[3] CAMUS, Albert.

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