Crónica de almuerzos mexicanos

Por Daniela Carrascal

@danycarrie

 

 

 

Con pasos vacilantes va el viajante a su destino, por primera vez. Sin conocer, sino por referencia, se lanza a la aventura gastronómica de platos a los que su paladar es novato. Curioso ante la diversidad, se atreve. Y es que, ¿de qué sirve viajar sino es para llenar la mente de conocimientos, el alma de recuerdos y la boca de sabor?

 

Llegué a México DF un día con ganas de saborear su historia, y así fue. La gastronomía mexicana es vasta y parece infinita, sin embargo la capital está llena de lugares donde probar los mejores exponentes de esta comida, ya sea en restaurantes o en puestos callejeros, cada uno a su estilo representa el valor culinario que hace famoso a México en el mundo. Tres lugares fueron víctimas de mi apetito esa semana.

 

El restaurante que le gusta a Ferrán Adriá

 

Caminando por la encantadora Zona Rosa me topé con El Bajío de Reforma 222. Los manteles azules y las paredes decoradas con atavíos tradicionales, destacan sobre este exclusivo y moderno centro comercial. Y como lo tradicional era mi antojo, este fue el elegido.

 

El Bajío fue fundado por Raúl Ramírez Degollado y Alfonso Hurtado Morellón, en 1972. El original está ubicado en la Av. Cuitláhuac del DF pero después de 30 años cuenta con diez establecimientos, incluyendo el de Reforma, todos bajo la batuta de la reconocida chef Carmen «Titita» Ramírez Degollado, autora del galardonado libro Alquimias y Atmósferas del Sabor, quien se esmera por conservar la autenticidad de la comida mexicana en cada unidad de El Bajío.

 

El menú contempla platos tradicionales variados donde se puede apreciar la arraigada identidad del mexicano. Yo, seguí las recomendaciones de mi muy amable mesonera y empecé pidiendo unas Garnachas Orizabeñas de entrada, y es que este guiso de cerdo con papas, sobre tortillas de maíz y con picante, son perfectas para encender el paladar. De plato fuerte no podía dejar de probar una de las especialidades de El Bajío, las carnitas hechas especialmente por carniceros de Michoacán.

 

Y como me gusta investigar los lugares que llaman mi atención, me dispuse a hacerlo con El Bajío. Mi sorpresa fue grande al leer en un artículo de El Economista que este sabroso restaurante había causado “un shock culinario” en Ferrán Adriá (citando sus propias palabras). No solo eso, sino que este lugar fue su inspiración en el 2012 para un proyecto de restaurante mexicano en Madrid junto a su hermano Albert Adriá, ya que lo calificó como el mejor restaurante de comida tradicional mexicana del mundo, como afirma un artículo de La Vanguardia.

 

Quizás nunca tenga el honor de conocer al chef catalán, pero puedo decir que compartimos el mismo gusto por la comida mexicana y la misma opinión.

 

La cocina flotante de Xochimilco

 

Entre sus amplios canales, Xochimilco, esconde tantas historias como visitantes navegan sus aguas. El pueblo de Xochimilco, Patrimonio Cultural de la Humanidad, es parte de los 16 delegaciones que conforman el DF, es una zona de tierras fértiles y desde la América Prehispánica su principal actividad económica ha sido la siembra de flores y en esta cálida ciudad, los habitantes vecinos van para adquirir todo lo relacionado a la botánica, pero los turistas, vamos a pasear por sus coloridas trajineras.

 

Pintorescas barcas, unas 200 aproximadamente, recorren estos calmos canales, se les llaman trajineras, todas identificadas con nombres de mujeres. Yo navegué en Gabriela.

 

Era un día de semana y no había muchos visitantes, tuvimos el privilegio de tener la barca para nosotros solos y un amable guía a la disposición de contestar mis curiosas preguntas al ritmo de la marimba o los mariachis que paseaban en trajineras vecinas, ofreciendo su música.

 

En Xochimilco todo sucede a bordo y sobre el agua. La venta de souvenirs, serenatas y hasta la comida llega flotando. Cuando el hambre llamó a la puerta, una embarcación más pequeña se remolcó a la nuestra, en ella había una cocina nada improvisada, lista para cualquier exigencia culinaria con un menú lleno de platos típicos. No pensé dos veces para ordenar mi tan deseado pollo al mole acompañado de arroz, también una ración de tacos de cerdo, tortillas con crema de frijoles y ensalada de penca de tuna. La comida estuvo completa con una fría Corona.

 

La cocina flotante se separó de nuestra barca dejándonos satisfechos. El paseo culminó veinte minutos después, pero Xochimilco permanecerá siempre en mis mejores recuerdos gastronómicos.

 

El “Indio” Fernández no se equivocó al elegir este lugar para realizar una de sus más inolvidables películas, María Candelaria, que se conmemora con un gran afiche colgado entre los árboles donde se filmó.

 

Zócalo desde el sexto piso

 

Caminar sobre lo que alguna vez fue la ciudad de Tenochititlan, capital del Imperio Azteca, da una sensación indescriptible de atemporalidad que traslada la imaginación a tiempos remotos de guerreros y batallas. Hoy, La Plaza de La Constitución como realmente se llama el Zócalo, es un punto donde converge el turismo con actividades políticas y sociales de los ciudadanos mexicanos. No tuvimos la suerte de visitar este lugar a plenitud porque en esta ocasión servía de centro de acopio para los damnificados del huracán que hacía pocos días había azotado a Acapulco.

 

Pero al no poder caminarlo, tuve el privilegio de admirarlo desde el balcón de Puro Corazón. Este restaurante al que llegamos invitados por uno de los tantos promotores que cazan comensales en las calles aledañas al Zócalo, queda en el sexto piso de un edificio antiguo y alberga en él un menú de comida tradicional mexicana y algunos platos prehispánicos.

Al entrar, la mirada se maravilla con la Catedral, que en todo su esplendor se irgue frente los humildes ojos de los turistas. Manteles de colores, de textiles tradicionales adornan las mesas de Puro Corazón, en una pared se hace honor a María Bonita y amables mesoneros ofrecen lo mejor de la carta.

 

Para empezar, ordenamos unas picaditas, ración de tortillas fritas con crema de frijoles, queso blanco, perejil con picante de chile verde. Una muy buena elección para preparar el estómago al manjar siguiente. La “Copa de Mar” representó el segundo plato, una variada selección de frutos del mar, calamares, camarones y pescado blanco, en salsa de jitomate con aguacate fresco.

 

Pero no se acabó ahí, el broche de oro fue el “Templo Mayor” y como su nombre lo indica, este plato fue supremo. Un corte de lomito a la parrilla con guacamole, y una presa de pollo al mole acompañado de tortillas y crema de frijoles negros. Todo en un plato, era una combinación de lo mejor de México. Y es que este plato no podía ser menor ya que lleva el nombre del recinto religioso y político de los aztecas.

 

La cerveza Indio, de color oscuro y sabor penetrante es una de las más antiguas de México, con 120 años de existencia, y fue la elegida para maridar el almuerzo en las alturas. Una excelente opción para conocer la diversidad de cervezas mexicanas, además de la popular Corona.

 

Y así, con un trago de tequila reposado 100% agave, culminaba la comida frente a la Plaza de la Constitución. Este era el último día en el DF, y aprovechamos el tiempo de la sobremesa para mirar en silencio la vista que nos brindaba el balcón de Puro Corazón y no hubo mejor que recuerdo que el Zócalo desde el sexto piso.

 

 

 

Dedicado a Mauricio Escobar

 

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