“Somos minoría y seremos minoría siempre”

Por Andrés Abreu Urdaneta

@andresabreu

aabreu@guayoyoenletras.com

 

 

 

Tamara Adrián es abogada egresada de la Universidad Católica Andrés Bello con la mención Summa Cum Laude, doctora en Derecho Comercial de la  Université Panthéon-Assas de París. Pero más allá de todo eso Tamara es una luchadora, una luchadora por los derechos de las minorías; específicamente de las minorías sexuales o de la sexodiversidad.

 

Ha dedicado parte de su vida a luchar por el reconocimiento de iguales derechos para la comunidad LGBT en nuestro país. Su vida fue inspiración para Elia Schneider quien dirige la película “Tamara”.

 

Tamara, con la simpatía que la caracteriza, acudió a nuestras oficinas y conversó con nosotros sobre la película y sobre las acciones que ha llevado y lleva a cabo actualmente. Los invitamos a que disfruten de esta amena conversación, en exclusiva para Guayoyo en Letras.

 

Guayoyo En Letras: ¿Cómo llega usted a la propuesta de la película?

 

Tamara Adrián: Hace unos cuatro años Elia Schneider se me acercó con la idea de meterse otra vez con el tema de la intolerancia. Empezamos a tener una serie de entrevistas para ir delineando el posible guión hasta que llegamos a un preconcepto de lo que sería la película, luego ese guión sufrió 130 o 140 modificaciones hasta que se llegó a la versión ante definitiva porque después de esa hubo como 40 versiones adicionales.

 

Fue un proceso de encontrar aquello que tenía que ver con la manera de hacer una película de ficción sobre un tema de la vida real, que fuese ficción. En algún momento nos planteamos si se podría seguir llamando “Tamara” porque a veces tiene tan poco que ver con mi vida, pero luego de una serie de discusiones al respecto, llegué a la conclusión de que la labor de difusión de idea tenía por ahí también una vertiente interesante; que si se hubiese llamado “Petra” o “María” no habría tenido el mismo impacto.

 

G.L.: ¿Por qué cree usted que escogen la historia de Tamara Adrián para esta ficción?

 

T.A.: Creo que una de las cosas que hace falta en la diversidad sexual desesperadamente es la de los referentes positivos. Desafortunadamente por mucho tiempo el tratamiento que se había dado a la diversidad en los medios de comunicación y en las películas era generalmente despectivo e inclusive que incitaba al odio y a la discriminación. De hecho cuando tu observas la forma en las que se tratan las noticias LGBT en los medios escritos, particularmente, encuentras una discriminación subyacente en lo que son los elementos verbales y en los elementos no verbales (imágenes) que refuerzan los estereotipos de género y la idea o el prejuicio que se hace la gente sobre la sexodiversidad sobre la base de esa premisa que el hombre gay quiere ser mujer o que la mujer lesbiana es una “marimacha” de pelo corto, y las personas trans son unos locos de atar.

 

Ante eso es necesario reforzar los referentes positivos -que los hay-, tenemos presidentas lesbianas, primeros ministros y presidentes gay, aún no tenemos ningún presidente trans pero ya vendrá. Tenemos muchísimos referentes positivos pero que raramente son mostrados; creo que esa era la idea.

 

Nadie se hace gay porque no se aprende, no se contagia, no se imita y no se hereda. Se descubre y generalmente con mucho dolor y desasosiego de reconocer la propia diferencia ante la familia y los amigos, el temor a la discriminación, a la violencia, a la segregación, el temor en general a las consecuencias de asumir una identidad de género o una orientación sexual que muchas veces tratas de ocultar. Creo que ha llegado el momento de dar esos referentes positivos que muestren que ser gay, lesbiana o transexual no es mejor ni peor, simplemente es diferente.

 

G.L.: ¿Qué opinión le merece o cómo se siente con la interpretación de Luis Fernández?

 

T.A.: El gran temor que tenía Luis es de su corpulencia y de su cara muy masculina. Yo creo que hizo un excelente trabajo, de lo poco que vi porque una de las cosas que traté de hacer fue no participar mucho para llegar a ver la película como cualquier otra persona, sin estar contaminada del proceso anterior; yo solo vi a Luis tres veces en el proceso de creación del personaje pero sí hablé con él en distintas oportunidades y él enfatizaba mucho que había sido el papel más difícil porque no trataba de recrear a Tamara Adrián sino recrear el pasar por asumir algo que tú sientes pero que el resto de las personas no sienten o no entienden. Todas y cada una de las personas trans pasamos por el mismo proceso; negación, duelo y aceptación.

 

G.L.: ¿Cuál espera que sea el impacto de la película en la sociedad venezolana?

 

T.A.: Yo espero que contribuya a romper alguna de las resistencias que desafortunadamente nos acompañan. Venezuela habiendo sido el primer país de América Latina en enfrentar el tema de la transexualidad en el año 1977 se paró en la historia en 1998. Entre 1977 y 1998 se le daba el reconocimiento de la identidad a las personas trans que tenían operaciones genitales, lo que resultó es que esa evolución se paró en Venezuela y desde 1998 hasta ahora no ha habido ningún reconocimiento, ni por cambio de nombre, ni por rectificación de partidas, de personas trans.

 

Mientras tanto, el resto de los países transitaron en los 90s hacia el reconocimiento del cambio de nombre sin el cambio de sexo por simple voluntad o por vía judicial; y luego el estándar que se ha venido implantando en Inglaterra a partir de 2004 que fue recibido, entre otros, en la ley de identidad de género en Argentina y Uruguay, en la reforma del Código Civil en México pero también en Brasil, Bolivia, Perú y Chile. A través de esto se otorga el reconocimiento de la identidad de género a las personas independientemente de la genitalidad porque a las personas que tu encuentras en la calle tu no les pides que se bajen los pantalones para reconocerlos como varón o como hembra; se reconocen por su apariencia, por su actitud y por su forma de ser. La genitalidad es irrelevante para el resto de los mortales.

 

G.L.: El Artículo 146 de la Ley Orgánica de Registro Civil establece la opción del cambio de nombre por distintos supuestos, entre ellos cuando no se corresponda con el sexo. ¿Cómo se maneja esta disposición?

 

T.A.: No se maneja. Porque el CNE, órgano rector del registro civil, y a través del Dr. Alejandro Herrera que es el director del Registro Civil entiende que sexo es género. Él tiene una posición muy similar a la del Vaticano; “la perversa teoría de género” dice El Vaticano.

 

El reconocimiento de la identidad es el reconocimiento del sexo y el cambio de todos los documentos, no solo el nombre. El derecho al nombre es un derecho humano y se entiende también como el derecho a la modificación del mismo.

 

G.L.: ¿Qué es pro inclusión y que labores lleva a cabo?

 

T.A.: Es un movimiento social de base, que tiene relación directa con el partido Voluntad Popular pero no forma parte de la estructura del partido, es decir que las personas que forman parte de pro inclusión no tienen que ser parte de Voluntad Popular ni viceversa.

 

Voluntad Popular tiene un norte, que es que para ser un dirigente político primero tienes que ser un dirigente social y tienes que hacer tu trabajo de base. La idea fue integrar no solo personas de la diversidad sexual sino cualquier persona que quiera luchar por la divisa principal del partido “todos los derechos para todas las personas”. Y eso significa que no puede haber personas que no tengan derechos porque las personas de la diversidad sexual estamos luchando por el derecho a tener iguales derechos, que es el estadio anterior a la lucha por el derecho a que esos derechos se te concedan en los hechos. La obtención de iguales derechos pasa por dos fases: la obtención de iguales derechos en la ley y en los hechos.

 

En líneas generales nosotros podemos decir que todo el resto de las personas tienen iguales derechos en la ley, entonces su lucha es por iguales derechos en los hechos. El problema es cuando tienes personas que no tienen esos derechos, pero esa negativa de derechos en la ley son invisibles gracias a los prejuicios porque la mayoría ha interiorizado el prejuicio. Luchar contra esos prejuicios ha sido un tema difícil.

 

G.L.: ¿Qué le dice a las personas que afirman que “Venezuela no está lista” para admitir el matrimonio igualitario?

 

T.A.: Que tienen una idea bien pobre de ellos mismos y del país, porque si Colombia, Ecuador, Brasil, Uruguay, Argentina y México lo tienen, y van en el mismo camino Chile, Perú y Bolivia; creo que tienen una idea muy pobre de lo que es Venezuela.

 

Además no es un tema de que esté preparada o no. Mandela decía algo como que existen leyes que por los prejuicios nos niegan iguales derechos. ¿Hay que cambiar la mentalidad para luego lograr iguales derechos? No, tú no puedes luchar contra la mentalidad a menos que logres iguales derechos. Entonces decía Mandela, si leyes injustas nos privan de derechos iguales a causa de los prejuicios, primero lucharemos para que esas leyes nos otorguen iguales derechos y luego lucharemos contra el prejuicio; ese es el orden de las cosas.

 

Desafortunadamente pasamos en Venezuela tiempos muy grises, por no decir negros, desde el punto de vista de las ideas y del debate de ideas. Si algo nos ha caracterizado en estos últimos 15 años es la no existencia del debate de ideas, es un grupo que pretende imponerle sus ideas a otros sin discusión. Esas condiciones son el caldo de cultivo de la intolerancia que estamos viviendo.

 

Ha sido muy difícil en Venezuela ir hacia la presentación de un plan de iguales derechos porque simplemente hay cuatro elementos muy perversos: El militarismo exacerbado; la excesiva presencia de las iglesias evangélicas que no representan más del 5% de toda la creencia venezolana pero en la Asamblea Nacional son aproximadamente el 16%, Luisa Estella Morales dijo en algún momento que mi caso jamás saldría del TSJ porque eso es contrario a la ley de Dios; en tercer lugar el tema del desconocimiento de la evolución de los Derechos Humanos; y hay un grupo que tiene cierto poder que fue formado en el estalinismo. Esos cuatro elementos impiden un debate de altura sobre el tema.

 

G.L.: De acá en adelante, ¿cuál es la lucha de Tamara Adrián y de Pro inclusión y cómo puede la gente unirse a esta lucha?

 

T.A.: Esta es una lucha de todos los días y a todos los niveles, y es una lucha de alianzas. Yo siempre digo que somos minoría y seremos minoría siempre, pero para incluirte o para luchar contra el racismo tú no tienes que ser negro, para luchar por derechos iguales de las personas LGBT no tienes por qué ser gay, lesbiana o transexual. Donde tú no puedes entrar es a sustituir el discurso, es decir, si tú no eres negro tu puedes acompañar la lucha contra el racismo pero tú no sabes lo que es el racismo porque no lo has sufrido; si no eres lesbiana, gay o trans tú no sabes cómo es la discriminación, puedes intuirla y ser empático y de hecho, las personas que no forman parte de esta comunidad son bastantes empáticos.

 

Yo no le tengo miedo a algo más que a un gay de closet en el poder. Es el que te va a poner todas las trabas; en cambio el que no es gay muchas veces podrá ser más empático que el gay de closet porque tiene miedo a que sepan lo qué es.

 

 

 

Pueden seguir a Tamara Adrián en su cuenta en Twitter @TamaraAdrian y a Pro Inclusión en @ProInclusionVP

 

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