El que calla otorga

Por Laurin Isabel Bello Gutierrez

@LaurinIsabel

 

 

 

Como ponerse a la altura de más de cinco días de valentía, fe, y sobre todo mucho, pero mucho guáramo, como llenarse la boca de las palabras adecuadas para describir el grado de fortaleza de una nación que muchos creímos perdida. No hay tal cosa como estar a la altura de quienes le ponen el pecho abierto y de frente a mas de 100 efectivos de la Guardia Nacional sumados a los mas de 100 de la Policía Bolivariana de Venezuela, y no puedo dejar de hacer una pausa aquí y pensar en la ambigüedad de ambos términos “Guardia” y “Bolivariana”.

 

Han asesinado a 6 personas hasta la fecha y hora en la que escribo esto (20 de febrero del 2014, 9:38 de la noche). Han herido decenas de personas en todo el territorio nacional, y por la cárcel han pasado otras decenas más, y muchos aún están, que lejos de haber sido acusados de crímenes de los cuales ni sus propios inquisidores conocen el significado exacto, han sido victimas de una violencia que incluso excede los limites de lo terrorífico. Hay un estudiante que denunció haber sido violado con un fusil, solo para comenzar y cerrar este párrafo, que la verdad me aturde demasiado; porque que te disparen a quema ropa con un fusil por tener las manos pintadas de blanco alzadas ya es bastante sádico, como para agregarle la violación con el mismo objeto. Sinceramente, no encuentro un adjetivo descalificativo para semejante atrocidad.

 

Los disparos en la cabeza de la mayoría de los nuevos muertos en Venezuela, tampoco tienen nivel o grado de definición, porque ya ni siquiera son consecuencia de la “inseguridad venezolana”, cosa que ya es lo suficientemente horrorosa, estos seis muertos son la muestra de que la República Bolivariana de Venezuela, hoy en pleno siglo XXI, sí, ese del que ellos mismos hacen tanto alarde, está en una época de al menos 10 siglos atrás, y ni siquiera, creo que jamás en ninguna clase de historia registre unos sucesos tan violentos como los que hoy vive el país que me dio algo más que la nacionalidad y la forma de pronunciar o no la S y la R.

 

El país, mi país, ese del que hago o hacia tanto alarde siempre, hoy está en las televisoras a nivel mundial confundiéndose con imágenes de Siria y Ucrania, sí, así de ilógico, como aquella vieja canción.

 

En fin, en las ultimas 48 horas lo que más me ha preocupado, además de todo lo anterior y mi familia y amigos que están en medio de semejante catástrofe social, es la indiferencia con que muchos observan la debacle venezolana y no mueven ni un dedo en pro de ayudar a que Venezuela supere semejante peo, y me perdonan el francés, pero vamos a ver si así entienden.

 

Tanto afuera como dentro del territorio nacional hay un gentío, como decimos en Venezuela, que simplemente se ha hecho la vista gorda, y ha seguido con su vida, como si lo que pasara a la vuelta de la esquina fuera el set de grabación de alguna película de Steven Spielgberg, en la que los vecinos salimos a tomar un par de fotos de los protagonistas, chismoseamos un ratico con los panas en la redes sociales, y chao, ya todo se volvió muy fastidioso, incluso para unos 140 caracteres en Twitter.

 

En Venezuela hay gente que necesita hacer 250 mil horas de colas más para papel sanitario, para entonces comenzar a entender que vive en un país en crisis, y que si no empezamos como individuos a salirnos de la cola y alzar la voz ante cosas que ahora parecen tan normales como la escasez, mañana estará usando la hoja de plátano para ir al baño, como en aquella época que algunos vemos muy remota, pero que en Venezuela parece estar a la vuelta de la esquina.

 

Fuera de Venezuela hay un montón que tiene que bajar las chequeras, sí, señores, dejen de hacer el chequecito que lo que les da es risa para “el país que me vende el petróleo a precio de gallina flaca”, y sean hombres y mujeres con un poquito de dignidad y sentido común, y respeten a todos los que portamos sello venezolano. Ustedes y su silencio, nos están llenando de tiros en la cabeza, ustedes y su silencio que otorga a nuestro verdugos complicidad nos están abarrotando las cárceles de inocentes y las calles de delincuentes, que ahora también han llegado al grado de psicópatas, ustedes y su indiferencia nos están aislando todos los días de aquel idílico siglo XXI. Bajen las chequeras, guárdense un ratico el amor a sí mismos, el egocentrismo, la alucinación de creer que se vive en el paraíso cuando realmente se navega en las aguas del infierno.

 

Desde el señor que liberó su wifi e hizo sanduchitos para los estudiantes en Caracas, hasta aquella persona en alguno lugar de La Mancha que se tomó una foto con un cartel que decía #PrayForVenezuela se merecen un aplauso y una quitada de sombrero, así como aquellos que sin portar un título de comunicadores, han ejercido la profesión mejor que muchos que portan dicha licencia, informando al país y al mundo de lo que sucede en las calles de nuestro país.

 

El resto se puede ir ahora mismo a hacer un examen mental, darse un paseo frente al espejo para preguntarse a sí mismos qué es lo que están haciendo por el territorio que ocupan, por la tierra que les dio la vida, por el ser humano que ven en las pantallas de sus televisores bañado en sangre, por el inocente que está siendo sometido a torturas físicas y mentales en una cárcel venezolana, por un país rico pero hundiéndose en la miseria, la desdicha y un luto constante. El que calla otorga, señores, y hoy le están otorgan al lado oscuro y amargo de la historia mundial.

 

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