Una bomba hace más ruido que mil aplausos

Por Sinay Medouze

@Smedouze

 

 

 

Venezuela es una tierra curiosa, una aldea de gran tamaño que pareciera sostenerse sin columnas ante el peso de la corrupción el desastre y la desesperanza que conforman un techo agrietado donde los rayos del sol se forman escasos sobre la espalda del venezolano.

 

Suceden muchas cosas insólitas en este país, solo hay que pararse en un andén de cualquier estación del Metro de Caracas y observar cómo los usuarios (literalmente) se matan para entrar al vagón, o ver desde una avenida cómo lanzan basura desde las camionetas por puesto, carros o cualquier otra vía terrestre.

 

Es increíble presenciar el alboroto de un menor de edad cuando insulta con groserías a un adulto en plena calle, estos casos hacen pensar que el respeto y el orgullo del menor, hacen dudar a cualquiera sobre su entorno familiar. No hay que ser ciego para ver que los antivalores son el pan de cada día en la rutina venezolana, y al que no le guste ¡Se la cala!

 

Lo más curioso es sentarse a hablar de ese tema con un grupo de amigos, panas, conocidos, etc., y llegar a la conclusión de que “los venezolanos son así, por eso es que este país está como está, porque Venezuela no se merece esa clase de gente ¡y esto no va a cambiar!”

 

Es verdad que hay personas malas, faltas de respeto, orgullosas y vivas, pero ¿Cuántas son?

 

Una autoevaluación

 

Si usted es de las personas que odian (u odiaban) contundentemente al país y viaja constantemente solo para terminar de aniquilar la pequeña esperanza de reputación que tiene Venezuela en decir cosas que no ha comprobado, ni vivido, ni visitado, está cometiendo el primer error en una serie de errores. Porque si no ha vivido Venezuela en carne propia, entonces ¿Por qué habla usted de cosas que no ha presenciado y qué es lo que hace para cambiar al país?

 

Ir a marchar y defender la tierra donde nació requiere de cultura, de amor y mucho conocimiento de lo que se está reclamando. De nada sirve hablar mal de un país por 15 años y de repente ir a desatar la furia opositora en contra de un gobierno sin haber recorrido los alrededores del estado en el que vive, sin haber saboreado los condimentos de la gastronomía, sin haber apoyado el talento nacional, sin haber asistido a una obra de teatro, sin haber dicho “Yo amo a Venezuela”.

 

Es verdad que este país tiene cosas que no se pueden ocultar con un dedo, pero hay que aceptar que todos conformamos una parte de este caos momentáneo. Pero ¿en serio todos los venezolanos son malos?

 

Acérquense a la objetividad, ¿cuántas personas de verdad entran a los golpes al vagón del Metro, cuántas echan la basura en la calle, cuántas gritan, cuántas insultan? Pocas, una cantidad mínima que opaca a todos aquellos que se comportan como es debido, una cantidad mínima que tiene la culpa de que a los venezolanos se les adjudique como malas personas, maleducadas y sucias. Pero reflexione: Una sola persona armada es capaz de paralizar a todo un estadio de béisbol, y esto no quiere decir que todos los que estén allí son malandros: Una bomba hace más ruido que mil aplausos.

 

Venezuela es vivir el mundo al revés, pero esa es una realidad creada por cada uno de los habitantes de este país y hasta que no cambie la forma de pensar ni actuar y comiencen a transformar toda esa desesperanza en amor, las cosas de verdad no van a cambiar.

 

La lucha

 

Hay diferentes tipos de lucha: la digital, la protesta, la queja, la tolerancia y el trabajo de hormiga. Si usted ama y cree en que este país no va a cambiar de verdad, tiene razón, no va a cambiar; pero si tiene esperanzas en hacerlo: ELIJA CAMBIARLO.

 

Todo comienza por el AMOR: no hable mal de Venezuela ni deje que otras personas lo hagan, mucho menos sin son extranjeros. Defiéndala a capa y espada y convenza a sus vecinos de que esto vale la pena. Porque todo cambio comienza con una palabra esperanzadora; si usted cambia su vocabulario, lo cambia TODO. Algunos le llaman La Magia del Verbo.

 

No deje que una bomba opaque el brillo del país ¡Y deje que los aplausos se escuchen hasta el cielo.

 

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