Movimiento estudiantil: la disgregación de las fuerzas

Por Jesús Armando López

@JArmandoLopez

 

 

 

Mucho se ha abordado desde el ámbito reflexivo lo que ha venido ocurriendo en la sociedad venezolana durante los últimos días. Hemos pasado desde unas efervescentes manifestaciones de calle en contra del Gobierno Nacional, un lacerante silenciamiento de los medios de comunicación nacional y terminando en la sádica muerte de jóvenes indefensos, quienes han fallecido producto de la anarquía ideológica que impera en el país.

 

Aunado a los hechos descritos, se le suma el encarcelamiento de un líder opositor y el lanzamiento por parte del Presidente de la República, de un plan de pacificación embelesado en un turbio ambiente de rencor y de poca aceptación hacia el pensamiento divergente y distinto.

 

Estas líneas se encausan en reflexionar alrededor de la cara visible desde el 12F, de este conflicto: los estudiantes. Mi disertación nace dentro de las manifestaciones y diatribas que éstos han suscitado en el país. Al ser un agente partícipe de las protestas pacificas, considero que mi visión no comporta sólo un contenido reflexivo sino también experiencial. Seré tajante en un aspecto: el movimiento estudiantil aún se encuentra en la búsqueda de su sentido, de su horizonte y de su razón de ser dentro de la coyuntura política que vivimos.

 

La lucha cada día se ha ido convirtiendo en una especie de embudo. Al inicio se argumentaba que uno de los objetivos de las manifestaciones era la salida del presidente Maduro, otros fundamentaban la razón de su protesta en la violación de los derechos a los estudiantes que habían sido detenidos en la región andina del país; hasta terminar concretándose en el deseo de una autentica transformación nacional.

 

Soy partidario de la idea que al tener un objetivo visualizado se tiene una meta y, de esa manera, no se desperdicia nada. El movimiento estudiantil no debe ser la solución práctica de los partidos políticos, quienes no han tenido la musculatura necesaria para hacerle frente al Gobierno. Es desleal, de parte de algún político, apropiarse de una lucha que comenzó con la tiza y la pizarra.

 

Ciertamente, son los políticos quienes han de condensar y hacer más auditiva dentro de la sociedad, las inquietudes y deseos que presentan la porción que ellos representan. Hoy en día vivimos arrinconados por la escasez de alimentos, la inseguridad, el desabastecimiento en los hospitales públicos, la aleatoriedad del dólar y súmele algunas otras aristas que encrudecen la situación. Es decir, sobran las razones para protestar. Muchos políticos y estudiantes han enarbolado la bandera de que la solución a todos estos vejámenes por los que tenemos que pasar diariamente, se encuentran en la renuncia presidencial; siempre que ésta se encuentre encausada en la vía democrática y constitucional.

 

Con tajante explicitud la Carta Magna expresa que el Presidente de la República puede salir por una enmienda constitucional, una asamblea constituyente, un referéndum revocatorio o la voluntaria renuncia de su cargo. Personalmente no soy partidario de la salida del primer mandatario. Considero que el movimiento estudiantil no debe hacerse eco de este planteamiento, sino que debe centrarse en sumar adeptos a su causa social, pero primero debe conocer cuáles son los intereses de esta porción social que desea conquistar. Antes de todo ello, el movimiento estudiantil debe hacerse social.

 

Difícilmente una persona que sea cónsona con la línea partidista gubernamental podrá desplazar su sentir, por no llamarle miopía, hacia la salida del Jefe de Estado. En algunos sectores el chavismo a ultranza se encuentra sumamente articulado y acentuado, al punto de negar las imperiosas necesidades que vive el pueblo de Venezuela con el fin de legitimar la praxis que realice el Gobierno, quien se encuentra dispuesto, ante cualquier tropelía, a conservar los privilegios que hoy posee.

 

Lastimosamente los adeptos al oficialismo hoy prefieren optar por la dádiva gubernamental a tener que reclamar sus derechos. Quizás porque no ven de parte de la oposición un proyecto de país alternativo, sino a un grupo de políticos y estudiantes que están fomentando un caos esperando una solución milagrosa.

 

No creo que el movimiento estudiantil se encuentre en la búsqueda de un escaño partidista. Al contrario, ellos buscan la concreción de un mejor futuro haciendo partícipes a los adeptos del Gobierno.

 

La función del movimiento estudiantil no debe ser pregonar, ante el que piensa distinto, que la única salida de este atolladero es la renuncia de Maduro. Deben centrarse en hacerles ver a los partidarios del oficialismo que los problemas que nos aquejan no son de índole partidista o circunscrita a un grupo, sino que nos afecta a todos en igualdad de condiciones. Tanto los partidos políticos como el movimiento estudiantil deben ganarse el apoyo popular y entender que es un mérito que se alcanza, no algo que se regala.

 

De esta forma, hasta las zonas populares que se encuentran en sintonía con el oficialismo irán desmontando la idea del mesianismo político que tenía el finado Hugo Chávez; sumado a ello, atrás quedará la concepción de que el poder se alcanza por un traspaso hereditario. Cuando estalle realmente la inconformidad del pueblo, el oficialismo no podrá acallar las marchas que saldrán del oeste y serán los del este quienes se sumarán, y no viceversa.

 

Si la fuerza que hoy representa el movimiento estudiantil se muestra de esta manera, el Gobierno se verá en la ineludible obligación de dar respuesta, tanto a oficialistas como a opositores, de las demandas que le hagan. Si el espacio social que estos muchachos han ganado se deja perder, será difícil que abandonen de nuevo las aulas cuando sea verdaderamente útil.

 

Al dejar al Gobierno desnudo por su incompetencia, si ellos desean seguir en el poder, deberán cambiar el rumbo del barco. Si lo hacen, quizás las cosas puedan recomenzar. En caso de no hacerlo, la presión social será tan inmensa que les exigirá que caminen hasta la puerta de salida, siendo los sectores populares quienes tendrán la llave.

 

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