Solidaridad latinoamericana

Por Francisco Alfonzo

@FranciscoAlfonz

 

 

 

Ante la difícil situación que actualmente vive Venezuela el papel y la actitud de la comunidad internacional ha sido verdaderamente decepcionante, sobre todo el de los países latinoamericanos.

 

Sin duda la solución a esta crisis está exclusivamente en manos de los venezolanos, pero en situaciones como la que vivimos la ayuda, solidaridad y compromiso de otros países resulta sumamente útil y necesaria.

 

La voz de los venezolanos ha llegado a importantes rincones del globo, el mundo sabe que en Venezuela estamos muy mal y la dictadura ha quedado en evidencia como tal frente a los líderes de la comunidad internacional.

 

Luego de haber visto lo que sucede en Venezuela, los países del Continente han fijado cada uno su posición. El asunto incumbe sólo a los venezolanos, pero sin duda que es un tema que regionalmente merece especial atención para nuestros vecinos, los cuales internacionalmente tienen un rol decisivo.

 

Los mecanismos de la ONU y la OEA (con todos sus organismos conexos) también tienen una especial misión que cumplir en casos como los que vive el país actualmente. Al igual que las ONGs (Organizaciones No Gubernamentales), las cuales dentro de sus respectivos temas y competencias (derechos humanos, democracia, constitucionalismo, transparencia, gobernabilidad, etc.) también deben prioritaria observación al caso venezolano.

 

Sin duda hemos recibido ayuda o, mejor dicho, apoyo a la causa de la libertad en Venezuela de parte de algunos aliados importantes desde el punto de vista internacional, de Estados Unidos y Panamá, por ejemplo. Organismos de la ONU, especializados en derechos humanos, como las Relatorías Especiales y Grupos de Trabajo, también han tendido una mano a los venezolanos y han exigido al Gobierno respeto a nuestras libertades.

 

No obstante, en general la comunidad internacional nos ha abandonado. La OEA y otros países vecinos del continente han sido verdaderamente cobardes y egoístas con la situación de Venezuela. El foro político por excelencia para discutir el asunto de la crisis venezolana es la OEA, la cual tiene dentro de sus fines esenciales la vigilancia de la situación democrática y de los derechos humanos en la región. Sin embargo, esa organización y los países miembros nos han dado la espalda.

 

Se reunieron en pasadas semanas y producto del miedo y la presión política interesada de los mandatarios regionales emitieron un documento realmente lamentable. La OEA es un organismo compuesto por estados, representados por sus respetivos embajadores dependientes de los gobiernos de cada país, la voluntad de la OEA es la suma de las voluntades de los estados que la componen.

 

La voluntad de los estados que componen la OEA ha sido negar el apoyo a la democracia y la libertad de los venezolanos porque sus gobiernos han sentido miedo de darle la espalda a la dictadura de Maduro, ya que Hugo Chávez se encargó de comprar voluntades políticas repartiendo dinero (= poder) a otros mandatarios y gobiernos del Continente.

 

La solidaridad ha sido entre los presidentes y no entre los pueblos. Cuando Brasil, Chile o Colombia le han dado la espalda ha Venezuela eso ha sido por decisión y miedo de sus presidentes, no por falta de solidaridad entre los pueblos del continente.

 

Resultan lamentables algunos casos ejemplares.

 

Bachelet, por ejemplo, quien sufrió la dictadura de Pinochet (1973-1990), cuyo padre fue torturado y muerto en prisión, quien además tuvo que vivir en la clandestinidad debido a la dictadura, declaró la semana pasada: “jamás apoyaremos ningún movimiento que de manera violenta quiera derrocar a un gobierno constitucionalmente electo». Olvida la mandataria chilena que la legitimidad democrática no proviene solamente de la celebración del elecciones, que por cierto fueron bastante cuestionadas, sino que viene dada por el ejercicio democrático del poder, con apego a la Constitución.

 

El caso de José Miguel Insulsa también fue lamentable. Después de haber sufrido las consecuencias del régimen dictatorial de Pinochet, parece haber olvidado su pasado, tal vez es un olvido “apropósito”, producto de las comodidades y satisfacciones que le ofrece el poder del cargo que ocupa. La semana pasada este señor declaró “se determinó que lo de Venezuela no afectaba la democracia”, dándole la espalda a una sociedad que sufre como una vez sufrió la de él.

 

Dilma Rousseff, presidenta del gigante de la región, el país más poderoso y pesado dentro de la diplomacia suramericana, también ha ignorado la situación venezolana. Antigua guerrillera de izquierda, quien luego del golpe de estado de 1964 en Brasil, fue apresada, torturada y condenada por la dictadura militar brasilera.

 

Igualmente, el exguerrillero y preso político de la dictadura Cívico Militar de Uruguay (1973-1985), José “Pepe” Mujuca, ex militante del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros, también ha mostrado su complicidad con el régimen autoritario y represor de Nicolás Maduro. A pesar de haber declarado que “las noticias que llegan –desde Venezuela– no son para nada gratas”, no ha dado ningún paso adelante para contribuir con las libertades y derechos de los venezolanos.

 

Nuestro vecino colombiano también nos ha ignorado, el Presidente Santos, a pesar de no ser ideológicamente compatible con la dictadura de Maduro, se ha puesto del lado de la tiranía y la represión, debido a que está sometido por la guerrilla, en su ambición de llevar a éxito el fulano proceso de paz con las FARC.

 

Los casos de Ecuador y Bolivia no valen la pena ni si quiera ser examinados.

 

Venezuela parió al Libertador de América, quien dio independencia a la mitad de la región. Además, nuestro país siempre fue sumamente solidario con las víctimas de las dictaduras de Latinoamérica, ofreciendo refugio y protección a muchos perseguidos políticos y migrantes del siglo pasado. Inclusive Venezuela fue un espacio de salida, cobijo y libertad para muchas víctimas de guerras mundiales europeas. Es una lástima como hoy nos han dado la espalda.

 

Lo que nos ha sucedido ha sido una muestra de que el Derecho Internacional es formado por la voluntad política de los países y no por reglas escritas preestablecidas. A pesar de la existencia de múltiples procedimientos y mecanismos para coadyuvar a la situación venezolana, la inefectividad de estos ha sido posible por la falta de interés político de los gobiernos.

 

Como dijimos al inicio de este artículo, la solución al problema de Venezuela está en manos de los venezolanos, con mucha más razón ahora que estamos a espaldas de la comunidad internacional y regional. Quedará luego para la historia del hemisferio juzgar moralmente la situación y sentenciar a quien merezca ser sentenciado

 

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