La virtud está en el punto medio

Por Ramona Manso

 

 

 

Cuando los extremos parecen intensificarse y afilarse, sólo queda recordar la frase en latín “Virtus in medio stat” que acuñara Aristóteles y luego fuese adoptada por San Agustín: la virtud está en el punto medio. La virtud es un medio entre dos vicios, que pecan, uno por exceso y otro por defecto.

 

¿Quién está en el medio? Cristo está en la cruz que une a dos ejes, uno sobrenatural (conexión con lo divino) y otro humano (conexión entre hermanos). Es el centro de los ejes que conectan al hombre con lo espiritual, lo verdaderamente supremo y los hombres. ¿Podremos asimilar esto y recordar nuestra herencia religiosa, históricamente católica?

 

Los desaciertos de los venezolanos en los últimos 50 años conllevan no sólo a una revisión teórica de las propuestas, sino una posibilidad de perdonar el pasado. Cómo perdonar si Chávez, el propulsor del movimiento chavista, recalcaba los errores y pecados de años de indiferencia y corrupción y cerraba con su frase “no volverán”. En este caso, la balanza tilda notoriamente hacia la izquierda. Por el otro lado, cómo perdonar, si la oposición se ha visto despojada, víctima de injusticias y criminalizada. En este caso, la balanza gira hacia la derecha. Hay muchas cargas emocionales que se acumulan en tan sólo unos pocos años, dirigiéndose a dos extremos y no permiten que la balanza del país sea estable y el progreso social y económico sea constante. El desequilibrio de ideas y el rencor no permiten la unión y lo que es más importante, el trabajo en equipo.

 

En términos espirituales, el bando chavista persiste en negar su herencia judeo-cristiana, desplazando a Dios por un hombre de carne al que llaman “Comandante Eterno”, “Supremo”, “Gigante”, etc. Sus seguidores emulan al apóstol Pablo quien escribiera “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20) y llegan a señalar “Yo soy Chávez”. Una vez fallecido, la veneración llega a resemblar una especie de espiritismo. El bando opositor ensordecido con tanto odio y amoralidad se pregunta a donde fueron a parar los derechos humanos, la moralidad, el respeto y las buenas costumbres. Sin embargo, las rodillas de muchos no se doblan todavía y no todas las miradas se dirigen al cielo. Como almas sin dueño, muchos siguen a falsos profetas y buscan extrañas señales por doquier. La creencia en el más allá, donde se rendirán las cuentas de lo bueno y lo malo, como premisa cristiana, no está muy presente en el venezolano y como señalara el escritor ruso Dostoevsky, “si Dios no existe, todo está permitido”. Venezuela vive hoy una devastación material y espiritual y una frustración continúa con el otro bando.

 

¿Qué se puede hacer en medio de tanta tensión? ¿Es el diálogo factible? El diálogo más apremiante es el diálogo con Dios. Tanto los chavistas como la oposición deben de dejar de seguir a hombres y someter sus deseos a Dios para poder amar a aquellos a quienes les cuesta amar y perdonar a aquellos considerados imperdonables. Ambos bandos están hastiados de años de corrupción y malas prácticas en Venezuela. Es hora de apelar a una instancia superior que puede ayudar al venezolano a salir de la miseria física y espiritual que presenta. Sólo Dios es capaz de sacar de la miseria la vida y vida en abundancia. Sólo Dios es capaz de revertir la sequía. Sólo imitando a Dios se puede conseguir el anhelado perdón mutuo, borrar el pasado y seguir en un camino cordial con miras a un futuro mejor. De nuevo, la virtud está en el medio, lejos de los extremos de derecha o izquierda. En medio de la cruz de Venezuela está Dios, acerquémonos a su centro. La resistencia hacia la paz y la felicidad está en nosotros mismos.

 

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