El que se colea pierde

Por Mariana Marchena

@pachena32

 

 

 

Me encontraba en el Seniat de Terras Plaza Centro Comercial ubicado en el municipio Baruta, referente a un asunto con mi RIF y al llegar a eso de las 10:00 am me encuentro con un mar de gente; personas paradas, otras deambulando , unas tuiteando, hablando entre sí. Pregunto en la primera cola – de tres que había- para qué era y tuve tres respuestas diferentes; es típico últimamente del venezolano o más que típico, tristemente normal encontrar una cola a las que nos lanzamos como mariposas a los bombillos, sin preguntar ; al cabo de un tiempo nos damos cuenta que estamos haciendo la cola que no era y entonces decimos “ este país!!” como si el país tuviese que ver con nuestra inocencia o tontería de no preguntar al encargado del establecimiento o funcionario. Debemos asumir nuestra responsabilidad.

 

Ciertamente se ha vuelto casi un sello desde hace tiempo ya, el desorden en general, por la dejadez, la desinformación y un largo etc. Sin embargo aunque sueño y trabajo para que este caos sea solo eso, un mal sueño y algún día nos acerquemos más a esas “cosas locas” del primer mundo como tener un pasaporte en menos de dos días, abrir una empresa en menos de un mes, comprar en los supermercados lo que quieres y no lo que te impongan ente otras cosas. Me curo en salud como dice el refrán y entonces cuando llego a cualquier cola – ni nombro las colas para los supermercados, eso es otro apartado- de algún establecimiento público ( Cantv, Corpoelec, Seniat ) me vuelvo kantiana y me pregunto dos de las preguntas básicas del filósofo ¿Cómo debo comportarme? Y ¿Qué debo esperar? pero antes busco a cualquier funcionario que la mayoría tienen caras de pocos amigos, chaleco o franela -casi siempre roja- que los identifique y que por el cansancio y la polarización olvidaron NO TODOS decir buenos días, buenas tardes, gracias, disculpe, hola y adiós. Los ubico y les pregunto dónde es la cola y para qué, se los pregunto unas tres veces de diferentes maneras; si obtengo la misma respuesta entonces estaré en la cola correcta.

 

Me ubico en la cola correcta, y hay no menos de 30 personas afuera y unas 20 adentro de la institución, dónde será un poco más ameno pues con suerte habrá aire acondicionado y sillas para sentarse. Retomo mi actitud Kantiana y me pregunto ¿Cómo debo comportarme? Entonces elijo entre ponerme audífonos con un volumen medio, por si me preguntan algo como ¿Tiene bolígrafo? ¿Había que traer el original del recibo? O subir mucho el volumen para abstraerme de todo esta cultura “colística” en donde la gente habla muy alto, se quejan de todo cuanto pueden, aprovechan para opinar sin ningún pudor del calentamiento global, de la situación política, social, económica y judicial de Venezuela y el mundo, la última foto de las kardashian y cualquier otra cosa.

 

Mientras tanto pienso en algo que nos una, por supuesto lo primero es la necesidad de recibir algún documento o realizar algún pago en dicha institución, lo segundo, que a nadie le gusta hacer cola y por último que todos por igual coloquialmente abrimos un “huequito o un huecote” en nuestra cotidianidad para tomarnos el tiempo -de momento infructuoso pero que tendrá validez más adelante- para hacer esta cola.

 

Todos estamos ocupados y a todos nos fastidia hacer una cola sea para lo que sea, hacemos honor a nuestra herencia moderna como lo es la inmediatez, pero sobre todo somos personas ocupadas. Ejecutivos, trabajadores freelance, amas de casa, estudiantes, obreros, presidentes de compañías, licenciados, chavistas, opositores, ni-ni; absolutamente todos estamos cediendo parte de nuestro tiempo. No hay tiempo más importante o menos importante, el tiempo es valioso siempre. Al cabo de una hora voy acercándome un poco más a la entrada y una funcionaria – debo aclarar en verdad muy amable y simpática- nos va indicando dónde sentarnos y revisando si tenemos los requisitos completos. El fastidio y el cansancio entonces tienen un momento de relax. Nos sentamos, vemos para los lados, la gente está calmada, los 6 módulos de atención y servicio al cliente funcionan todas con absoluta normalidad.

 

Vamos pasando un poco lento, pero estamos pasando, “la cola camina” Gracias a Dios! dice una señora. Pero al cabo de unos 45 minutos entra un funcionario con un grupo de 10 personas que pasan y que con su desfachatez cachetean a todos los que tenemos más de dos horas en la cola. Debo aclarar y aunque poco me fijo en las vestimentas no eran el venezolano promedio, el grupito corrupto pasó sin más por la puerta de las oficinas y los atendieron en un dos por tres, al tiempo una señora del grupito muy bien hablada, peinada de peluquería y muy alejada de la clase media caraqueña y mucha más alejada de la clase baja, con lentes oscuros -¿habrá sido por artista, postoperatorio o quedaba un poco de vergüenza en aquella “señora”?- y le dice al funcionario: Mi esposo no ha llegado, es un señor muy bien vestido y canoso, apenas lo vea lo reconocerá, no lo deje afuera, por favor. A lo que el funcionario responde: Tranquila mi señora, que su esposo también pasará!

 

Comienza a despertar la indignación en las personas que estaban sentadas. Se sentía el descontento en el aire y la complicidad de los trabajadores con chaleco. Una señora muy mayor se levanta molesta y le dice al funcionario que no le parece justo que ese grupo pasara cuando ella hizo su cola. El funcionario con una sonrisita le respondió: No se preocupe ya pronto le tocará a usted. Inmediatamente el trabajador ingresó a la “oficina” paralela, a la del primer mundo dónde sí hay papel, tinta, impresora, funcionarios dispuestos a atenderte de manera inmediata y de la mejor manera posible- La señora indignada se sienta y comenta en voz alta su descontento, el resultado un silencio cómplice y temeroso. Yo me acerco y le digo que tiene razón, a lo que un señor nos dice dejen la peleadera, ya nos va tocar a nosotros, además capaz que si nos molestamos nos sacan y perdemos el viaje pues no nos atenderán.

 

Entonces hago mi otra pregunta ¿qué debo esperar? Debería esperar primero el requisito, documento o lo que sea que estoy buscando sí solo sí llevo los requisitos, sin distingo de mi rango, clase, religión, color, tendencia política etc., luego esperaría un poco de coherencia, responsabilidad y compromiso, mío y de los protagonistas de esta historia.

 

Si estamos ahora exigiendo, luchando y gritando progreso; más que deber, tenemos que comenzar por nosotros mismos. Tenemos que entender que el NO colearnos, sea en persona o con el carro, NO comernos un semáforo, NO tomar un asiento que no es nuestro, NO pagar “un poco más” para que nos atiendan mejor o para que simplemente nos atiendan, No nos hace pendejos, nos hace ciudadanos y personas.

 

Tenemos que entender también que el que calla otorga, que una cosa es pelear por todo sin razón ni asertividad, y otra ser cómplice de todo lo “malo” que vemos, pensando que no es nuestro problema. El problema es de Todos y las cosas buenas que sucedan también.

 

Estamos gestando un cambio que es IREVERSIBLE y todo este cambio se está dando en la calle, y no solo protestando, sino reconociendo a lo que llamamos otro que al fin y al cabo somos Venezuela. Estamos apoyando la resistencia también cuando decimos buenos días, aguantamos una puerta, cedemos nuestro asiento, hacemos nuestra cola, pagamos el precio justo, esperamos que el semáforo cambie, no tiramos basura en la calle, no nos paramos en las paradas de autobuses, no andamos por el hombrillo, crucemos por el rayado peatonal y pare usted de contar. Son un montón de cosas simples que hacen de manera inmediata grandes cambios. Muchos sé que me dirán come flor, no me ofende me lo han dicho varias veces, se defienden argumentando “o hacemos esto o no funciona”, ¿En verdad creen que es así? Yo no lo creo. Nos quejamos de los grandes corruptos, tracaleros, mentirosos, injustos pero al hacer o dejar hacer todo lo anterior somos todo eso que No queremos para Venezuela.

 

Entonces preguntémonos ¿Con nuestras acciones diarias, nos acercamos o alejamos más del PROGRESO que tanto ansiamos y exigimos a nuestros líderes? ¿Nos comportamos de manera ciudadana igual en Venezuela que cuando vamos de vacaciones a los países llamados del primer mundo? ¿Somos más Santos Luzardo o Doña Bárbara? ¿Contribuimos a la lucha por el verdadero cambio, un cambio de fondo en donde abonamos el camino del progreso dejando atrás el de la barbarie, o nos alejamos? El que se cansa pierde y el que se colea también.

 

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