La Patria

Por Gabriel Vargas Zapata

@gvargaszapata

 

 

 

En Venezuela, la palabra Patria tiene otras connotaciones, va y viene cargada de un ideario que transgrede su propia pronunciación. Hija del fanatismo (cualquiera de los dos), la Patria se eleva inmaterial e intangible por encima del Estado; más cercano a aquello que el personaje de Geraldine Chaplin en Hable con ella (Almodóvar, 2002) trata de definir como lo etéreo. Es el vivo discurso de los valores del socialcomunismo venezolano y de su contraparte, si es que la hubiera.

 

Al repetirla se le da forma a una emoción, que puede estar tan cerca del amor como del odio, y entre lo uno y lo otro: un chiste resignado, dependiendo de quién lo pronuncie. La gama de variopintos sentimientos, pueden incluir hasta xenofobia o racismo (antes antivalores, hoy bienes sentimentales y materiales de la revolución), porque el régimen hace estragos de distintas formas en cada ciudadano. La experiencia de cada cual es única, cada venezolano vive su propia Patria, y en ella libra entre lo absurdo y lo irrisible, su vida misma.

 

Cuando alguien asegura tener Patria, en medio de una distorsión histórica, asegura tener el control y repeler al mismo tiempo cualquier roce con el orden internacional (o al menos el no alineado con el régimen). Tener Patria es tener dominio absoluto y consciente del timón nacional, es la soberanía transferida al pueblo mismo, como tantos y tantas veces explicara el comandante eterno, al que la muerte le llegó antes de convertirse en un Pio Miranda. Es orgullo nacionalista, es amor por lo más criollo y recelo por todo lo foráneo. Es un credo hecho palabra, fácil de recordar y expulsar a manera de voz, porque es requerido que se pronuncie varias veces al día. A mayor cantidad, más se posee, más existe.

 

Obsérvese también que la Patria es lo más importante de esta y de cualquier otra galaxia. Innegociable e intocable bajo cualquier concepto, aunque este parta de la razón, porque la Patria está también por encima de la razón, y de la ciencia, de la Historia, de la vida y la gravedad del planeta; es lo más omnipotente y sagrado, por encima de Dios, cualquiera que fuera el suyo, y si no cree en ninguno, la Patria también estaría antes que esa decisión.

 

La Patria no cabe en ninguna parte, no tiene principio ni final, es infinita, no se crea, no se destruye, tampoco se transforma, no cabe en el diccionario de los mortales, porque sería demasiado vulgar. Y por mucho que yo acá trate de explicarlo, usted jamás podrá entenderlo del todo, porque la Patria no está hecha para ser entendida. Se pronuncia, se adora y punto. Ante ella no se piensa, no se cree, no se habla, porque hablar implicaría cierta actividad cerebral y la Patria no admite tal atrevimiento. En todo caso se grita, ¡Patria, tenemos Patria!

 

La Patria existe más y mejor cuando escasea todo lo demás: agua, luz, medicinas o alimentos. Escoja usted. También en la abundancia de otras como: inseguridad, censura, violencia, petróleo y corrupción. Entonces, ni la ausencia de unas ni el sobregiro de otras, jamás ha de estar por encima de ella. Todo eso, que es terrenal y volátil, se empequeñece porque la Patria es tan grande que nada puede opacarla, ni lo bueno ni lo malo. Hay que quererla tal y como es, o tal y como nos la dan.

 

Antes de la Patria no hay nada, después de la Patria mucho menos. Y cuando no quede nadie que pueda seguir citándola (a gritos), anteponiéndola a cualquier principio o ante cualquier traza de humanidad, como aquel oscuro momento final que los personajes de Miguel Otero Silva retratan en su Casas muertas; solo así se verá consumida por ella misma, devorada por la oscura ausencia, la nada.

 

Pero de aquí a que eso ocurra, que no sabemos cuándo será, todo lo que abunda y todo lo que escasea, tiende al infinito y así seguirán porque justicia y Patria no caben en un mismo país, ni mucho menos comida y medicamentos. Ni que decir de la democracia. Hay que elegir entre lo uno o lo otro, y ante la elección, la duda ofende. Cuando lo que escasea desaparezca, la Patria buscará nuevas cosas que devorar hasta que estas escaseen y desaparezcan también, así ocurrirá con árboles, libros, carros, hombres, animales y cosas. Cuando lo que abunde, en cambio, rebose los límites físicos, en Cuba lo saben, se podrá exportar y con este lucro la Patria se enriquecerá en magnitud, forma y esencia, aunque el petróleo lleva décadas surcando mares y océanos. Porque la Patria no distingue, tiene vida propia, piensa y siente. Por eso nada importa mientras tengamos Patria.

 

 

 

Fotografías de Xavier Loquesea

 

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