Nuestro futuro también ha sido descuartizado

Por Carlos Peña

@Carlos_PP88

 

 

 

No son algunos episodios de la serie televisiva “Dexter, un asesino en serie”; tampoco reseñas históricas de decapitaciones ocurridas durante la Revolución Francesa; ni mucho menos noticias de crímenes perpetuados por Los Zetas.

 

Es Venezuela, donde se han descuartizados a 16 personas en ocho meses. Y es que como sino fuera suficiente preocupación la inflación, la escasez, la falta de divisas o de boletos aéreos, ahora se le suma otro desasosiego al cuidadano: el ensañamiento delincuencial.

 

Por lo menos un descuartizado por mes, se ha suscitado, en este convulsionado país, que parecer haber llegado a un punto sin retorno. Pero ¿Qué hay detrás de todo esto? Esa pregunta, quizás, se la están haciendo muchos venezolanos. Y en esta nación donde los rumores están a la orden del día, son muchas las especulaciones que rodea el tema.

 

¿Sectas?, ¿Psicópata serial?, ¿Brujería?, cada una de estas teorías pudieran ser válidas, pero el punto a reflexionar es que sin ser sociólogo o criminólogo, el nivel de inseguridad e impunidad, parecen evolucionar y llegar a un nivel aún más bizarro.

 

Este 2014 -como sus cifras lo indican-, también será otro año “rojo-rojito”, y es que solamente la morgue de Bello Monte recibió 3.272 cadáveres de enero a agosto. Sí, Venezuela en el exterior dejó ser conocida por su petróleo, sus misses y su béisbol.

 

Ahora los ojos del mundo, nos ven horrorizado con el nivel exorbitante de inseguridad con el que tenemos que arrear las 24 horas del día, y los 365 días del año.

 

La impunidad es la principal causa de la violencia. Y en la denominada “patria grande”, los índices sobrepasan el 84% de crímenes que quedan sin resolver. Muchos preguntarán ¿Y la política de Estado? pareciera que lo primordial para este gobierno de turno permanente, es encarcelar y enjuiciar a estudiantes y disidentes, antes que malhechores.

 

El peso de la ley en nuestro país, parece tener el mismo valor del bolívar fuerte, es decir, ambos totalmente devaluados. Es por ello, que en las calles de Venezuela lo único que no escasea son los delincuentes.

 

¿Y qué decir del hacinamiento carcelario? Resulta ser la guinda del “pastel criminal”. El Observatorio Venezolano de Prisiones en su más reciente informe semestral, indicó que en un 190% se ubica el hacinamiento.

 

Criminalidad, impunidad, hacinamiento. Una cosa lleva a la otra, como dirían en el argot popular. Y es así, como en este septiembre los estados Miranda, Zulia, Táchira, Nueva Esparta, Aragua, Bolívar y el Distrito Capital han sido sorprendidos por estos 16 casos de descuartizamientos.

 

Aunque tal vez, para algunos esto parezcan relatos de la novela “Doña Bárbara”, lo cierto es que desde hace mucho tiempo la barbarie superó cualquier pincelada de ficción y se convirtió en la cotidianidad del venezolano del siglo XXI.

 

José Maia, Yesenia Mujica, y Simón Perdomo, son sólo algunos de esos nombres que hoy por hoy, pasaron de ser venezolanos a ser víctimas de un brutal asesinato, que acabó con sus sueños, y con ello los sueños de sus familiares y amigos.

 

Toda despedida es dolorosa, pero, ha debido ser mucho más difícil para los familiares de los descuartizados, darle el último adiós a su ser querido, tras ser asesinado de esta manera tan vil.

 

Es que hasta el término de “descansar en paz”, en Venezuela ha sido trastocado. Tan bajo hemos cavado en esta nación, que hasta los cadáveres deben hacer cola para una capilla o para conseguir un ataúd. Ni los muertos pueden irse en paz.

 

La introspección colectiva a la que debemos sumergirnos, es que no son unos cuantos los venezolanos que han sido descuartizados. Son millones los que han sido desmembrados, no solo en su derecho a la vida, sino que hemos sido cuartados en nuestra dignidad, en nuestros valores, en nuestra esperanza y lo más grave aún, es que hemos sido deshechos en la fe de tener un país mejor.

 

Vivimos en una Venezuela donde los villanos son los héroes; en donde la transgresión opera a la luz del día; y en donde el miedo y la zozobra acompañan los pasos de cada ciudadano. Es así, como desde hace más de una década a la oscuridad, a la anarquía, a la injusticia y al ensañamiento se le han dado reelección indefinida.

 

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