EDITORIAL #229: «La tormenta perfecta»
Cuando uno mira al cielo, pareciera que una nube negra se aproxima a Venezuela
En un país donde la muerte se ha convertido en parte de la rutina, el asesinato del diputado Robert Serra logró conmocionar a todos por su brutalidad. El cuerpo sin vida del joven dirigente del Psuv, de tan solo 27 años y quien en el año 2010 había sido elegido el diputado más joven en la historia de Venezuela, fue encontrado en su casa el miércoles en la noche con 36 puñaladas, junto al de María Herrera, la mujer que lo acompañaba, quien también falleció víctima de 6 heridas por arma blanca.
Los motivos de su asesinato aún no están claros y corresponde a las autoridades presentar los resultados de la investigación. Solo se puede esperar que ésta se despoje de los intereses políticos de algunos factores y sea netamente técnica y científica. No deja de preocupar que a solo minutos del hecho, altos funcionarios del gobierno se hayan adelantado en responsabilizar del mismo a la “burguesía cobarde y asesina” y a la “derecha” venezolana. La familia de Serra y sus seguidores merecen que se les diga la verdad sobre quién lo mató.
El diputado pasa a ser una estadística más en un año donde probablemente el número de homicidios supere los casi 25 mil ocurridos en el 2013. La inseguridad y la violencia son los factores más importantes para que, en los últimos 18 meses, casi un millón y medio de venezolanos haya decidido dejar su tierra y, según estudios de opinión, uno de cada cuatro de los que aún se encuentran en el país estaría dispuesto a hacerlo.
Lo que sorprende es que, teniendo el país uno de los índices de violencia más altos internacionalmente e incluso siendo Caracas “la ciudad más peligrosa del mundo”, como la definió la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, por primera vez en muchos años la mayor preocupación de los ciudadanos no sea esa, sino la economía. Con la inflación más alta del planeta y un nivel de desabastecimiento nunca antes visto en la historia de Venezuela, la crisis está golpeando sin piedad la mesa y los bolsillos de los venezolanos.
Muchos otros sectores sufren también el embate de la destrucción. El productivo está en ruinas y las únicas noticias que se escuchan del mismo son sobre la partida de las pocas empresas que aún quedan. Los servicios también sufren graves fallas que, al final del día, las padecen los venezolanos, especialmente en lo relacionado a algunos básicos como la luz, el agua y las telecomunicaciones. El país está cada día más aislado del mundo, no solo en términos de desarrollo, competitividad y tecnología, sino también en términos físicos: llegar y salir de Venezuela es una odisea debido a la escasez de pasajes y a la poca disponibilidad de vuelos.
Mientras tanto, el mismo sector de la oposición que en el último tiempo le hizo más favores al oficialismo que al sector que dicen representar, vuelve a arremeter con una campaña por un diálogo sin condiciones que difícilmente solucionará los verdaderos problemas de la población. En su afán por mantener el status quo y sus cuotas de poder, pierde el apoyo y la confianza de la gente. Un diálogo con presos políticos es un diálogo que nace muerto.
Hoy, cuando uno mira al cielo, pareciera que una nube negra se aproxima a Venezuela.
Se está formando una tormenta perfecta para un desastre aún mayor.
Miguel Velarde
Editor en Jefe
@MiguelVelarde
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