Esperando Venezuela

Por Laurin Bello

@LaurinIsabel

 

 

 

He escrito una considerable suma de artículos, he realizado una cantidad decente de videos. Y aunque la constancia no es necesariamente mi fuerte, no puedo alejarme de estos procesos creativos por más de dos semanas, especialmente cuando se viene de un país como Venezuela, siempre pasa algo, por ende siempre hay algo de qué hablar, escribir o proponer.

 

Recientemente, me preguntaron: ¿por qué lo haces? ¿Por qué sigues escribiendo sobre Venezuela e incluso produciendo para ella? Y aunque respondí de inmediato las preguntas con un desborde de sentimiento nacional que dejó a mi interlocutor sin más cuestionamientos y con cierto grado de confusión; yo -como ya es rutina- seguí pensando en más respuestas a esas preguntas, porque una única respuesta nunca se me hace suficiente.

 

Yo crecí en un territorio inédito, dónde el closet es uno sólo para todo el año, porque lo más desmesurado del clima en un año cualquiera es un «palo de agua» que te empapa el alma, y así te refresca la jugadera en las calles de frutos tròpicales que se desbordan. Yo crecí en un territorio donde «imposible» tiene infinitas curas con recetas caseras, donde arte se encuentra en los ojos de cualquiera, paraíso es afuera de nuestra puerta, y alegría es un guayoyo entre refranes y poemas en la mesa de la abuela.

 

Extraño ese país, y lo extrañé incluso cuando seguía en sus tierras, porque la tierra bonita y de princesas ha sido transformada en una cadena de miserias y tragedias, donde la espera en una cola para comprar lo que se venga, termina en una pelea de perros cualquiera, las princesas mueren en las aceras sin principes en su defensa, el palo de agua ya no resfresca la jugadera, porque la calle es una selva llena de fieras. El closet va palo abajo porque acumulamos comida en lugar de prendas. Escondemos los escombros de una cena cualquiera para ahorrarnos tiempo digno en las esperas.

 

Escribo para Venezuela porque creo en ella, creo del verbo creer y crear, porque aunque el panamora ya no es bonito y las princesas ya no están, no pierdo la esperanza ardiente de que en un día de estos tiemblen sus tierras, y se haga justicia en las aceras. El palo de agua limpie la sangre, refresque las almas, y de la bienvenida a un rayito de sol que nos devuelva la belleza.

 

Soy lo que soy gracias a esas tierras, a la idiosincrasia que nos forza a creer en pajaritos preñados con los pies en la tierra. Gracias a los palos de agua que me bañaron en libertad en las calles limpias y llenas de poemas en lugar de miseria y tragedias, gracias al insulto que alienta cuando quema, a la alegría que saca lágrimas, y al amor que no las piensa, por eso Venezuela seguirá valiendo todas  y cada una de mis letras hasta que vuelva a ser eso que era.

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