Desenlace, transición y reconstrucción (I de IV)

Por Werner Corrales Leal

@wernercorrales

 

 

 

I de IV… El desafío del liderazgo: hacia dónde y cómo orientar los procesos

Este artículo da inicio a una serie de cuatro en los cuales quiero compartir las ideas que desde hace algunos meses vienen discutiendo varios grupos ciudadanos integrados por académicos, intelectuales y expertos en temas económicos, sociales e institucionales, sobre los principales retos que tendremos los venezolanos en los próximos años, tal vez quinquenios o incluso decenios. Se trata de los desafíos de la transición a la democracia; de la reconstrucción de los tejidos de cooperación, solidaridad y cultura común que hacen una nación, hoy deshilachados; y de la creación de las estructuras y medios económicos que hacen posible el bienestar y el progreso de sus gentes, hoy arrasados.

 

Dos razones me llevan, desde hoy y por un tiempo, a concentrar mi columna en estos temas. La primera es que ya es hora de prepararse para la transición y la reconstrucción que estarían por iniciarse, y de compartir ampliamente la preparación que vienen adelantando los grupos ciudadanos mencionados, siendo evidente que se acerca un primer desenlace político que iniciará aquellos procesos, porque este gobierno ya no puede superar la crisis. La segunda es que si bien ya hay académicos, analistas y algunos líderes políticos hablando en los medios sobre la Transición a la Democracia, sus artículos y declaraciones aún no explicitan lo que queremos alcanzar a través de la transición, es decir cómo debería ser el punto de llegada al que apuntar en ella, tal vez suponiendo -erróneamente- que la discusión no es necesaria porque los rasgos de aquella situación objetivo son obvios, no tienen opciones o son objeto de un consenso general.

 

En el presente artículo, el primero de la serie de cuatro, daré una mirada amplia al proceso de transición-reconstrucción, y plantearé sucintamente cómo hemos visto el reto que debe asumir el liderazgo político para guiarlo. El segundo artículo lo dedicaré a discutir ideas sobre la reconstrucción económica, la cual debe iniciarse como parte de una transición en la cual se resuelva la grave coyuntura actual, pero no debería agotarse en ella. Las discusiones del tercer artículo tratarán de los objetivos de la reconstrucción en lo social y cultural, y de una agenda para la transición en esos ámbitos. Por último, el cuarto artículo lo dedicaré a explorar en base a las discusiones de los expertos la reconstrucción en lo político-institucional, de cuyos “problemas” derivan  ciertas condiciones y propósitos de la transición tanto políticos como jurídico-institucionales.  

 

Transición y cambio de gobierno… ¿Todos nos planteamos lo mismo?

Suele aceptarse como un hecho que toda la oposición venezolana busca que la salida del chavismo del poder dé origen a una institucionalidad que afirme integralmente el disfrute de los derechos humanos de todos los ciudadanos, es decir, que los proteja de coerción y amenazas a sus vidas y bienes y les devuelva la capacidad de emprender sin cortapisas sus propias iniciativas sociales, políticas y económicas; que asegure y vigile la separación e independencia efectiva de los poderes del Estado y la obligación de los funcionarios de rendir cuenta; y que garantice en general el imperio de la Ley y la Justicia. También suele aceptarse como cierto que la mayoría de los opositores desea que esas transformaciones se den en paz y se doten de un “blindaje” que impida a Venezuela caer nuevamente en una dictadura protototalitaria como la actual.

 

Podría decirse que un tránsito así sería una efectiva Transición a la Democracia, y además estaría siendo concebido como un proceso pacífico e irreversible. Pero no todos los opositores proponen vías de transición que garanticen su irreversibilidad, y más aún, no todos ven el cambio de gobierno como el inicio de una Transición a la Democracia.

 

Buscando que el tránsito deseado sea pacífico muchos actores comparten la idea de que se produzca un cambio de gobierno negociado, y esgrimen las experiencias exitosas de países  como Suráfrica, Chile y  España, entre otras, como argumentos que demostrarían que sus propuestas aseguran la viabilidad de la transición. En efecto, la negociación de las condiciones de la transición con grupos chavistas que tengan poder relevante debería elevar las probabilidades de un tránsito pacífico, pero hay que tener en cuenta que no toda negociación garantizaría una verdadera Transición a la Democracia o que la misma se hiciese irreversible. Imagínese por ejemplo un cambio de gobierno en que se negocie que haya un nuevo presidente no chavista pero que la cúpula acusada hoy de organizar alrededor de la FAN el delito internacional y la coerción interna paramilitar quede dominando a esa institución. 

 

Pero hay más, ya que el cambio del actual gobierno, primer desenlace que hoy vemos como ineludible, no es pensado por todos los actores políticos que rechazan al gobierno de Maduro como el inicio de la Transición. Ello es evidente en grupos disidentes del chavismo que ven la superación de la crisis en un cambio del tren gubernamental que estatice toda actividad económica y anule totalmente la ya minimizada descentralización para consolidar el mal llamado “poder popular”.  

 

En síntesis, el cambio del gobierno de Maduro no conduce necesariamente a resolver la crisis ni a dar inicio al tránsito deseado a una institucionalidad democrática que además sea soporte de un proceso real de desarrollo, de expansión de las libertades de todos. Hace falta una estrategia en la cual la Oposición Democrática tenga y ejerza un poder de negociación que asegure ir a una verdadera Transición Pacífica e Irreversible a la Democracia.  Este es el primer reto que debe enfrentar el liderazgo democrático venezolano. Enfrentarlo con una visión compartida de los líderes generará una mayor probabilidad de éxito en la puja y las negociaciones que deberán venir. Pero debemos decirlo más claro, los líderes que no lo asuman corren un alto riesgo de dejar de ser reconocidos como tales.

 

Algunos objetivos y estrategias sobre qué es necesario resolver y qué queremos construir

El tránsito deseado solo es posible si se cuenta con liderazgo y poder de negociación suficiente para conducir el proceso desde sus inicios, como antes se ha dicho, y si se tiene claro qué resolver de inmediato, hacia cuales metas finales dirigirse y cómo llegar a ellas en un juego democrático en el cual habrá que enfrentar obstáculos y hostilidad de enemigos de la democracia.  Por eso la Transición a la Democracia debe pensarse y ser sujeto de estrategias que no pueden esperar. No es inteligente ni en absoluto válido decir que solo es urgente la campaña electoral para el 6D  o que la Transición puede resolverse en un “Como vaya viniendo vamos viendo”.

 

Durante los primeros momentos de la transición será necesario salvar la situación de insolvencia general e iliquidez de divisas del Estado, desmontar el caos económico general y asegurar que la economía comienza de nuevo a andar. Simultáneamente habrá que poner en marcha aquellas acciones que resuelvan las situaciones sociales más apremiantes y graves, como las de la inseguridad personal y la precariedad en el abastecimiento y los servicios fundamentales de salud, energía y agua. Estas, junto con las medidas jurídico-institucionales que repongan la vigencia de la  Constitución, que renueven de manera legítima las autoridades máximas de los poderes y que reviertan las leyes anticonstitucionales,  son líneas prioritarias de las agendas económica,  social y político-institucional para la Transición a la Democracia. Pero si la transición debe llevarnos por un camino que conduzca a reconstruir  a Venezuela sobre bases que aseguren no repetir la crisis que nos agobia desde hace casi cuarenta años, es igualmente necesario definir una serie de objetivos de la reconstrucción y hacer que la transición conduzca a ellos.

 

No puede concebirse la reconstrucción como un proceso destinado a reproducir las instituciones, la cultura política y la economía que teníamos antes de caer en el infierno actual, ya que la siembra de odios y la violencia habidas en lo que va del Siglo XXI, que llevaron a la ruina del tejido social y cultural, encontraron terreno fértil en el crecimiento de la exclusión social y en la descomposición de lo político e institucional que vivimos desde finales de los años 70 del siglo XX, y la economía hoy destruida había vivido varias décadas de deformación y atrofia antes de llegar el Socialismo del Siglo XXI.

 

A lo largo de este artículo hemos hablado de reconstruir porque Venezuela está hoy literalmente destruida, pero cómo reconstruir nuestro país implica definir, discutir y elegir opciones para poner en marcha un nuevo modelo de desarrollo. Un nuevo modelo sustentado en otras instituciones y estructuras económicas, y en una cultura diferente de lo público, que aseguren un futuro de progreso, democracia y libertad real para todos, apoyado en la igualdad efectiva de todos en el acceso a capacidades y oportunidades, en el disfrute del hábitat común y en la libertad de emprendimiento de sus ciudadanos, libre de la excesiva dependencia del Estado y del rentismo-populismo que nos trajeron hasta aquí. 

 

Los líderes democráticos tienen el reto de fomentar y participar en acuerdos con los demás líderes para elevar la factibilidad de una transición como la descrita. E igualmente tienen el desafío de promover la discusión plural de las visiones de país convocando a la sociedad civil para que contribuya con propuestas sobre qué objetivos perseguir en la institucionalidad económica, social y política, y para que sus expertos propongan estrategias y políticas para la reconstrucción de Venezuela. La sociedad civil ya está en marcha; variadas organizaciones y muchos académicos, intelectuales y expertos vienen construyendo propuestas que están a la orden de todos los líderes y organizaciones democráticas del país.

 

Un líder está llamado a convocar y motivar a su sociedad para realizar los cambios necesarios, está obligado a oírla, se crece como demócrata si la incorpora. Superar los vicios del populismo rentista que nos ha traído hasta aquí implica también superar el atavismo de la relación tradicional que hay entre el líder carismático y sus “seguidores”. La primera responsabilidad y el reto fundamental de un líder venezolano en este momento, es construir una nueva política, que ayude a la sociedad a edificar su propio futuro. Dios quiera que nuestros dirigentes conduzcan así la Transición a la Democracia.

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