Tenemos rebelión y no somos granja

Por Jilmir Valera

@Jilmir_Valera

 

 

 

«Entre las diversas maneras de matar la libertad, no hay ninguna más homicida para la República que la del crimen o la proscripción de la virtud» 
Francisco de Miranda

 

Como venezolanos hemos pasado una semana bastante movida como de costumbre. Al parecer somos lo más parecido a una historia que reposa en un libro llamado «La rebelión en la granja», autoría de George Orwell, donde se relatan los acontecimientos de una manera singular sobre lo que vivía el pueblo soviético. Interesante sería que algún letrado se centrara en plasmar la rebelión que hoy vivimos en la granja que han convertido a Venezuela.

 

Es en Venezuela un país donde existen colectivos armados: especie de grupos paramilitares que se encargan de acabar con la poca paz que le queda a la ciudadanía entera. Grupos promovidos por el régimen que buscan sembrar temor para llevar a cabo sus fechorías. Enemigos de la poca justicia que queda y de la policía que aún está formada y pone en práctica la vocación de servir. En fin, malandros armados por el régimen que han quedado en evidencia y, como de costumbre, el régimen no sabe qué hacer con ese monstro que construyó.

 

A raíz de esto, se crean las llamadas «zonas de paz». Sectores populares del país que sencillamente el régimen se lo ha entregado a Dios. Ha renunciado a su deber de guarda y custodia de todos los ciudadanos y ha dejado a esta ciudadanía a merced de la voluntad de unos delincuentes que allí habitan. No hay policías, no entra nuestro ente de inteligencia (Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas, CICPC), no entra nadie que pueda combatir la delincuencia en la selva de cemento. Ahí, en la zona de paz, se cumple la voluntad del delincuente.

 

Ejemplo claro de esto lo vivimos hace pocos días en la parroquia El Paraíso, en la Cota 905, sector popular de la Gran Caracas que se había llamado «zona de paz» y era una gran sabana para que los malandros cometieran sus fechorías. Los carros robados estaban en la Cota 905. El terror que vivían las familias a diario era un cuento de película de terror y para sumarle más picante, el régimen decide realizar unos allanamientos -quien sabe con qué, o con quién se metieron los amigos de paz- y oficialmente se conocen catorce personas muertas y doscientos cuarenta y nueve detenidos. Lo increíble en esto es, como cosa rara, que las cifras del régimen no coinciden con la cantidad de familias que lloran el asesinato ruin de sus familiares.

 

Un episodio cruel para el régimen no es suficiente. Volvemos a atacar al liderazgo opositor inhabilitando, primero  a María Corina Machado y luego a Enzo Scarano, quien fue preso político del régimen por once meses. Dicha actuación del régimen no sorprende del todo: En principio porque demuestra cuán ruin es  y lo dispuesto que esta  a hacer lo que sea para que grandes personajes opositores no lleguen al ente Parlamentario. Desde nuestra perspectiva es miedo a perder las elecciones pero este argumento infla demasiado a una oposición  inactiva. Si, la catalogo de inactiva porque no hemos dado con la clave de denuncia ante el régimen. No hemos encontrado ese foco con el cual estar al día ante la actuación del régimen y no dejar de esta manera a la ciudadanía sola. Esto es preocupante luego de dieciséis años. Más preocupante es, sin embargo, que la solidaridad se haya perdido.

 

Es inaceptable que ante la inhabilitación de María Corina Machado, se haya programado un acto para dar las declaraciones oficiales y las acciones que se iban a tomar y los liderazgos de la mayoría de los partidos políticos que hacen vida dentro de la Mesa de la Unidad Democrática, no hayan hecho acto de presencia por el simple hecho de ser solidarios.
¿Dónde estaban los candidatos a diputados ya designados? Es que hemos fallado sin duda en la solidaridad y el compromiso. Es inconcebible que al momento de acompañar y mostrar nuestro rechazo contra algo que le puede pasar a cualquiera de los candidatos, existan líderes que decidan seguir sus actividades de rutina. Entonces caímos de nuevo en el sálvese quien pueda y cada quien le dolerán las quemadas cuando las sienta en carne propia.

 

Mucho somos los que hemos reclamado verdadera unidad. Muchos hemos denunciado que la solidaridad tanto en la ciudadanía como en sus representantes, la solidaridad se haya perdido. Lo reclamaba Castro Leiva en 1998, lo decía Olavarría en 1999, lo ha dicho tantas personas que no hemos entrado en conciencia que la presencia en práctica del bien común es pieza fundamental para salir de este desastre, para dejar de padecer tantas penurias, para no permitir que conviertan a Venezuela en una granja y dejemos las revoluciones a un lado.

 

Debemos mantenernos firmes ante los ataques de régimen que apenas comienzan. Acompañemos en conciencia y en opinión a las familias que hoy sufren la arbitrariedad del régimen. Trabajemos juntos por reconstruir a Venezuela.

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Guayoyo en Letras