Cecil vs La Barbarie

Por Tulio Álvarez

@tulioalvarez

 

 

 

Sostengo que de la forma como las sociedades tratan a sus niños y ancianos así será el grado civilizatorio de sus ciudadanos. Hoy estoy convencido que esta propuesta incluye a los animales. A raíz de la entrada a la vida familiar de Frida Tulia, nuestra bulldog francesa de especial pedigrí e inteligencia, afirmo que por aplicación básica de los principios elementales del Derecho Natural los animales son titulares de derechos y que estos no son exclusividad de los humanos. Inclusive, visto el comportamiento de ciertos humanoides, considero que en aquellos se puede encontrar mayor humanidad. El león Cecil, estrella del parque natural de Hwange, ubicado en el oeste de Zimbabwe, es un ejemplo de lo que quiero defender.

 

Cecil era un símbolo de Africa. Johnny Rodrigues, presidente de la Zimbabwe Conservation Task Force (ZCTF) lo describió: “Era un bello animal, con un hermoso pelaje negro, era uno de los animales más hermosos”. Pero fue asesinado por un criminal, quien se dice cazador y es un dentista que vive en Minnesota, llamado Walter James Palmer. Pagó 50.000 dólares a sus cómplices para que lo ayudaran en tal acción. Pero lo que se escriba es poco al verificar la sevicia y sadismo que demostró el agresor.

 

Cecil fue llevado fuera del parque utilizando como cebo un animal muerto amarrado a un vehículo. Los asesinos trataron de destruir el GPS que le habían colocado investigadores de la universidad de Oxford para recabar información sobre la vida salvaje. Al sacarlo de su refugio, lo flecharon para debilitarlo y luego le dispararon para disfrutar de su agonía ya que se mantuvo por 40 horas en un paseo mortal. Al caer, lo remataron con una pistola y le cortaron la cabeza para mostrarla como trofeo.

 

El asesino huyó de Zimbabwe a tiempo y, ante la reacción universal de asco, esa verdadera bestia escribió un comunicado afirmando como descargo que no sabía que el león estaba protegido y que había confiado en los guías locales para asegurar una cacería legal. Dijo: “No sabía que era un león famoso (…) Lamento profundamente que la práctica de una actividad que amo y que practico responsablemente y de forma legal haya acabado con la muerte de este león”.

 

Lo anterior refleja una realidad cruel que se pretende ocultar: La caza de los animales se pretende colocar como una especie de deporte y es legal en muchos lugares del mundo por el simple interés recreativo; además, se evidencia el grado de inconsciencia o amoralidad que llevó a Walter Palmer a justificarse en el desconocimiento de la fama del León. Esto está en línea con un artículo publicado en la edición de The New York Times del 18 marzo de 2013, en el que el director de temas de vida salvaje del ministerio de Recursos Naturales y Turismo de Tanzania expreso: “Aunque suene raro, los cazadores de trofeos estadounidenses juegan un rol de gran importancia para la protección de la vida salvaje en Tanzania”. Hay que darle entonces las gracias a Palmer.

 

Ese comportamiento es el componente común de todos los crímenes contra la humanidad incluyendo el genocidio. En pocas palabras, la diferencia entre el cazador furtivo y un nazi es solo el objeto de su crimen pero su psicología es la misma. De actuar así contra los animales a atentar contra los seres humanos solo hay un paso. No es por azar que parte del entrenamiento de ciertos cuerpos armados es darle a cada “prospecto” un cachorro para que conviva con él durante todo el tiempo de formación. El examen final para saber si el aspirante está a tono con las futuras misiones que le encomendaran es asesinar con sus propias manos al animalito. ¿Entienden lo que quiero transmitir?

 

El economicismo enfermizo está destruyendo desde hace tiempo a la humanidad. Eso incluye especialmente a comunistas pero también a una ideología que parte de la primacía de los beneficios rentísticos que se generan sin importar el costo social, cultural o moral. Algo tan inmoral como fijar una recompensa para aquel que le de cacería y eliminé a Palmer dondequiera que se encuentre.

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