Departamento de indignación y extranjería

Por Glenda Morales

 @glenda_morales

 

 

 

No quiero ilustrar este texto con una foto que ya es bastante dolorosa haber tomado; por lo triste de la escena y por la vergüenza de que alguna acción  humana hubiese ocasionado que existiera un episodio tan desgraciado.  De todas formas ustedes formaran  involuntariamente la imagen en su cabeza, porque si usted está vivo y la vio, es imposible que la olvide.   Pero no puedo dejar de hablar de ello y de lo que me provocó.

 

Paradójicamente al hecho de haber sido vomitado por el mar, tras sufrir el peor de sus momentos a  su corta edad, Aylan Kurdi quedó colocado sutilmente en la arena en posición de angelito dormido, como si la mano de Dios lo hubiese tomado consigo, evitando que una naturaleza salvaje lo profanara aún más. En fin, paradójicamente a lo sublime de la postura del niño, no puedo dejar de evocar la agonía que  “vivió”, previa a este dulce sueño. Porque los sueños de todos los niños deberían ser dulces, así se trate de una siesta o de cuando  sean eternos.

 

No puedo dejar de imaginar al padre, con el pecho y  la garganta obstruidos por un grito espino y mudo que le desgarra las carnes en ese intento desquiciado de querer soltarlo o dejarlo  adentro al mismo tiempo, sin lograr desahogarse. Con la mente conjugada de pasado y futuro revueltos, ahora sin su muchacho, y sin facultades para  poder precisar la dolorosa verdad.

 

Dantesco es el  hecho de perder un hijo. Lo que pareciera no manifiestar la misma intensidad cuando ocurre al contrario; pero igual,  creo que todos podemos imaginar lo crucial que es perder a uno de tus padres, sobre todo cuando aún eres vulnerable y susceptible a los daños a los que estamos expuestos a diario. Sabemos cómo puede convulsionar el destino, por haber crecido sin esa referencia tan importante, lo  que convierte cualquier vida en un océano bravo sin orilla ni ocaso.

 

Todos en la vida, seamos pequeños o grandes,  necesitamos de alguna referencia  que nos guie, no para sentirnos infalibles, pero sí para sabernos al cuidado de alguien. Porque cuando somos amparados, se nos cuece el fuero  de poder con lo propuesto, sin temor. Como aprender a nadar con los flotadores puestos.

 

El padre de Aylan, debió haber sentido que perdía a una madre cuando abandonó su tierra natal. Lo mismo deben sentir todos los emigrantes que ahora lo hacen con una escalofriante frecuencia. Una sensación parecida a que se desprendan esos flotadores en plena práctica. Dolor miedo e incertidumbre en un mismo remolino. La única certeza es no saber: huérfano de tu  país o inquilino en tu propia casa. Quedarte sin un espacio donde cocer el fuero para la lucha de mañana. Quedarte sin hogar donde reposar para continuar viviendo.

 

Tenemos años escuchando y viendo infinidad de casos: Siria, Cuba, Rumania, Marruecos, Sudáfrica, México entre otros, y ahora tristemente Venezuela. Unos que mueren en medio del mar montados en unas  balsas improvisadas que no soportan un soplido del cielo; otros mueren morbosamente en el tren de aterrizaje de un avión lujoso, y otros quizás tocados por un milagro, viven, pero  se diluyen entre la mengua y la  tristeza, al verse despojados drásticamente de todo lo que eran, para comenzar de cero una vida  nueva cuando la cruda verdad es que ya la original es demasiado corta. Muchos pueden preguntarse dónde está Dios en estos momentos.

 

Los que sobreviven a la escena, pasan ahora a formar parte de las estadísticas que los resume como inductores del deterioro social, moral y económico del país en el que irrumpen.  Dicho efecto no es ninguna sorpresa, pues la mayoría de la gente que decide huir despavorida de su protector, es porque ya ha sido desprovista de sus necesidades primarias y va por la vida solo con el instinto y con sus tripas a cuestas, sin maletas.

 

Ya basta de contabilizar los destrozos que causa este grupo que se desplaza epilépticamente. Citando un ejemplo sencillo como el de la pirámide de Maslow, cuando existe una foto como la del angelito sirio, hay que redefinir prioridades. Es momento de olvidar las consecuencias y centrarnos en atacar  la causa.  No es normal que un grupo tan grande decida huir de su hogar. Del único sitio donde se encuentran protegidos. ¿Por qué se van? Aquí el  punto de honor no es la  inmigración, sino el emigrar.  Pienso que en este planeta no deberían existir fronteras; si acaso, sería extranjero un extraterrestre,  eso mientras no se termine de internalizar que todos los integrantes de un sistema tienen los mismos derechos.

 

El Sr. Presidente dijo que Venezuela está preparada para recibir aproximadamente 20.000 sirios. Ya esta expresión en sí, es un exabrupto sin necesidad de explicación para un venezolano con lóbulo frontal. Dónde estarán las fuerzas celestes que harán que  Nicolás Maduro sea el próximo que se ausente.

 

Todos tenemos derecho a que nuestra tierra nos quiera, a que llore desconsolada, y que un grito espino desgarre su garganta al momento de vernos partir de esa forma tan irracional. O en su defecto, tenemos derecho a que nos reciban con amor. Tenemos derecho a un lugar que nos extrañe nos proteja y nos alargue la vida hasta el infinito; no a uno que de manera contraria, forje el escenario perfecto para deshacerse de sus habitantes. Esta permisividad gubernamental, que hace que las fugas masivas sigan ocurriendo, tiene un toque de maldad tan poderoso que causa escalofríos. El odio y el poder nos están expropiando. Porque hoy huimos de nuestra madre tierra, pero al sentir el rechazo mundial del que estamos siendo víctimas, pronto huiremos de nosotros mismos, sin la remota intervención de  una mano divina que haga menos trágico el desenlace.

 

Estamos presenciando un éxodo de dimensiones bíblicas, que sin profundizar en religión ni en teología, va adquiriendo cada vez más un matiz apocalíptico, sin recibir siquiera un poquito de la importante acción que merece para disminuirlo.

 

De ser cierto que Dios espera a  hacer acto de presencia por segunda vez, a través de la figura que sea, este sería el momento indicado. ¿Dónde está Dios ahora? Debido a ésta situación contra natura, ojalá no sea sellando su pasaporte.

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