Estética de la basura; o del Socialismo del Siglo XXI

Por Mario Guillermo Massone

@massone59

 

 

 

La tragedia que vive Venezuela repercute, como es de esperar, en la estética pública del país. Cuando se observa una ciudad limpia, con personas sentadas en las plazas públicas con sus computadoras, tabletas, celulares usándolos libremente, sin temor alguno a ser atracados o asesinados por semejante osadía, cuando vemos parejas de jóvenes enamorados caminando a altas horas de la noche por las calles, hermosamente iluminadas y con actividades diversas, ocupados de su amor, y despreocupados del mundo, sabemos que no estamos en una ciudad venezolana.

 

La estética pública, en Venezuela, ha devenido en una antiestética, o al menos en una estética de lo feo. Las calles de noche, parecen trazar sus líneas sobre una ciudad desierta, en un pueblo fantasma, en un lugar en donde alguna vez hubo vida humana. El alumbrado público apagado, nos da una sensación de ausencia. Desolación de lo bello. Vacío vital.

 

El hecho de que usar un artefacto tecnológico en las calles sea una osadía, un verdadero acto de temeridad, nos da luz de lo feo que están las cosas en cuanto a seguridad y valor de la vida, pero también de una belleza ausente que en otros países ni siquiera sería tema de reflexión ni escritura.

 

Escaleras mecánicas inutilizadas en su función técnica, de seis ascensores solo uno o a veces dos que funcionan, locales comerciales clausurados por doquier, vislumbran a una sociedad que alguna vez fue y que ha dejado de ser. Cada vez hay menos actividad. Todo se reduce, se achica. Cada vez se ve menos, porque cada vez hay menos.

 

La basura esparcida en las calles y esquinas, adornan con el peor gusto a las ciudades de Venezuela. Caracas, la capital, no escapa. Y la basura es la analogía perfecta de quienes nos gobiernan. Porque se comportan como una basura, gobiernan como una basura, y a los ciudadanos nos tratan como a una basura.

 

Por eso lamento escribir, por ser venezolano y vivir en Venezuela, que la estética pública, incluyendo el quehacer del Estado, es una estética de la basura. Porque no hay belleza en la ausencia, no hay belleza en la miseria, ni en la escasez, ni hay belleza en la criminalidad. Tampoco hay belleza en la palabra mal dicha, en la palabra que hiere e insulta, en la palabra de degrada y agrede. No hay nobleza en la palabra de los revolucionarios que destruyen nuestro país con sus actos y palabras de odio. Se acerca la Navidad y esto es lo que hay. Pero se acercan unas elecciones, y es a la basura a la que hay que sacar.

 

El Socialismo del Siglo XXI representa lo más feo de lo humano. Es una afrenta en contra de lo sublime y lo noble, lo bello y lo justo. A diferencia del Rey Midas, a quien Dioniso le dio el don de convertir todo lo que tocara en oro, todo lo que la revolución toca lo convierte en basura. Y hace rato que los mismos gobernantes de la revolución se tocaron a sí mismos.

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