El terrorismo y el relativismo tonto

Por John Manuel Silva

@johnmanuelsilva

 

 

 

“Occidente revela un odio por sí mismo que es extraño y solo puede ser considerado patológico; Occidente ya no siente amor por sí mismo. En su propia historia solo ve lo que es deplorable y destructivo, mientras que no ve lo que es grande y puro”.

Oriana Fallaci

“No todos los musulmanes son terroristas”, “No fue un asunto de religión, sino de odio”, “La respuesta no puede ser la venganza”, “Unos cuantos loquitos no representan a toda una cultura”, “Si le vamos a echar la culpa de esto a la religión musulmana, entonces supongo que los protestantes tienen la culpa de las masacres estudiantiles en Estados Unidos”…

 

Esas son y serán algunas de las reacciones que hoy lunes, cuando circule la nueva edición de Guayoyo en Letras, ustedes ya habrán leído referidas a los atentados que el pasado viernes ocurrieron en la ciudad de Paris, capital de Francia y que, al momento de escribir esta nota ya habían dejado unos 150 asesinados. Es la natural reacción de los habitantes de una cultura que hizo de la tolerancia, el multiculturalismo y la apertura de pensamiento uno de sus valores fundamentales. Nada malo por allí, podría decirse incluso que ese tipo de reacciones revela que en el corazón de los occidentales anida un profundo sentimiento de respeto por lo que es distinto a nosotros, y también una inclinación natural a repudiar cualquier acción bélica o vengativa.

 

La relativización de la cultura occidental es consecuencia directa de su funcionamiento: poco a poco, luego de siglos de carnicerías incruentas, de guerras fratricidas y de experimentos totalitarios, en occidentes fuimos aprendiendo a convivir unos con otros, a tolerar la opinión ajena, e incluso, en el capitalismo (pos)moderno: a instrumentalizarla y convertirla en negocio, en algo inofensivo y entretenido. De ahí que no haya un lugar donde la autocrítica, el autocuestionamiento, la sátira, la aniquilación de mitos y la libertad de expresión más ofensiva y autoflagelante, existan con más vida y potencia que en occidente. Aquí, donde Dan Brown se hace rico con un libro que no solo niega la divinidad de la figura religiosa más importante para millones de nosotros, sino que además acusa a Jesús de tener una amante y hasta un hijo escondido; teniendo como consecuencia para el autor, mucha fama y mucho, mucho dinero con un libro de calidad literaria bastante mediocre. A diferencia de, digamos, Salman Rushdie, a quien escribir un libro de mucha mayor calidad literaria y mucha menor animosidad sobre Mahoma le significó ser amenazado de muerte, ver morir a varios de sus editores y vivir, hasta el sol de hoy, siendo un objetivo del terrorismo islámico.

 

Es celebrable y plausible esto. Es lo que disfruto de vivir en la única cultura que me permite escupirle en la cara y seguir disfrutando de sus libertades. Es eso lo que hace a occidente el territorio más pacífico y democrático del mundo. Si soy liberales producto de esa cultura, dudo que hubiera podido serlo si hubiese nacido en otra parte.

 

El problema es que aunque uno quiera inclinarse a favor de ese comeflorismo bonachón, al final sabemos que toda esa inocencia es tan naif y tiene tan poca conexión con la realidad, que resulta irresponsable. Pienso en todos los bienpensantes europeos que disfrutan mucho con las revoluciones del tercer mundo mientras defienden en sus territorios las libertades civiles cuya abolición aplauden en el extranjero. Se me viene a la cabeza aquello que Pérez Reverte comentaba en un duro artículo hace varios meses: «Porque —creo que lo escribí hace tiempo, aunque igual no fui yo— es contradictorio, peligroso, y hasta imposible, disfrutar de las ventajas de ser romano y al mismo tiempo aplaudir a los bárbaro».

 

Se equivoca el escritor español; no es imposible es, de hecho, lo común. Lo corriente es la hipocresía, la doble moral, el caradurismo intelectual, el cretinismo posmo al que le encanta aplaudir el dolor causado en otros, mientras huye a todo posible sufrimiento; cual muchachito progre que le dice a sus padres que son unos viejos burgueses que abandonaron sus sueños mientras les pide aumento en su mesada para poder seguir jugando el joven revolucionario en el primer mundo.

 

Jipismo irresponsable

Una vez leí por ahí que a los hijos hay que criarlos con un poco de frío, un poco de hambre y dejarlos que duerman en la calle alguna noche, porque solo así entenderán el valor del saco que los cubre, el pan que los alimenta y el techo bajo el cual viven. Siempre he pensado que estas actitudes de quienes desprecian todo lo que los hace libres (y lo que les permite ser bocones e irresponsables) vienen de los privilegios, que ese tipo de actitudes solos pueden surgir en alguien que nunca ha corrido riesgos reales de amenaza a sus derechos ciudadanos, que es algo así como la razón por la que ignoramos las advertencias de peligro hasta que ocurre algo horrible que nos recuerda que el peligro sí existe y que no son advertencias pendejas. Pero luego recuerdo que muchos comunistas son personas que padecieron horrendas dictaduras, y que por tanto se trata de personas que saben lo duro de vivir en un régimen sin libertades de ningún tipo; pienso en los socialistas que se han ido del país y que te escriben, desde sus cómodos escritorios burgueses a los que se fueron huyendo de todo el desastre socialista venezolano, dándote lecciones de moral sobre cómo ser un verdadero izquierdista, y me pregunto: ¿qué tienen en la cabeza quienes hablan de “islamofobia” y niegan los peligros reales del Islam (del Islam que no se somete al estado laico, como tuvo que hacerlo el catolicismo gracias a la democracia occidental)? ¿Qué rayos pasa por la cabeza de alguien que dice que los valores occidentales son un gran ejercicio de hipocresía? ¿Qué pasa con una mujer que disfruta en occidente del derecho a disponer de su cuerpo, y que practica un feminismo cursi de reivindicación de menstruaciones y demás ridiculeces, cuando sabe que vive en un mundo donde una mujer puede ser ejecutada (¡a pedradas!) por el “delito” de ser infiel o no usar burka? ¿Qué razona alguien capaz de relativizar el horror ocurrido hoy aduciendo que en nuestras calles hay más muertos o, mi argumento favorito, recordándonos la ristra de machismo, crímenes y espantos cometidos por la iglesia católica hace cinco siglos?

 

Provoca sentarse a argumentar punto por punto: recordar que el catolicismo no se civilizó solo, y que si hoy el catolicismo es poco menos que un parque jurásico para viejitas rezanderas, cuyo poder e influencia en nuestras sociedades es prácticamente nulo (¿o qué, conocen a muchas mujeres que lleguen vírgenes al matrimonio? ¿Cuándo fue la última quema de brujas de la que tuvieron noticias? ¿Alguien los obligará a festejar la próxima navidad?); esto se debe a los valores laicos, a las medidas impuestas por los movimientos políticos que han ido acabando con todo el poder real de la iglesia católica, reduciéndola a los ámbitos privados en casi todos los aspectos. Provoca sentarse a abominar de todos los horrores de occidente, que por supuesto uno no comparte, como las invasiones, el armamentismo, las violaciones a los Derechos Humanos que ocurren todavía hasta en algunas democracias bastante ejemplares. Provoca también recordar que occidente no es perfecto, que la libertad es, en palabras de Vargas Llosa, una construcción constante e inacabable, y que lo importante es que siempre estemos perfeccionando nuestros sistemas democráticos, sin cejar nunca en nuestra capacidad crítica que es la que nos permite estar siempre alertas y prestos a señalar los abusos donde quiera que ocurran y más si ocurren amparados en la democracia.

 

De veras, provoca todo eso, pero hay un punto en el que uno se cansa de tanto cinismo; hay un momento en el que uno escucha la voz del demagogo de Slavoj Žižek, o lee las pendejadas conspiranoicas de Naomi Klein o Alex Jones, y se rinde ante tanta estupidez y no provoca decir nada, solo llenarse de indignación. Porque, ustedes disculparán, pero como orgulloso hijo que soy de la civilización occidental, de la cultura pop, de la sociedad de consumo y de todas las libertades civiles a las que se oponen los terroristas que asesinaron a esas personas el viernes, es imposible no sentir indignación por todo ese relativismo pendejo. Ha sido toda esa tolerancia mal entendida la que ha colocado a Europa en esta situación de indefensión ante lo que es una amenaza real y cierta a todos nosotros. 

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Guayoyo en Letras