Cómo sobrevivir a la Guerra

Por O. Rendón Azuaje

@TalesOfOrian

 

 

 

Imagine la siguiente escena: el calor del mediodía le quema la frente, se siente confundido; la gente corre, hay  polvo desértico sobre su rostro, escucha un llanto desconocido al fondo, y  el eco agudo de las armas contra la carne. Tiene miedo y hambre, escucha silencio. Usted está en la guerra y a efectos de lo perecedero, es una bestia indomable.

 

Al final de la escena, ¿Sabe si está vivo?, ¿Sabe usted cómo se sobrevive a una guerra, a despertarse entre los escombros y el hambre?, ¿Cómo se aguanta el conflicto y las bombas mientras explotan sobre las calles de su ciudad?, ¿Dónde se refugiaría usted cuando ya no queda nada?.

 

En las deshechas calles de Yarmouk, un campo de refugiados palestinos en Siria, se escuchan las notas rápidas de un piano y un grupo de voces cantando al unísono. Se trata de Ayham Ahmad, sentado frente al teclado del instrumento y junto a sus vecinos, cantando: Oh Displaced, Return,(Oh Desplazado, regresa), canción dedicada a los que se fueron y decidieron cruzar el océano en balsas de contrabando, buscando una mejor vida.  Ayham escribe sobre su pueblo y las historias diarias de aquellos frente a la guerra.

“Yo digo que es mejor estar cantando mientra se espera por la muerte. El mensaje que quiero trasmitir es que la gente de Yarmouk son civiles. Ellos aman escuchar música. Son solamente personas que quieren vivir en paz, no en la guerra”, dijo el antiguo estudiante de música en una entrevista para Syria Deeply.

 

En el 2014, en medio de una crisis de falta de alimento y medicinas, Ayham y su gente encontraron un espacio  dentro de la música para refugiarse y revelarse ante la sumisión de los pueblos que exige el conflicto en Siria;  desde entonces, es acompañado por un grupo de jóvenes, niños, músicos y compositores aficionados quienes recitan en las calles arenosas del campamento, los embates del vivir diario con títulos como: ¿Qué  pasa en estos días?, Yarmouk te extraña, Nunca hay agua, Me dieron un paquete de comida y se olvidaron de mi. Su sonido se ha vuelto tan popular que incluso ISIS amenazó con matarlo si continuaba con los conciertos públicos, pero según Ayham, esa no es una opción.

 

Tammam Azzam y el arte digital

Tamman viralizó las redes sociales con su más reciente trabajo: “The Kiss” de Klimt, mural de tratamiento digital sobre una de las caras de algún edificio sirio en ruinas. Cuando la pieza entró a la red, el mundo occidental volvió a girar su rostro a la lejana Siria y al silencio con el que están muriendo sus ciudadanos; la gente pensó, que se trataba de un mural real. “Quiero mostrar cómo el mundo entero puede estar interesado en el arte, y al mismo tiempo, 200 personas son asesinadas cada día en Siria.”, declaró el artista de origen Damasco para el Huffington Post.

 

El trabajo de Azzam es un híbrido entre el fino pincelado de la pintura clásica y los recursos de los medios de comunicación para crear discursos íntimos sobre los conflictos bélicos, las voces de los afectados y  las ruinas de su país. Tamman, según biografía online, expone el actual estado de su país natal al mundo, y propone un ejercicio terapéutico de reconstrucción, piso a piso.

 

 

El poema como salida

Wani Toa y Murphy Kakasha crecieron en el Congo, un país al este de África, conmocionado por la inestabilidad política y la violencia de una segunda guerra civil. Los chicos, provenientes del mismo lugar y en situaciones paralelas, encontraron en la escritura un espacio no físico para enfrentar los pensamientos y significados de convertirse en refugiado e inmigrante; pensamientos que según Kakasha no se pudieron expresar, porque la familia es grande y estaban ocupados en sus propios asuntos.

 

Ambos llegaron a Australia escapando de la guerra, de las memorias dolorosas y de las repetitivas imágenes de sus vidas en el Congo. Pero cuando llegaron a Melbourne decidieron no olvidar; y ahora, los poetas del colectivo  “Still Nomads” se dedican a preservar y a exponer los recuerdos y la cultura de su pueblo para mantener a las comunidades de refugiados unidas y que su experiencia no se pierda cuando todo acabe, porque el arte y la cultura suelen ser borradas por la guerra.

 

“No es tan fácil olvidar algunas cosas que has visto. A veces cuando te dicen que dejes las cosas atrás, sientes como si lo estuvieses haciendo con las personas que lo tuvieron que soportar antes que tú” – dijo Toa para un programa de radio de la BBC.

 

***

 

Olvidar es una tradición

Pero nadie deja a su casa, al menos que su casa lo siga a la lejanía. 

El miedo flota en el aire.

Aún puedo oler la esencia del miedo.

Mi cuerpo todavía presiente los años de agobio con los que ha sido forzado a cargar.

El agua corre densamente por mis pies, el césped está tan alto que difícilmente puedo ver.

Grito, «¡Papi por favor, espera por mi!

Sé que olvidar es una tradición, pero estas voces no se detienen. 

Ellas no me dejarán ser, difícilmente puedo volver a dormir.

Escucho gritos de niños siendo alejados bruscamente de sus familias. 

Baños de sangre de machete llenan mi memoria. Atrocidades, ¿Cómo podría olvidar?

Sueños de casquillos de bala yacen muertos junto a mi puerta, una razón débil para mí para seguir llorando.

Ojos ahora vacíos de esperanza.

Estoy entumecido.

En la guerra, se camina muerto antes de llegar a morir.

Así, cuando la Parca toque a tu puerta, solo siéntate. Espera un momento, y luego dale la bienvenida con una sonrisa. 

La muerte al menos trae memorias del pasado que hace mucho tiempo, hasta tú, has vivido alguna vez.

Sé que olvidar es una tradición, pero me he encogido de hombros ante muchos cadáveres cuyas voces no me dejan dormir. 

Así que mantengo sus memorias grabadas en las palmas de éstas manos, cada línea su propia historia. 
Sé que olvidar es una tradición, ¿Pero cómo puedo?, ¿Cómo pudiese cualquiera?

 

Wani Toa

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