¿Algo está cambiando?

Por Pedro Urruchurtu

@Urruchurtu

 

 

 

El planteamiento lo hago a modo de pregunta ya que vale la pena reflexionar. Veamos por un momento a la región y pensemos sobre su situación actual. No es el bloque fuerte y hegemónico del que el Chavismo solía tener solidaridad automática gracias a la petrodiplomacia; mucho menos es la región de populismo exacerbado que hasta hace unos años hacía impensable la crítica y la disidencia. Ya no es una región silenciosa, aún cuando queden muestras de complicidad.

 

Ya los habitantes de la región no se preguntan por la derecha o por la izquierda. Simplemente quieren vivir mejor y están padeciendo hoy la resaca de la fiesta populista que ya terminó y de la cual sólo quedan recuerdos. Ya no hay espacio para populismo ni de derecha ni de izquierda, sencillamente es momento de cambiar el horizonte y el rumbo. Sólo así podremos pensar en un futuro sostenible.

 

Quizá el cambio más emblemático es el de Argentina, no sólo por ser la aliada consentida del Chavismo durante más de 15 años, sino porque también lo que comenzó en Venezuela en 1998, al punto más norte de Suramérica, pareciera estar terminando, curiosamente y antes que en la propia Venezuela, en Argentina, el punto más al sur. Ya las mayorías que quieren cambio se escuchan con más fuerza, ya la composición y opiniones de la gente se inclinan a cambios favorables a su calidad de vida; cambios prometidos por el populismo que, aunque tuvieron una estela de existencia, no fueron más que promesas traducidas en miseria, fracasos y crisis de toda índole.

 

La región pareciera estar aspirando a dar un vuelco. Primero Argentina, luego Venezuela y su oportunidad el 6 de diciembre y quizá luego Brasil. Preocupa que Venezuela no esté preparada para entender la magnitud que un viraje tendría, si ésta no decide virar también.

 

Basta con ver como países como Colombia, Chile, Uruguay y Brasil, algunos otrora muy cercanos a Venezuela, hoy han marcado distancia frente a lo que consideran un gobierno alejado de los principios democráticos, sin hablar de sus condiciones internas que son totalmente diferentes. No se trata de juzgar si esos países fueron o son más o menos democráticos; lo significativo es el cambio de línea y la ausencia de solidaridad automática por las razones que sean: caída de los precios del petróleo, impopularidad, violación a los derechos humanos, presos políticos, etc. Incluso hasta los aliados que aún quedan, como Bolivia, Nicaragua y Ecuador, están reservados y sólo apoyan a Maduro cuando se les pide que hablen. Los sospechosos de siempre también han cambiado, aún cuando siguen siendo leales.

 

Inclusive en el seno de la Organización de los Estados Americanos se han visto cambios sustanciales; al menos un Secretario General más activo con los problemas de la región, a diferencia de la gestión anterior llena de complicidad acomodaticia. Y es que resulta muy difícil guardar silencio ante lo evidente, y más cuando no hay cómo sostenerlo. Tarde pero seguro, comienza a haber voces disidentes al coro populista del “Socialismo del siglo XXI”.

 

Será muy difícil para Maduro y sus séquitos mantener su margen de maniobra con la pérdida de apoyo internacional y con la pérdida de sus principales aliados. No entender la magnitud de ese escenario sólo es garantía de una cosa: el aislamiento por completo de nuestro país y la cercanía a aliados no tradicionales y cada vez más lejanos, capaces de dar oxígeno al autoritarismo de turno. Dudo que el régimen venezolano esté preparado para un giro de timón en Latinoamérica.

 

Ciertamente el cambio político en un país no es garantía de que otros cambiarán, pero sí genera consecuencias, sobre todo cuando se habla de quienes en otro momento fueron los grandes aliados y “hermanos” de lucha revolucionaria. La región puede contagiarse de una especie de espíritu en el que pensar en el cambio es posible, aún cuando las intenciones de los amos del poder parecieran ser eternas.

 

El cambio está justificado, sobre todo porque en muchos países como Venezuela y Argentina, la bonanza por concepto de commodities fue escandalosamente favorable y ese dinero lo único que trae fue más pobreza que la que ya existía. No hay cómo explicarlo, salvo por el populismo que brindó una sensación de estabilidad y riqueza que terminó en la más cruel pesadilla.

 

El populismo ya no es una opción, sea de derecha o de izquierda. La región tiene el reto de apuntalarse hacia el desarrollo, hacia el porvenir, por medio de libertades y democracia. Hay señales que están hablando de un viraje y sólo el tiempo dirá si será en esa dirección… Por ahora la pregunta que hay que hacerse es ¿algo está cambiando?

 

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