Como si fuera madera

Por Beatriz Müller

 

 

 

Todo comenzó ayer. Yo me encontraba parado sobre la tierra, aspirando su olor con la planta de los pies, y de pronto llegó ella como un lamento venidero en forma de mujer. Cerré mis ojos para imaginarla, y ahora los cierro de nuevo y encuentro en la debilidad de mis pensamientos todo eso en lo que no quiero pensar. Toco su cabello, sus párpados, sus labios. Su respiración palpita a través del sonido de un lápiz que se mueve solo sobre un papel, poseído por espíritus imaginarios.

 

A veces me quedo callado y la miro, o la escucho, o la siento medianamente cerca, o la huelo como si estuviese llena de flores o como si fuera madera, y entonces de cualquier manera me encuentro recorriendo sus calles y montañas, sintiendo su piel en cada milímetro de mí mismo.

 

No me preocuparé por las fatalidades que, posiblemente, se materialicen mañana; no me lamentaré por un hecho que aún no es lamentable. Me niego a rechazar lo que por un momento parece totalmente posible, y me entrego a la posibilidad de refugiarme en lo insano como quien hace uso de su fe para impartir un castigo. Confieso que a veces me niego al peligro de obedecer al engaño como séptimo sentido,  pero éste se aprovecha de mí y me acaricia con dedos ácidos, y me toca como se toca a una pantalla táctil, sólo con la punta de los dedos, y reacciono a esos dedos, a su huella única y extraña.

 

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